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Cultura

Historias de la historia

Cuando Francia usó el terrorismo contra Greenpeace

El cincuenta cumpleaños de Greenpeace sirve para recordar la acción más sucia del presidente Mitterrand

Greenpeace nació hace 50 años, cuando una docena de activistas defensores de la naturaleza navegaron en un pequeño pesquero a las Islas Aleutianas, entre Alaska y Siberia, para impedir unas pruebas atómicas estadounidenses. La romántica empresa de septiembre de 1971 no logró sus objetivos, EE.UU. realizó sus ensayos nucleares en las Aleutianas, pero el movimiento logró una resonancia mundial, a la vez que establecía su tradición marinera.

Una década después Greenpeace era una potencia en el mundo de las ONG y disponía de un barco flamante, el Rainbow Warrior (Guerrero del Arcoiris), un airoso velero de tres palos, con motores auxiliares que le permitían navegar a 12 nudos, antiguo buque de investigación del Ministerio de Agricultura británico. En 1985 el Rainbow Warrior zarpó rumbo al Pacífico Sur con una misión similar a aquella con la que había empezado la historia de Greenpeace, impedir unas pruebas militares nucleares. Pero esta vez el adversario no era Estados Unidos, sino Francia.

Hacía tres años que había subido al poder el socialista François Mitterrand, el primer presidente de izquierdas de la V República Francesa. Mitterrand había alcanzado la victoria con una campaña electoral novedosa, con una atención especial a su imagen. Sus expertos le habían hecho incluso limarse los colmillos, que eran muy puntiagudos y le daban cierto aspecto draculesco. En realidad Mitterrand tenía un pasado inquietante para la opinión progresista: había sido funcionario condecorado del régimen del Mariscal Petain, que colaboró con los nazis durante la II Guerra Mundial –su biografía oficial decía en cambio que había participado en la Resistencia- y era ministro del Interior cuando comenzó la rebelión en Argelia, que se convertiría en la sangrienta Guerra de Independencia. Tenía por tanto esqueletos en el armario que esconder y venía de una época en la que el recurso a la violencia era lo natural.

Años después se sabrá que quien coloca las minas navales en el casco del Rainbow Warrior, que es el hermano de Ségolène Royal, gran figura del Partido Socialista francés


Además, por encima de su ideología socialista, Mitterrand tenía una visión de la Historia que le hacía sentirse sucesor de De Gaulle y de Luis XIV, estaba convencido de que debía mantener la grandeur de Francia. Un elemento clave de esa grandeza francesa, tal como había establecido De Gaulle, eran las armas nucleares para poder tratar de tú a tú a las grandes potencias. Necesitaba realizar ensayos con sus bombas, y el campo de pruebas era la Polinesia Francesa, una posesión colonial en el Pacífico Sur que abarcaba cinco millones de kilómetros cuadrados de océano, salpicado de islitas muy poco pobladas, y a más de 4.000 kilómetros del país más cercano, Nueva Zelanda. Pese a lo remoto del campo de pruebas, Greenpeace decidió ir allí para impedir las explosiones. Pero las autoridades francesas no estaban dispuestas a consentirlo y pusieron en marcha la Operation satanique.

La célula de Miterrand

El Rainbow Warrior tiene previsto llegar a Auckland, capital de Nueva Zelanda, a primeros de julio de 1985. Allí se reunirá con otros barcos que también están dispuestos a boicotear las pruebas nucleares francesas. Pero mucho antes, en marzo, llega a Auckland una mujer joven, Christine Cabon, oficial de la Marina francesa que trabaja para los servicios secretos. Viaja bajo nombre supuesto y se presenta como activista antinuclear. No le cuesta infiltrarse en los círculos ecologistas locales, donde obtiene un caudal de información que permitirá neutralizar a Greenpeace.

Christine Cabon es la espía clásica, pero a finales de junio comienzan a llegar los hombres de acción. Los hombres y la mujer, porque el jefe del operativo, el comandante Maffart, especialista en operaciones subacuáticas, va acompañado por la capitana Prieur, haciéndose pasar por un matrimonio suizo. De forma escalonada llegan en avión otros cuatro hombres del servicio secreto, que serán quienes lleven a cabo materialmente la operación, y como apoyo, un yate aparentemente de placer, el Oueva, con cuatro oficiales de la Marina francesa. Todos ellos usan identidades falsas, pero años después se sabrá que quien coloca las minas navales en el casco del Rainbow Warrior, es el capitán Gérard Royal, hermano de Ségolène Royal, gran figura del Partido Socialista francés, que sería candidata presidencial y pareja del también presidente socialista François Hollande, con el que tendría cuatro hijos.

El 22 de agosto el servicio secreto francés reconoce su autoría, aunque afirma que sus agentes no estaban autorizados para realizar una acción tan contundente

Por fin, el 7 de julio de 1985 llega a Auckland el Rainbow Warrior. Tres días después los submarinistas franceses colocan en el casco del buque dos minas magnéticas que explosionan al filo de la medianoche. Según dirían los franceses en su defensa, la deflagración de la primera mina debería servir de alarma para que los tripulantes abandonasen el barco, y la segunda debería hundirlo, pero lo cierto es que un fotógrafo de Greenpeace, Fernando Pereira, se hunde con el Rainbow Warrior.

El escándalo es mayúsculo, porque todo apunta a París. El gobierno francés se apresura a negar cualquier implicación, pero enseguida la policía neozelandesa detiene al jefe del comando y su falsa esposa, un comandante y un capitán de la Marina francesa. Es el primer acto de terrorismo que se produce en Nueva Zelanda y lo ha realizado un país democrático y amigo.

Negarlo todo

La estrategia oficial francesa es negarlo todo, pero cada vez se hace más insostenible. También son detenidos los cuatro militares del yate Oueva, aunque se les soltará por falta de pruebas. Al verse en libertad navegan hasta un punto desconocido y hunden en el Pacífico el yate, para eliminar evidencias. La mujer espía que preparó el terreno desaparece en Israel. El presidente Mitterrand condena el atentado y afirma que, en caso de demostrarse la participación francesa, los responsables serán castigados. Finalmente, el 22 de agosto el servicio secreto francés reconoce su autoría, aunque afirma que sus agentes no estaban autorizados para realizar una acción tan contundente.

El comandante Mafart y la capitana Prieur son juzgados en Nueva Zelanda, y condenados a 17 años de prisión, con 10 de cumplimiento, pero Francia presiona a través del secretario general de la ONU y mediante un boicot comercial, hasta conseguir que los dos puedan cumplir su pena en una base militar francesa del Pacífico y solamente durante tres años. Aunque París no cumplirá el trato, los reintegrará a Francia y al servicio enseguida.

Y es que, como ha reconocido el propio primer ministro francés Fabius, han actuado bajo órdenes superiores y ningún agente merece ser castigado. Todo apunta al presidente Mitterrand, que ha montado su propio servicio secreto, la llamada Célula del Elíseo (el palacio presidencial). Es la punta del iceberg de una serie de actividades ilegales promovidas por Mitterrand que se irán conociendo poco a poco, pero eso es ya otra historia.

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