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Cultura

Cosas que no hay que contar

¿Por qué la izquierda española tiene un futuro sombrío?

Varios jóvenes intelectuales admiten vivir una resaca política donde no asoman estrategias de recuperación

El último número de la revista cultural Minerva pretende -y consigue- dibujar una mapa del presente y el futuro de nuestra izquierda. Para ello preguntan a un grupo de jóvenes intelectuales españoles de entre 22 y 35 años, muy bien escogidos por cierto (en el sentido de cultos, despiertos y menos dogmáticos que la mayoría de sus mayores). El texto más rotundo es el de Jorge Tamames, especialista en política exterior. Su artículo celebra que la izquierda actual está ganando en el terreno discursivo, desde la denuncia de la desigualdad de Thomas Piketty hasta la reivindicación del papel del Estado en la economía de Mariana Mazzucato, pasando por el cuestionamiento de las políticas de austeridad de Mark Blyth. Hoy casi nadie sensato piensa que el neoliberalismo puro y duro sea la solución a los problemas sociales (hasta la derecha ha virado a discursos comunitarios). ¿Por qué, entonces, el socialismo no resurge? “A la izquierda le cuesta entender que los datos económicos, por sí solos, no se traducen en decisiones políticas en las cabezas y los corazones de la gente”, resume Tamames.

El párrafo clave: “En el pasado, la izquierda contaba con estructura cultural e institucional (…) La sintonía entre trabajadores organizados en sindicatos, movimientos corales pujantes y economistas keynesianos convertían las demandas sociales en políticas públicas transformadoras. Pero cuatro décadas de gobernanza neoliberal han erosionado esa configuración, de modo que ya no es capaz de desempeñar una función intermediaria. La derecha puede gobernar el vacío que deja esta anomia; la izquierda no”, destaca. El texto termina señalando que este fue el problema de Podemos: triunfo en lo discursivo, pero extrema debilidad en cuestiones de organización, además de un déficit de perfiles técnicos en sus cuadros. Tamames anima a subsanar esas carencias, pero parecen demasiado profundas para que pueda pensarse en una recuperación a medio plazo.

Portada del número 36 de la revista Minerva

Mucho más pesimista, pero tremendamente afilado es el análisis de la filósofa Clara Ramas, exdiputada de Más Madrid, que dejó recientemente su escaño para regresar a la universidad. “Vivimos una época crepuscular, cuya tonalidad afectiva es la angustia. La izquierda debe hacerse cargo de ese malestar cotidiano, de esa precariedad que es ya para una generación entera su definición vital, de esa falta de certezas, de esa ansiedad que crece cada día”, destaca.

Ramas no se engaña: sabe que la izquierda tiene delante un espeso muro de problemas, al que como mucho se le pueden ir buscando las grietas. “Es innegable que el clima político inmediato parece de retroceso y de cierre respecto a las posibilidades de una ‘crisis de régimen’: pervivencia del bipartidismo y del eje izquierda/derecha, unido a la desmovilización y vuelta a una cierta apatía o desencanto hacia la política como tal”, señala.

Resacón en la izquierda

El año 2021 no solo certifica la muerte del ciclo del 15-M, sino que aparece huérfano de alternativas en la izquierda del PSOE. El más joven de los entrevistados es el sociólogo Iago Moreno, veintidós años y licenciado en Cambridge, con un máster recién terminado en la misma universidad. Su balance político de los últimos años no es feliz y lamenta enormes pérdidas de tiempo: “El culto a la viralidad digital, las interminables diatribas sobre el tono y los gestos más ‘ganadores’, las peroratas sobre qué argumentario es más agudo para cada coyuntura… son discusiones interminables y no tienen ninguna utilidad práctica en las luchas concretas”, denuncia. Suena como alguien harto del clima de ‘trepamiento’ y coaching político que domina los entornos de Podemos, Más País y alrededores.

Ya no somos proletarios cuando sufrimos juntos, sino cuando gozamos por separado”, afirma Santiago Alba Rico

La editora Layla Martínez, responsable del notable sello Antipersona, es quien derrocha más entusiasmo en sus análisis, pero aun así reconoce que su bando necesita un milagro: “El reto para la izquierda es enorme porque además tenemos un tiempo muy limitado para llevar a cabo este cambio: cada día que pasa empeora la crisis ecológica. Además, venimos de un sentimiento de derrota que no existía en otros momentos históricos en los que se han afrontando tareas también enormes. Con todo, la verdad es que soy optimista: creo que nos estamos empezando a sacudir ese sentimiento de derrota y plantear cosas que hace años habrían sido ridiculizadas o consideradas muy radicales”, celebra.

Martínez es optimista porque todo discurso emancipador está obligado a serlo si quiere movilizar a millones de personas, pero en todas las reflexiones de estos jóvenes de izquierda -insisto: los que más merece la pena leer- no se intuye siquiera que exista un plan concreto para que España afronte la crisis (más allá de apoyar iniciativas poco maduras como la Renta Básica, el New Green Deal y la semana laboral de cuatro días). Sin este mapa general, sobra decirlo, no hay victoria posible.

Quien quiera profundizar puede recurrir a los intelectuales de mayor edad, también presentes en las páginas de este número de Minerva. El sociólogo César Rendueles (1975) firma un largo y potente artículo que no es un programa para la izquierda, pero sí un excelente plano de la situación. “El mayor éxito de movilización de la derecha radical tiene que ver con el nacionalismo español: la España de los balcones se ha convertido en su 15-M. Y, al menos en términos simbólicos, su éxito es notable. Hace apenas unos años la presencia de emblemas nacionales era relativamente marginal en nuestro país, hoy es ubicua incluso en artículos cotidianos, como las mascarillas sanitarias. Ha sido un ámbito de intervención muy fértil para la ultraderecha porque, por distintos motivos, no existe ninguna alternativa progresista en este campo”, lamenta. Rendueles ya identifició este problema central un texto muy debatido, El nicho vacío: el ascenso de la extrema derecha y el fin de la excepción española, donde enumeraba conflictos y debates sociales que nuestra izquierda no ha sido capaz de afrontar.

Otro extracto de su texto en Minerva: “No importa la valoración que se haga de la incomodidad de la izquierda con la bandera nacional o el concepto de patria. El hecho es que los conflictos territoriales han proporcionado a la extrema derecha un inmenso altavoz con el que dirigirse a una mayoría social que se siente española (con diferente grado de intensidad y entusiasmo) y la izquierda no parece encontrar recursos para afrontar este discurso identitario”. En campos como las políticas familiares o la seguridad ciudadana la izquierda tampoco ha logrado hilar discursos ganadores, ni siquiera cuando tiene posturas "irreprochables" y la extrema derecha "propuestas materialmente hueras", más propagandísticas que reales. Volvemos a lo que decía Tamames de que a la izquierda actual le cuesta horrores ganarse “las cabezas y los corazones de la gente” (la mayoría parecen más cómodos regañando en Twitter).

Terminamos con tres frases de alguien más veterano todavía, el filósofo Santiago Alba Rico (1960), que habla claro en una extensa entrevista. Primera: “La derecha va ganando en el campo cultural: han entendido muy bien a Gramsci”. Segunda apreciación: “Las dos fuerzas actuales con mayor potencial democrático-social son el papa Francisco y la Casa Blanca”. Hablamos de viejos enemigos de la izquierda, con los que raramente ha podido o sabido sintonizar. Tercera y última: “Ya no somos proletarios cuando sufrimos juntos, sino cuando gozamos por separado”. Es decir: el consumismo es un ácido corrosivo que nos impide construir comunidades. Por supuesto, los contenidos de este informe admiten muchas interpretaciones, seguramente más alegres que las que expongo aquí, pero incluso los textos más animados hacen pensar en un futuro sombrío.

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