Quantcast

Cultura

'Una veterinaria en la Borgoña': la eterna lucha entre el campo y la ciudad que arrasa en Francia

Julie Manoukian dirige una comedia sobre las contradicciones entre lo urbano y lo rural que anticipa la covid

Las películas sobre el redescubrimiento de la vida en el campo se han convertido casi en un subgénero del cine popular en Francia, en especial en los últimos años, con títulos como 'Un médico en la campiña' o 'La familia Bélier', ambas con éxito de taquilla en el país galo, y el interés en ellas no hace más que aumentar. Esta semana llega a los cines españoles Una veterinaria en la Borgoña, el enésimo retrato de ese choque entre la vida urbana y la experiencia rural que, a pesar de no aportar ninguna diferencia esencial respecto a sus predecesoras, volvió a llevar en masa al público a las salas francesas aunque, eso sí, en la época previa a la covid.

Esta película, que en Francia se estrenó bajo el título Les vétos ("los veterinarios", en español) y que supone el debut en la dirección de Julie Manoukian -hija del célebre compositor francés André Manoukian-, llega este viernes a los cines españoles, un mercado en el que estas historias de contraste entre la ciudad y el campo también son bien recibidas y que, sin embargo, no encuentran una réplica en la producción nacional, salvo excepciones como la comedia Las ovejas no pierden el tren (2014) o la serie de humor El pueblo.

En el terreno más independiente, cabe destacar la reciente Verano 1993, de Carla Simón, quien prepara el rodaje de Alcarràs, que toma como contexto la cosecha de melocotón en el pueblo de la familia de su madre. Sin embargo, son excepciones en un país de herencia campesina, a pesar del atractivo -idílico o realista- que despierta el mundo rural, especialmente a causa de la covid, y del interés que suscita el campo en el ámbito de la literatura, tanto por el fenómeno de la despoblación (La España vacía, 2016, de Sergio del Molino) como por asuntos relacionados con la infancia en el campo o la memoria (Feria, 2020, de Ana Iris Simón).

En Francia existen tres territorios: París, las otras ciudades y el campo. Son tres realidades muy diferentes y realmente en los medios se habla solo de París, lo que saca de quicio a mucha gente. Todo el país odia a los parisinos"

En cualquier caso, lo cierto es que el cine francés sabe sacar provecho de la confrontación entre lo urbano y lo rural y, en especial, de esa falta de comunicación que en esta comedia amable y familiar se plasma a la perfección. "En Francia existen tres territorios: París, las otras ciudades y el campo. Son tres realidades muy diferentes y realmente en los medios solo se habla de París, lo que saca de quicio a mucha gente. Todo el país odia a los parisinos", cuenta la cineasta a Vozpópuli durante su visita a Madrid para presentar este filme.

La película presenta dos universos que entran en colisión. Por un lado, el de Nico, un veterinario que trata de salvar la clínica que comparte con un veterinario a punto de jubilarse, y Alexandra, una joven brillante, licenciada y dispuesta a continuar en la investigación convencida de rescatar al mundo de una pandemia que, sin embargo, regresa a su pueblo natal sin haberlo planeado. Como si se tratara de un relato premonitorio, los cuidados más humanos y la dedicación a la ciencia chocan y tratan de encontrar un punto intermedio en esta ficción.

A París le ocurre como a otras capitales europeas, aunque a una escala mayor. Según cuenta la directora, que vive en la capital francesa desde hace tres lustros, esta es "una de las grandes ciudades con mayor densidad de población", en la que la gente "se da codazos". Allí existe lo que denomina el "síndrome de París". "Huele mal, hay caca de perro por todas partes, el taxista te insulta cuando subes al taxi. En Nueva York hay mucho turismo pero son acogedores y amables", cuenta Manoukian sobre la ciudad en la que vive la protagonista de esta historia, en la que "no hay verdaderos parisinos".

Confinamiento en Francia: al borde de la "depresión"

Manoukian ha reconocido que el confinamiento y las posteriores medidas restrictivas a causa de la covid la llevaron "al borde de la depresión" por lo que está convencida de la importancia contribuir desde su profesión, el cine, con historias que aporten "algo de esperanza". "Estoy muy enfadada con el lugar que ocupa la distopía. Cuando veo lo que se propone a adolescentes y niños, esas imágenes de desastres constantes, no puedo evitar pensar en que esa acumulación nos ha preparado para lo que venía, y quiero aportar otra visión", señala la cineasta.

Según ha contado, lleva "años" preocupándose por la situación ecológica y la covid "aceleró" su intranquilidad. Tal y como ha señalado, en referencia al objetivo de la protagonista de esta película, que tiene el fin de "salvar al mundo de una pandemia", cuando su hijo de 12 años nació ella temía por el peligro de la fiebre porcina. Sin embargo, la pediatra le dijo que no valía la pena vacunarse, porque no era grave en el ser humano.

"Sabemos que no es ahora, pero debemos preocuparnos", le dijo la doctora, lo que puso en alerta a Manoukian. "Creo que la vida es más difícil para mí y para todos los que escuchan a los científicos. La comunidad científica alerta pero nadie les hace caso, y es muy difícil enfrentarte a un hecho cuando llevan años diciéndote que va a ocurrir", afirma.

El ámbito social en Francia es muy cerrado y es muy difícil tener una oportunidad si uno no tiene un contacto. Si no conoces a alguien en Francia es imposible. Normalmente, quienes salen adelante son hijos de, y eso saca la ira de quienes no tienen esos contactos"

Julie Manoukian estudió Historia y, a pesar de tener desde niña el sueño de dedicarse al cine, tardó en dar el salto. En ese viaje, ha reconocido que ser hija del popular compositor le ha abierto las puertas. "Como me llamo así, automáticamente tengo las puertas abiertas, sería deshonesto por mi parte no reconocerlo. Digamos que he tenido más suerte que otros, sí", reconoce la realizadora, quien apunta que "el ámbito social en Francia es muy cerrado y es muy difícil tener una oportunidad si uno no tiene un contacto".

"Si no conoces a alguien en Francia es imposible. Normalmente, quienes salen adelante son hijos de, y eso saca la ira de quienes no tienen esos contactos, algo que me parece justificado", sostiene. En cualquier caso, su padre, que tiene una imagen "ligera y simpática" en Francia, no ha supuesto un "peso" para ella puesto que trabajan en ámbitos distintos.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • R
    Rigby

    probando