Cultura

Jorge Martínez (Ilegales): "El próximo disparo contra Trump va a venir de su círculo interno"

El legendario grupo asturiano publica 'Joven y arrogante' y anuncia gira por España y América Latina

  • Formación actual de Ilegales (Jorge Martínez en el centro sin gafas)

Jorge Martínez, al borde ya de los sententa, irradía todavía una energía desafiante. Y habla sobre música con más pasión que muchos rockeros de veinte años. Por ejemplo, acaban de hacerle unos auriculares a medida para el directo, con la última tecnología disponible, y no sabe si podrá usarlos porque “cuando me meto en esa sopa sónica me dejó llevar y corro el riesgo de empezar a cantar demasiado alto”. Además, le apunto, en esa tesitura dejará de escuchar a sus fans desde el escenario. “Eso me da igual”, responde, y se echa a reír. La espléndida carrera de Ilegales siempre se ha basado en ignorar lo que el público pide para darle lo que realmente necesita. Mientras la movida ofrecía fantasías de consumo pop narcisista, Ilegales regalaban chutes de realidad envueltos en poesía nihilista. Lo mejor que puede decirse de Joven y arrogante, su nuevo álbum, es que está a la altura de su trayectoria. Su gira comienza el día 21 en la Sala Pandora de Sevilla y sigue por diversas ciudades

Pregunta. ¿Cuál ha sido la chispa de arranque de este álbum?

Respuesta. El motor principal de los discos es el entusiasmo, empezar a componer algo excitante, que te haga mirar a  los lados; ahí empiezan a llegar las pedradas. Luego hay que hacer un tratamiento racional y para eso está mi manada de locos de todo tipo, no solo los músicos sino también los técnicos. Mis músicos son muy buenos, pero intratables, bohemios con paranoias. Por suerte, tenemos todos los medios de producción y practicamos la autogestión anarquista. A veces tengo que aceptar el camino erróneo, a sabiendas de que es erróneo para que se convenzan. Esto lo aprendí en una sesión de fotos con un caballo francés enorme. El cuidador me dijo “si sube la cabeza, deja que la suba, que ya la bajará”. Funciona también con los músicos.

P. Siempre que escucho sus discos pienso que tienen cualidades proféticas. Cuando ve a Elon Musk o a Steve Bannon haciendo el saludo nazi como provocación, ¿piensa que eso ya lo hizo usted en los años ochenta con “Heil Hitler”?

R. Sí, yo escribí esa canción contra los hippies, comentando lo dogmáticos y los represores que eran, muchos acaban siendo unos prohibicionistas increíbles. No solo es que usen eufemismos, sino que tienes que usar tú el último eufemismo que ellos han decidido que es el bueno. La canción está hecha para joder y para provocar a esta gente. Pero yo me pegaba con militantes de extrema derecha en la facultad y llevaba una pistola.

P. Para usted ya estaba claro que íbamos a vivir un ascenso de la extrema derecha.

R. Sí, pero veo a la extrema derecha como una tenia o solitaria que parasita todo hasta conseguir los distintos tipos de capital a los que aspira. Eso es lo que hizo Hitler y a Mussolini tuvieron que colgarle de los pies para que lo dejara de hacer. Ahora en la Casa Blanca hay un blanco que es un blanco perfecto.

P. Solo falta que apunten bien alguna vez.

R. Posiblemente, esta vez los disparos van a venir de dentro, pero de gente menos ingenua y con más que perder. General Motors y otros inversores van a perder o no van a ganar nada con él. Muchos se van a ir a pique. ¿Van a permitir que este señor o esta cosa vuelva a poner en jaque a una serie de empresas? Recordemos que este tipo, como hombre de negocios, es un desastre. Si no fuera presidente, estaría en la cárcel y todas sus empresas en concurso de acreedores. Vamos a ver lo que pasa.

P. No me ha contestado: usted vio antes que nadie el ascenso de la extrema derecha.

R. Estaba ahí. Tenía que reventar por un sitio o por otro. En Alianza Popular ya estaba enmascarada una extrema derecha que quería ser útil. Poco a poco, se llega a la conclusión de que el negocio no está en ser útil, sino en acumular poder y así llegamos a aberraciones como Alvise, que es demasiado para cualquiera.

He estado en momentos de mucho peligro, con grupos de espectadores rompiendo cordones policiales y acuchillando a los perros de los agentes

P. Su disco se llama Joven y arrogante. ¿Se sigue sintiendo así?

R. La letra de la canción que da título habla de alguien “joven y arrogante/ con escasas cicatrices/ y la vida por delante”. Mi caso es el contrario: hay mucha más vida por detrás que por delante. Lo que hago es echar la vista al pasado. La letra también explica que no he aprendido mucho, que sigo cometiendo los mismos errores y que benditos sean. Creo que, por cuestión de honestidad, hay que caer en lo mismo una y otra vez. Lo que se mantiene es la conexión con la música, que me produce una emoción incomparable y que estimula muchas cosas de manera simultánea. Su capacidad evocadora es tremenda, sobre todo cuando le pones mucho volumen. Buah, es enorme.

P: ¿Cuándo fue la última vez que sintió ese poder?

R. Fue este verano, grabando “Orfanato minero”, de este álbum. Dimos un golpe de estado musical con el productor, teniendo la canción ya grabada, porque no nos gustaba como estaba quedando. Seguimos explorando hasta cambiarlo todo. Encontré unos unos acordes, unos arpegios iniciales y una guitarra que sonaban muy cálidas. Momento maravilloso. No había mucho volumen, pero vibró un poco todo, cuando ocurre es maravilloso. A veces sucede paseando por la calle, me pongo a cantar las canciones a voz en grito y no me importa lo que piensen los transeúntes. También me pasa en los bares, que empiezo a escuchar mi banda sonora interna, con un colocón del diez, y encuentro frases como “estoy en un bar terminal/ con los demás zombis”.

P. Hábleme un poco de "El mundo contra mí".

R. Va sobre los prohibidores también. Cogí unas reflexiones sobre la clase política: pensaba más bien en la izquierda, que es muy crítica consigo misma, es uno de sus males. Una vez estuve en el programa de entrevistas de Monedero y me preguntó '¿Qué es ser de izquierda?'. Respondí que para mí era confundir lo deseable con lo posible. Sé que es una respuesta muy cruel. La izquierda, por respeto a ciertas minorías, se acaba convirtiendo en prohibicionista, en algo parecido al buen samaritano. Además tienen esa tendencia a pensar que la Historia de la humanidad empieza con ellos, que no sé si es muy ingenua o muy pretenciosa, pero sabemos que es muy frecuente. Dicho esto, a mí me parece que Monedero es un tipo lúcido. 

P. Lo curioso del prohibicionismo es que, como estrategia, raramente funciona. 

R. Lo que están consiguiendo es que suba la derecha. Gustav Le Bon, en La psicocología de las masas, un libro de 1898, ya decía que si das demasiadas explicaciones sobre tu discurso político terminas confundiendo a los receptores. Lo que funciona es cualquier hijo de puta repitiendo los mismas lemas hasta que la gente va hipnotizada a votarle. 

P. ¿Aprendió algo de ese libro que luego aplicase a sus conciertos en recintos masivos? En Ecuador tocan en estadios rebosantes de macarras...

R. En esas situaciones, me dejó llevar por mi propio criterio. Lo que he aprendido es que ahí, cuando el rock despliega su potencial euforizante,quien está en el escenario tiene plenitud de ventajas, pero todo puede volverse contra ti. Lo mejor que puedes hacer es intentar que las cosas vayan rápido, ofertar mucho, ganar a la audiencia por agotamiento. Exige mucho del grupo, pero funciona. Tú te cansas pero el público, más. He estado en momentos de mucho peligro, con grupos de espectadores rompiendo cordones policiales y acuchillando a los perros de los agentes, pero en vez de irte del escenario hay que seguir tocando. Siempre me han repugando los grupos que adulan a las ciudades. En la era de Pujol hemos empezado conciertos en Barcelona diciendo "Buenas noches, Madrid" y la gente se agitaba. También decíamos "Buenas noches, Barcelona" en Madrid. (Risas).

P. Cuénteme algo de la nueva gira.

R. Llevaremos un envoltorio distinto y tocaremos canciones nuevas y todos nuestros clásicos. Pero olvidemos el escenario y las luces: al público le pido que cierre los ojos y se centre en lo esencial. Es lo que hago yo como espectador en los conciertos a los que voy, por una cuestión de higiene. Así descubres muchas cosas. Recuerdo varios conciertos con gran aparataje lúminico donde el contenido artístico era paúperrimo. Estaba allí y he tenido que irme a tomar copas para no aburrirme.Es curioso cómo ha cambiado el público: ahora hay conciertos con mucha música pregrabada y nadie se enfada, antes era diferente. Caundo yo tocaba con orquestas en los años setenta, siendo un crío,  llevábamos una grabadora para registrar cada actuación y escuchar los fallos al día siguiente. El problema es que cuando algunos espectadores el casete sobre el escenario pensaban que no estábamos tocando de verdad y nos querían tirar al río.  Lo que más me fascina es que hay grandes artistas que tocan en el Bernabéu con todo grabado y aún así se las arreglan para que suene mal. ¿Cómo es posible?

P. Ahora hay estrellas del trap que presumen de que no hay música en vivo en sus espectáculos. 

R. Esto me recuerda a los grupos de los ochenta que presumían de no saber tocar. A mí me parecen unos hijos de puta. 

 

 

 

 

 

 

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