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Cultura

Lo que no cuentan los obituarios de Jota Mayúscula

Cualquier extranjero que leyese nuestras secciones de Cultura estos días pensaría que España es un país que adora el hip-hop. Disfrutamos de un amplio despliegue informativo, elogios unánimes y espacio para el obituario al final de los telediarios. La realidad es que -con alguna excepción como La Mala- el rap español creció al margen y casi en contra de la industria y de los medios. Por ejemplo, los artistas de hip-hop solían quejarse de que todavía en los dosmiles tenían que seguir explicando a los entrevistadores qué era un MC (siglas de “maestro de ceremonias”, o sea un rapero). La mayoría de los periódicos solo entrevistaban a los tres nombres consagrados, mientras las radios menospreciaban la escena olímpicamente.

¿Podemos considerar un triunfo que la emisora pública Radio 3 programase ‘El Rimadero’, el emblemático programa de Jota Mayúscula? Por un lado sí, por otro dedicar programas ‘especializados’ a un género también sirve como excusa para excluir géneros incómodos -el hip-hop de barrio- de la programación general. ¿Por qué grupos indie como Izal suenan de manera constante y Ayax y Prok solo pueden hacerlo en espacios determinados? El menú principal de Radio 3 es demasiado cool, fashion y hípster como para encajar con los conflictos de los chavales de las periferias, esos que muchos viernes solo pueden permitirse una litrona, unos ‘porros’ y unas pipas en el parque.

“La música rap sigue reducida a espacios puntuales de la cadena pública y en horarios nocturnos donde no moleste”, denuncia Toni Mejías

Además, Radio 3 ha censurado el hip-hop de manera explícita, como ha explicado varias veces el rapero Nega, contando una historia real sobre su grupo, Los Chikos del Maíz. Lo recogió en este fragmento de su ensayo La clase obrera no va al paraíso (Akal, 2016): “El bueno del presentador -que llevaba años intentando entrevistarnos- se vio presionado en dos sentidos: la entrevista debía ser extremadamente neutra y evitar la discusión política y, no menos importante, la entrevista debía grabarse en diferido, y no en directo, por lo que pudiera pasar. Todo esto en la España de la UE, en una radio pública y en 2015. Se hizo la entrevista, se grabó y se habló únicamente de música. Pero la entrevista no se emitió y Los Chikos del Maíz siguen siendo el único grupo exitoso de hip-hop que no ha pasado por el programa”, recuerda. El presentador mencionado es Frank T, compañero de grupo de Jota Mayúscula en El Club de Los Poetas Violentos y encargado del homenaje que se hizo al fallecido DJ en Radio 3 la pasada madrugada del sábado. “La música rap sigue reducida a espacios puntuales de la cadena pública y en horarios nocturnos donde no moleste”, dijo el rapero Toni Mejías -la otra mitad de Los Chikos del Maíz- en un texto recogido en la publicación alternativa madrileña El Salto.  

Rechazo cotidiano

En realidad, existe un boicot cotidiano de las radios al hip-hop español. En una entrevista de 2018, el joven rapero Arkano confirmaba las sospechas: “Es un género marginado, totalmente marginado. Hay que preguntarse por qué. Ellos juegan con el argumento del bajo nivel musical, pero el seguimiento es tan masivo que debemos hablar de discriminación. El problema, sospecho, son las letras, que les resultan incómodas por las cosas que denuncian. Por ejemplo, yo he publicado un tema con Melendi y Alejandro Sanz, que se titula ‘Déjala que baile’. Es extraño: en Cadena Dial cortan mi rap de veinte segundos cuando la emiten. Hacen como si yo no existiera. Son, sobre todo, versos feministas, no sé a qué sectores he podido incomodar”, lamenta. “Parece que estén buscando que el rap hable de temas que no sean socialmente relevantes. Alguien debería preguntar a Cadena Dial por qué ha tomado esta decisión”, denunciaba.

El rapero sevillano Tote King fue testigo de cómo una emisora rechazaba emitir sus canciones por las críticas a la corrupción del PSOE andaluz

Más madera: hace unos meses, cuando Vozpópuli entrevistó al rapero sevillano Tote King, coincidió en señalar la discriminación a este estilo musical. “A mí me han contado, aunque no lo puedo demostrar, que entre los grandes ejecutivos de la radio musical española existe el consenso de que no se debe apoyar al hip-hop, que no les conviene. Ni el lenguaje callejero que usamos, con muchos ‘tacos’, ni el tipo de ritmos encaja con que ellos quieren vender. Otros géneros de música urbana sirven mejor a sus planes. Todos hemos tenido experiencias flipantes de rechazo en la radio. Recuerdo una vez que fui a una programa para una entrevista promocional de mi disco 78 y me recomendaron pasar una copia al locutor del programa de al lado, que tenía buena audiencia y bastante impacto en redes. El tipo, siempre con actitud de perdonarme la vida, echó un vistazo por encima al listado de canciones y dijo que la que podía poner era "El premio pa’ti", la colaboración con El Canijo de Jerez, porque allí les gustaba mucho la fiesta y el flamenquito. En vez de escuchar el tema entero, que son tres minutos, iba saltando cada 20 segundos, con la mala suerte de que pilló la rima “esta es mi tierra: veinte años de saqueo del PSOE”. Entonces me soltó que no se podía pinchar porque en su emisora no se permitían críticas a partidos políticos”, lamentaba.

Triunfar sin ninguna ayuda

Otro ejemplo lo encontramos en el reciente documental Underground Kings, que narra el ascenso de Natos y Waor desde las batallas de gallos ‘amateur’ en parques madrileños hasta tocar ante 11.000 personas en el Palacio de Vistalegre, el siete de abril de 2018. Gonzalo Sidre (Natos) y Fernando Hisado (Waor) pasaron de aspirantes a superventas sin ayuda de la prensa, ni de una discográfica, ni de las marcas comerciales ‘cool’, poco propensas a apoyar grupos que consideran ‘canis’, ‘chonis’ o ‘poligoneros’ (léase chavales de barrios humildes, con baja capacidad de consumo). Su único apoyo profesional, cuando ya tenían encauzado el éxito, fue la promotora de conciertos Taste The Floor. En general, a pesar de nuestra extensa red de festivales, el rap de barrio solo ha sido tratado con atención y respeto en contadas ocasiones, por ejemplo el festival del desierto de Monegros, Viñarrock o el desaparecido Cultura Urbana.

La historia del éxito del hip-hop nacional no tiene que ver con los recursos de nuestra industria cultural, sino con su capacidad para aprovechar parques, paredes, casas okupas, pequeñas salas del extrarradio y foros de Internet para que circulen sus crónicas callejeras, que reflejan la realidad de la juventud de barrio. En solo tres días, tras un paso por Movistar+, el documental se compartió en redes y alcanzó el medio millón de visionados (llegó a meterse al top 10 de Youtube Tendencias). Podríamos aplicar aquí, incluso en el caso de Jota Mayúscula, los versos de la estrella de la salsa Héctor Lavoe: “Si no me quieren en vida/ cuando muera no me lloren”.

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