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Cultura

Gregorio Morán: “El dilema de Cataluña es el buenismo. Hay cosas que están por encima del diálogo”

Gregorio Morán.

Ahí donde haya una fosa abierta, estará rondando Gregorio Morán para dar paladas de tierra sobre el difunto. Polémico por naturaleza, el escritor y periodista tiene un historial importante de autopsias y funerales. No hay institución política cuyo ocaso él no haya documentado y glosado. Lo hizo con el PCE en su libro Miseria y grandeza del Partido Comunista de España 1939-1985, que el sello Akal acaba de reeditar. Luego lo hizo con la Transición, cuya tasación ejecutó en El precio de la transición (1987). Siguieron Ortega y Gasset, retratado en el durísimo libro El maestro del erial (1998) y Adolfo Suárez, al que no le concedió ni por asomo el azúcar que muchos añaden en su biografía. Morán insiste: él no busca enterrar a nadie, los muertos se cruzan en su canino. Alguien, asegura, tiene que encargarse de darles sepultura.

Morán insiste: él no busca a quiénes enterrar, los muertos se le aparecen solos. Y alguien tiene que encargarse de darles sepultura

Visiblemente más delgado, Gregorio Morán (Oviedo, 1947) acude a esta entrevista con un sombrero de fieltro y una americana de paño grueso. Afuera hace calor. Morán no ha tenido un verano sencillo. Le ha tocado reponerse de un ataque al corazón, que coincidió además con su despido como columnista de La Vanguardia, diario del que formó parte durante 30 años, y del que salió a causa –aseguró él- de una dura columna de opinión cuya censura no admitió. "Yo fui la primera víctima del proceso de desconexión con Cataluña", dice.  Pero hay bastantes más temas en el tapete de cara a esta conversación. Su relectura del Partido Comunista Español parece propicia para revisar el papel de la izquierda española en los últimos años y, especialmente, durante la escalada secesionista catalana, que esta semana llega a su punto más álgido con la declaración de independencia y la aplicación del artículo 155.

En dos meses le ocurrió a usted de todo. Su ataque al corazón coincidió con el despido de La Vanguardia.

Todo fue sucesivo. Primero fue la censura del artículo en La Vanguardia. Luego ingresé en el hospital, de madrugada. Prácticamente estaba en recuperación cuando llegó el burofax informándome que estaba despedido.

¿Quiere decir eso que Cataluña no sólo está enferma, sino que uno enferma viviendo en Cataluña?

La verdad es que aquí, en Madrid, se está muy bien. Salvo algunas preguntas de oficio, nadie habla sobre Cataluña, que es un tema obsesivo. Allí en cambio no hablas de otra cosa.

Es ‘El Tema’. Aunque usted estuvo en Bilbao en una época complicada, los ochenta. Tiene la piel curtida, ¿no?

Sí, eso es cierto. Aunque ya me pilla algo mayor.

Si hace 30 años escribía que el PCE se había suicidado. ¿Cómo se entiende que haya arrojado a los brazos de Podemos lo poco que quedaba, por ejemplo IU? Anguita ayudó, y bastante.

Añadí la palabra agonía al título Miseria y grandeza del partido comunista de España: 1939-1985, porque cuando escribí el libro en el año 1986 lo que estaba ocurriendo era la decadencia, pero no una agonía. Lo que ocurrió con Izquierda Unida ya no es la historia del PCE. Tiene poco que ver, es una forma de conservar los restos del naufragio y demuestra cómo aquel fenómeno que fue el PCE sobrevivió al franquismo pero no a la democracia. Es llamativo, porque lo más difícil era superar la clandestinidad. Y se superó, lo que no se superó fue las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras, ni luego la victoria del PSOE en octubre de 1982, que significó el final. Todo el magma del PCE se fue desplazando hasta constituirse en la levadura de otros partidos políticos, desde el PP hasta Podemos.

Entiendo que diga que IU no es el PCE, claro que no lo es. Es algo peor: son sus herederos. Garzón anda promocionando libro, por cierto. Se titula Por qué soy Marxista … ¿Se revuelve alguien en la tumba con eso?

(Risas) Yo no lo he leído el libro, pero bueno… Garzón pertenece a la generación de los nietos. Representa otro tipo de preocupaciones. ¿Garzón es el de la boda aquella con fasto?

Ése, sí. Alberto Garzón

Pues eso mismo sería impensable hace 30 años.

Gregorio Morán durante la entrevista.

¿Al PCE no le quedó, ni acaso, un heredero? ¿Alguien que recogiera su legado?

Las las herencias políticas se trasladan con más dicicultad que las económicas. No necesitas excavar mucho para encontrar en el PSOE rasgos del viejo PCE.

¿En cuál PSOE?

Felipe González constituyó su gobierno y sus ayudantes con una base militante del PCE, que se pasaron gracias a Solana, que fue el introductor. El PSOE de Pedro Sánchez seguro que no tiene ningún rasgo, claro.

¿Por qué decide reeditar este libro justo ahora? Entiendo que no circuló lo suficiente en su momento, pero sí se leyó. ¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora?

El momento era bueno. La editorial estaba muy dispuesta. El libro está a precios astronómicos en las librerías de viejo. En EEUU llegó a alcanzar dos mil dólares en las librerías especializadas. Era un momento oportuno para refrescar la memoria  de un periodo que tampoco ha quedado tan lejos. Estamos discutiendo ahora sobre la constitución de 1978.

¿Eso es un signo de qué?

Es un signo de que la historia aquí cuesta mucho que pase. Es muy fácil arrumbarla, ponerla a un lado, pero asumirla es muy difícil.

¿La brecha que abre el independentismo podría hacer que España se levantara un día republicana?

(Ríe, larga y lentamente) No hay condiciones para que España amanezca republicana. Las condiciones que se dieron en abril de 1931 no se pueden repetir.

Se lo digo por la vía despejada para una reforma Constitucional.

La reforma constitucional es la reforma de un texto existente, por lo tanto no es lo mismo que poner un nuevo sistema o un nuevo régimen, que sería la República. En este momento la sociedad española en su conjunto, incluyendo a aquellos que no somos monárquicos, consideramos que hay tareas mucho más prioritarias que declarar monarquía o república.

Cataluña urge. ¿Qué es lo prioritario en Cataluña?

Estamos metidos en un lío que no se puede simplificar. Pero se trata de volver a una situación de normalidad democrática. Destrozar una sociedad lleva muy poco tiempo, curarla, es decir, tratarla y hacer que las heridas cicatricen, lleva bastante más tiempo.

El escritor y periodista Gregorio Morán.

EL PSC de José Montillla propició buena parte de las cosas que ocurren hoy y el PSC lo está pasando muy mal, incluso Podemos está en aprietos. ¿Cuál ha sido la relación de la izquierda con el nacionalismo?

El españolismo es una herencia de 30 años de dictadura. Eso curó, en el aspecto más negativo, el patriotismo hispano. La complicidad con los nacionalismos, tanto el vasco como el catalán, por parte de la izquierda era obvio. Mientras no constara lo contrario, estábamos en el mismo lado de la barricada frente a la dictadura. Esto cambia a partir de las elecciones y los nacionalismos. No era lo mismo pedir la autonomía sobre el estatuto, que veintitantos años de Pujolismo en Cataluña.

Franco está en boca de todos. ¿Cuál es el tamaño de la carencia para tener que meterlo en un debate del agravio? ¿Por qué no hay argumentos de más peso en el repertorio de Podemos?

Eso habría que preguntárselo a Podemos porque su actitud respecto al independentismo catalán revela una mala conciencia de pasado. Pero, claro, muchos de ellos ni habían nacido en la época de la dictadura. Sin embargo, sí creo que hay una mala conciencia sobre ese periodo y sobre la Transición en sí. Yo he sido de los más críticos con respecto a la Transición, pero una cosa es ser crítico con un fenómeno canonizado, pero resulta que ahora está demonizada.

Entre una cosa y otra, ¿con qué nos quedamos?

Nos quedamos con una clase política poco experimentada, que es el caso de Podemos. Una clase que improvisa incluso más que la derecha tradicional española. Una clase que no  sabe todavía ubicarse en los nuevos relatos, como se llama ahora pedantemente a las cosas y que es una manera de enmascarar la realidad. Al igual que el comienzo de la Transición fue el fenómeno de creación de una clase política bastante dinámica y que supo cauterizar muchas de las heridas, no todas pero muchas, en este momento si hay algo que refleja la situación en Cataluña y cómo se aborda, es la improvisación.

Así como el PCE se suicida y se queda sin herederos, ¿se puede entender que el independentismo tampoco consiguió formar relevo? Mire a Puigdemont.

Por eso ocurre lo que está ocurriendo. Hacen una declaración unilateral de ruptura con el sistema y luego no saben qué hacer. En una situación como ésta intentan buscar soluciones de emergencia a cosas que no había previsto. En política no se puede prever todo, pero era obvio que el Estado no se iba a quedar de brazos cruzados.

Gregorio Morán cree que el dilema de Cataluña es el buenismo. "Hay cosas que están por encima del diálogo", asegura.

Algunos dicen: el rey ha hecho su papel y los empresarios han hecho su papel. El Ejecutivo es el único que, de cumplir, lo ha hecho tarde y mal. ¿Qué piensa usted?

Todos han hecho su papel. Yo que no he votado en mi vida al PP ni lo votaré, porque representan cosas que no comparto, no me convence esto de demonizar a Rajoy. Era, mejor dicho es, una situación muy difícil. Porque la otra parte está jugando a la contra, cualquier decisión que tú tomes no sólo condiciona la del otro, sino que la crea. Ahí hay un problema serio que diferencia a Cataluña del País Vasco. En Cataluña nunca se entendió muy bien lo que era el Estado, mientras que en el País Vasco sí. En Cataluña el Estado era Madrid, donde se viene a una biblioteca que es la Blanquerna, con unos delegados, donde se venía a pedir un dinero, pagar impuestos o pedir subvenciones. Pero el Estado como ente nunca se ha entendido, hasta tal punto de una de las cosas más patéticas: gente que se queja en Cataluña de que la calle la domine uno o el otro. El asunto es que no puedes abandonar la calle. No se puede disolver una manifestación ilegal con claveles, porque la calle no se ha tomado con claveles. Y aquí estamos con un dilema eterno de las últimas décadas en Cataluña, que es el buenismo: el diálogo. Hay cosas que están por encima del diálogo.

La fuera o la ley… ¿no?

Eso es evidente. Frente a un terrorista que va a matar no se puede tener diálogo. No estás en igualdad de condiciones.

El PCE primero, la Transición, Ortega, Suárez, la RAE… ¿Hay alguna institución que a usted no le quede por desmontar?

Son instituciones que se han cruzado en mi vida, parece que … he ido a buscarlas.

Lo ha hecho, sin duda. Gregorio Morán siempre va con la escopeta.

La verdad es que he indo encontrándolo todo. Hombre, siempre lo buscas pero no al grado de tensión que uno se fue encontrando en la vida.

¿Por qué Gregorio Morán tiene tantas facturas por cobrar? Hay una vocación analítica, pero también de ejercer de enterrador.

Sí, pero por exclusión. Yo no estaba buscando eso. Cuando hice la biografía de Adolfo Suárez en el 79, algún ilustre colega hoy ya colocado en posiciones de derecha, incluso extrema, me decía. ‘qué idea has tenido’. Pues ninguna. Hay un presidente de Gobierno que no tiene biografía. No hay que romperse la cabeza. Si a eso lo llamamos una idea…

No me ha contestado.

Si hay muertos sin enterrar, hay que enterrarlos. Como dirían en la revolución Francesa. Es una labor de salud pública. En definitiva: yo no hago literatura, te vas encontrando unos muertos en tu vida. En el país Vasco, cuando fui allí expresamente, tuve un fracaso relativo. Fui con la idea de explicar lo que se vivía ahí a partir del año 80. Estuve dos años, mi objetivo. Fracasé. El libro de vendió muy bien en el País Vasco pero en España no les interesó un comino el libro, como diciendo a qué viene esto.

Gregorio Morán.

Su salida de La Vanguardia ocurre antes de que estalle todo…

Fui la primera víctima

Pero espere, tampoco decía nada extraordinario, nada que ya no hubiese dicho. ¿Hay algo de lo que ocurrió en La Vanguardia que usted no nos haya contado?

Soy la primera víctima colateral del proceso de desconexión, porque hasta entonces no habían echado a alguien de un medio de comunicación.

En el que llevaba usted 30 años, por cierto. Ya se sabía quién era Gregorio Morán. Y usted sabíaa qué atenerse con La Vanguardia.

Es verdad, había escrito artículos muchísimo más duros. Claro que no había el ambiente que se estaba creando...

¿Qué tan problemático podía ser usted para La Vanguardia, después de tanto tiempo?

Eso habría que preguntárselo a ellos. Porque me pareció el momento más inoportuno, mi enfermedad y el verano, pero creo que era algo así como ‘ante la que se avecina, vamos a sanear’. Si en toda España la situación de los medios no es buena, en Cataluña es muy mala.

Sea más específico, por favor.

Hay un dato que no debemos olvidar. En un hecho sin precedentes en la prensa: el comité de empresa de La Vanguardia envió una carta privada al director en la cual pedían que censuraran mis artículos. Que los colegas pidan al director que te censuren no tiene precedente, a menos que formes parte de esa minoría independentista, que considera que el periódico debe de ser un monopolio.

¿Cuántas ‘ La Vanguardia’ se han sucedido en los años en que usted formó parte del periódico?

Tres o cuatro.

¿La más evidente? Cíteme una.

Yo creo que al experiencia vasca fue traumática, porque había unos niveles de violencia armada que en La Vanguardia de  Barcelona no existió nunca. Cuando me marché a vivir de Madrid a Barcelona, encontré una ciudad integradora, de alguna manera estaba el pulpo del pujolismo actuando de manera expresa y dominante. No olvide una cosa. Pujol no concedía entrevistas. Se entrevistaba a sí mismo y las mandaba a los medios ya lista y con el titular puesto. Esto era aceptado por los medios como algo normal. Cuando yo comparé la situación en Cataluña como una situación siciliana algunos portavoces del catalanismo light instalados en Madrid dijeron ‘no hay mafia’. Luego se demostró que, durante muchos años, el portavoz de la catalanidad y el catalanismo era un delincuente.

¿Tiene usted algún reproche contra La Vanguardia como institución?

Ninguna. Mi etapa fue normal. Con los rifi-rafes normales de un escritor de opinión en un periódico que se ha caracterizado siempre por la cercanía al poder, sea cual fuera el poder. Esa es la principal característica de La Vanguardia: que lo ha superado todo siempre.

Para cerrar, por aquello del Comunismo. En el prólogo de esta reedición invita a leer este libro como una novela. A día de hoy… ¿habría que leerlo como una tragedia?

Sí, como un hundimiento. Estudiar el PCE como se estudia la historia del Titanic, aunque aquí no había músicos. En la decadencia del PCE no hubo música, ni siquiera La Internacional. Cada uno recogió sus cajas y se fue a su casa. El final del PCE no fue un final operístico. Es un final un poco cutre. Un sálvese quien pueda. Unos se apuntan al PSOE,  otros a otros lugares. Cuando salí del PCE nadie me dijo nada. Yo nunca llegué a tener carné, así que cuando llega la legalidad yo ya no estoy. De hecho, yo pertenecía a un periodo histórico que los portavoces del PCE, empezando por Santiago Carillo, consideraba que lo mejor podíamos hacer los integrantes de esa época era marcharnos. Éramos un grano. Entonces todo el mundo entraba en el PCE, nadie salía. Porque pensaban que iba a ganar las elecciones y no fue así. Lo tenía muy claro, el partido que yo conocí en los últimos años estaba llamado a perder.

 

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