Cultura

Liberalismo en crisis: ¿quién es culpable?

Lo 'woke' nace en gran parte gracias al vaciado de valores, ideales y formas de vida del liberalismo, pues su presupuesto de partida es respetar, ante todo, la libertad

Rousseau y Hobbes.
Rousseau y Hobbes.

Uno de los temas que más artículos protagonizan revistas, periódicos, libros y congresos es el liberalismo, más concretamente la crisis del sistema. Para algunos es la única salvaguarda ante los llamados movimientos iliberales y la cultura 'woke' de la cancelación. Para otros, sin embargo, son los propios cimientos y presupuestos del liberalismo los que han propiciado la aparición de éstas últimas tendencias. ¿Quiénes llevan razón? Ninguno. Los esquemas conceptuales nos ayudan a situarnos en el pensamiento, hacer esbozos constantes de la realidad desde los que entenderla, rectificando, añadiendo y borrando continuamente hasta que vamos afinando una visión cabal de algo tan inabarcable como lo es la historia del pensamiento y su materialización efectiva. 

Primer concepto clave: ¿qué es la persona? 

Podemos, sin embargo, proporcionar un par de conceptos clave que nos ayuden a enjuiciar con mayor tino este dilema antonomasia de nuestra época. De esta forma, entenderemos cómo distintos presupuestos y teorías se contaminan unos a otros al igual que lo hacen las teorías y modas artísticas: es pura naturaleza humana. No somos compartimentos estancos, las influencias son inevitables. Precisamente la naturaleza humana es uno de los conceptos clave de los que hablo como fundamentales para entender los desconciertos con los que nos encontramos ahora. Es propio de este siglo el creer que podemos modificarla hasta el delirio, de forma que ya se habla de transanimalismo (personas que se auto-perciben como animales). A nadie suele ocurrírsele culpar de esto a las corrientes liberales, pues es más bien cosa de la cultura 'woke', que se ubica a sí misma dentro de un espectro político de izquierdas. Sin embargo, es cierto que las raíces de esta deriva posmoderna de las izquierdas son compartidas con el liberalismo. ¿Por qué? Al grano.

Tanto liberalismo como marxismo son corrientes filosóficas que surgen en el contexto de la filosofía moderna. A la filosofía moderna (con Descartes a la cabeza) la caracteriza una ruptura casi absoluta con el pensamiento anterior, al menos en dos ideas fundamentales: la idea de persona, y la idea de libertad. Las ansias de la filosofía por parecerse a las ciencias naturales en seguridad y logros la llevaron a una metodología equivocada, pues de las ciencias se quedaron con el aspecto más matemático, lógico y racionalista -por decirlo de alguna manera- que con la parte de la observación empírica. La antropología que hace la filosofía moderna se basa en el experimento mental: ¿cómo sería la sociedad sin una organización previa? ¿cuál es el estado de naturaleza del hombre? 

En lugar de entender, con Aristóteles, que las personas no somos personas si no nos encontramos ya inmersas en un contexto social, aunque sea mínimo, los pensadores modernos jugaron a tratar de deducir lógicamente cómo somos las personas imaginando situaciones contra fácticas. En estos experimentos se barajaban dos opciones básicas: el hombre era bueno por naturaleza (el buen salvaje de Rousseau) o un peligro para sí mismo (Hobbes). Los empiristas acabaron de arruinarlo todo, caracterizando a las personas según el placer, el dolor, el interés y las relaciones de intercambio. Desde esta simplificación de lo que somos las personas se ha construido toda la filosofía política moderna, ya sea el liberalismo o el marxismo. A alguien le extrañará ver mencionado a este último, pero Marx únicamente continuó el análisis liberal de analizar al hombre según las relaciones de intercambio, proponiendo una reestructuración de las estructuras que él entendía que las favorecía. Una retórica más de malos y buenos, por decirlo mal y rápido.

Segundo concepto clave: libertad

No puede analizarse qué es la persona, y cómo debe organizarse política y económicamente sin tener una idea de qué es la libertad, o incluso si ésta existe o no. En un inesperado giro de los acontecimientos, la filosofía moderna vuelve a simplificar todo también en este aspecto, y desde dos frentes distintos. Por un lado, y en sus ansias de enjuiciar todo “científicamente” (como si lo científico fuera la única fuente de objetividad, cuando es la capacidad para la objetividad lo que hace posible la ciencia y no a la inversa), se acaba por considerar que el hombre es un mecanismo más de la naturaleza. Sofisticado, pero mecanismo al fin y, en consecuencia, carente de libertad. Estamos determinados. ¿No lo han oído? Psicología evolutiva, gente en internet analizando el comportamiento de hombres y mujeres en función de patrones biológicos, profetas advirtiendo de los peligros del Big Data: la inteligencia artificial es capaz de anticipar nuestros deseos y tendencias (incluidas las de voto). Es un must ideológico, si no han oído hablar de ello pónganse al día, pues lleva recorriendo los pasillos de las facultades de humanidades desde hace tres o cuatro siglos. Como contrapartida, y reacción comprensible, la del todo es constructo. Somos espíritus completamente libres, moldeamos todo a nuestro antojo: a la naturaleza con la ciencia, a la política con las ideas y el relato y a la psicología con la capacidad para autopercebirnos. 

La siguiente forma en que la filosofía moderna trastocó y empobreció la visión de la libertad fue reduciéndola a una cuestión de inferencia externa: soy libre si me dejas en paz, no lo soy si obstruyes mi voluntad. Todo queda reducido a esto, y el esfuerzo conceptual se ha limitado desde entonces a decidir qué proporción de injerencia podrían tener los poderes fácticos sobre el individuo, variando dicha proporción en función de si hablamos de liberales o marxistas (nótese que simplifico para que podamos entendernos). Del éxito del intervencionismo económico e intrusismo excesivo político ya nos habla la historia del comunismo pero, ¿qué ocurre con el liberalismo? 

Lo 'woke' nace en gran parte gracias al vaciado de valores, ideales y formas de vida del liberalismo, pues su presupuesto de partida es respetar, ante todo, la libertad

Muchos autores señalan que su análisis pobre del ser humano, de su naturaleza y de su libertad ha conseguido ir reduciendo toda interacción humana a las relaciones de intercambio, especialmente la económica. La mano libre de mercado lleva a la mano libre de las relaciones sociales y políticas sanas. Se da, sin embargo, la paradoja de que este individualismo exacerbado -que no tiene en cuenta el factor social y comunitario- reclama cada vez más intervencionismo estatal. Simplificando de nuevo, si las personas se mueven únicamente por el interés, y un interés hedonista que se satisface únicamente a través de relaciones de intercambio, se va perdiendo la ética de las virtudes, de la implicación dentro de una comunidad (incluida la política) y, por tanto, el estado se va agrandando, para que las libertades individuales no se extralimiten (algo que se entiende en términos estrictamente individuales: mientras no dañes a otros, puedes hacer con tus cosas y contigo mismo lo que quieras). No es de extrañar entonces que, desde el liberalismo, se pueda justificar el transanimalismo, el aborto, la eutanasia o los vientres de alquiler. Lo 'woke' nace en gran parte gracias al vaciado de valores, ideales y formas de vida del liberalismo, pues su presupuesto de partida es respetar, ante todo, la libertad (sin tener en cuenta que esto mismo es una toma de postura ideológica y que debe ser defendida apelando a un fin que vaya más allá de la libertad, pues la libertad, como el dinero, es siempre un medio). Irónicamente, desde las asunciones liberales se da pábulo y alas a lo 'woke'. 

Desde de este resumen muy sumario de la cuestión (y, por tanto, inevitablemente denso, espero que el lector sepa disculparme) se puede enfocar mejor los dilemas que nos ha tocado vivir. Son un par de coordenadas, que rozan por contexto lo simplista, pero creo que pueden iluminar a la hora de preguntarse de dónde venimos, que es la mejor manera de decidir hacia dónde queremos ir. La semana próxima, más y mejor.

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