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Cultura

Una ficción llamada Notre Dame

Las llamas arrasan el tejado de la catedral de Notre Dame, el lunes 15, en París (Francia).

Es el símbolo de la ciudad: la iglesia de Nuestra Señora de París. Aunque la fachada que el fuego ha devastado en el incendio de este lunes es el fruto de una remodelación del romanticismo, su origen es muy anterior. Construida entre los siglos XII y XIV, su estructura atestigua los elementos del gótico, incluida su bóveda de crucería, un mecanismo que descongestionó el peso de sus muros y permitió el despliegue de vitrinas. La mayoría de esas cristaleras se destruyeron en el siglo XVIII y fueron reconstruidas en los siglos siguientes, a excepción de sus tres grandes rosetones, que permanecieron intactos.

Victor Hugo y su novela 'Notre Dame de Paris'

Inmortalizada por Victor Hugo en 1831 en su novela Notre Dame de Paris, la iglesia parisina posee un peso simbólico que permitió al escritor trazar una historia de la ciudad a partir 1482. De esas páginas nació Quasimodo, 'el jorobado', el personaje encargado de tocar las campanas de la catedral. Su historia cristaliza el prototipo del marginado: un niño con malformaciones físicas, hijo de una gitana, que vive en los entresijos del templo medieval. Es un guardián escarmentado, alguien a quien el pueblo parisino aparta y excluye y que ha conseguido en esa catedral el cobijo que no halla en otros lugares.

En las páginas de aquella novela, Victor Hugo concitaba un feroz incendio que zahería la estructura de la iglesia: “Por debajo de aquella llama, por debajo de la oscura balaustrada de tréboles al rojo, dos gárgolas con caras de monstruos vomitaban sin cesar una lluvia ardiente que se destacaba contra la oscuridad de la fachada inferior. A medida que aquellos dos chorros líquidos se aproximaban al suelo, se iban esparciendo en haces, como el agua que sale por los mil agujeros de una regadera”, escribió Víctor Hugo. 

A la luz de este fuego, las líneas del francés cobran un carácter trágico y premonitorio

A la luz de este fuego, las líneas del francés cobran un carácter trágico y premonitorio: “Por encima de las llamas, las enormes torres, de las que en cada una se destacaban dos caras, una toda negra y otra totalmente roja, parecían aún más altas por la enorme sombra que proyectaban hacia el cielo. Sus innumerables esculturas de diablos y de dragones adquirían un aspecto lúgubre y daba la impresión de que la inquieta claridad de la llama les insuflara movimiento”. Hay quienes aseguran que Victor Hugo escribió aquella novela para salvar la catedral, aquejada entonces por la desidia y la ruina.

La obra produjo un estado de opinión que recogió la denuncia inicial de Victor Hugo en el momento de escribir esta novela: el escritor acusaba de dejadez a quienes permitían, ya entonces, las pésimas condiciones del edificio. A partir de ahí se pone en marcha un proyecto de rehabilitación del monumento, en 1844. La reforma, poco menos que controvertida, propuso la versión más reciente del edificio, una versión basada en interpretaciones decimonónicas que fueron asumidas como propias. De ahí que para muchos, Notre Dame sea producto de una invención: lecturas incorporadas como originales, cuando se trataban de un artificio arquitectónico, una fusión de tiempos y visiones sintetizado en el edificio que esta semana conmocionó a la sociedad occidental, que veía arder uno de sus símbolos más importantes.

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