Entrevista

Cultura

Fernando Aramburu: "Me interesa más lo que puedan decir los lectores que los críticos”

El escritor presenta su nueva novela 'Hombre caído', en la que explora la naturaleza humana y las contradicciones morales

  • El escritor Fernando Aramburu -

A pesar de llevar varios años viviendo en Alemania, Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) sigue manteniendo su acento vasco. El escritor regresa a las librerías con ‘Hombre caído' (Tusquets), una recopilación de 14 cuentos que suponen una lúcida inmersión en la naturaleza humana. 

A lo largo de su trayectoria, Aramburu ha demostrado un profundo interés por indagar en la condición humana, un tema recurrente en su obra y que vuelve a ser el eje central de este nuevo libro. Su estilo literario, preciso y evocador, lo ha convertido en una de las voces más reconocibles de la narrativa contemporánea.

En esta entrevista a Vozpópuli, el escritor nos habla sobre su obra, su proceso creativo y su visión sobre la literatura y la sociedad actual.

P. Su nuevo libro nos sumerge en una variedad de emociones y situaciones extremas. ¿Qué lo llevó a explorar estos aspectos de la condición humana? 

R. Bueno, esto que se dice de explorar aspectos de la condición humana, o como a mí me gusta decir, dilucidar el funcionamiento del ser humano, es en realidad la harina con la que yo hago mis panes. Mi motivación principal cuando escribo, frente a otros escritores que anteponen la historia u otro tipo de género, lo cual también es legítimo, es justamente eso. Pero es lo mío, es lo que a mí me causa fascinación y lo que trato de aclarar con la ayuda de la literatura mediante historias largas, cortas... En este caso, son cuentos.

P. ¿Cómo nació la idea de escribir este conjunto de relatos? ¿Tenía un hilo conductor en mente desde el principio?

R. ‘Hombre Caído’, es la tercera entrega de un libro que presupongo voluminoso de cuentos. Entonces, el proyecto, que ya empezó hace muchos años, consiste en reunir mis cuentos en un solo volumen. Lo que ocurre es que cada cierto tiempo publico una selección. Esta es la última. Tiene catorce historias que formarán parte de ese hipotético volumen, que será el único libro de cuentos que yo haya escrito.

P. ¿Qué le atrae del formato del cuento en comparación con la novela? 

R. El cuento me gusta mucho, tanto como lector como escritor. Probablemente, de todos los géneros literarios que toco, es el que más gusto me produce. Así como hay otros a los que me entrego con perseverancia y con ganas, los veo un poco como trabajo, como complementos de proyectos que tengo. Cuando me siento a escribir cuentos, mi actitud es más bien gozosa, aunque mis cuentos tienden a ser un poco duros o crueles. Pasé por los cuentos para contar historias poco amables o  poco gratas. Nada dulces, nada románticas, nada ñoñas, espero.

P. ¿Cree que el cuento es un género subestimado en el panorama literario actual?

R. No me preocupa. No sé si ocurre eso. Hay quien dice que es subestimado, pero si los cuentos son buenos, creo que la víctima de esa consideración es quien los subestima.

P. El libro parece explorar la fragilidad de la normalidad. ¿Diría que la vida cotidiana esconde más sorpresas de las que imaginamos?  

R. Bueno, la vida cotidiana es la vida que tenemos; lo demás son vacaciones o ensoñaciones. Y mis cuentos transcurren todos, sin excepción, en esto que llamamos la vida cotidiana, normalmente en ámbitos urbanos y protagonizados por seres comunes y corrientes. Quizá por esto resultan más inquietantes que si fueran historias pobladas de monstruos y animales voraces, mitológicos, etc. 

Mis cuentos podrían ocurrir, con las debidas diferencias, allá donde vivimos, lo que es una manera de introducir en ellos al posible lector. Puesto que yo escribo sobre matrimonios, hermanos, en barrios, en calles, en una época irreconociblemente actual.

P. Así que, ¿son reflejos de la sociedad actual?

R. Pero si lo son, no es algo que yo me plantee fríamente, sino que, por el hecho de que reúnan personajes actuales que están influidos por la sociedad actual, pues sí que puede ser un reflejo del tiempo en que vivimos.

P. En sus relatos, las relaciones familiares tienen un peso importante. ¿Cree que la familia es el escenario donde se manifiestan nuestras mayores contradicciones? 

R. No estoy seguro de esto, tampoco creo que fuera relevante. Pero es muy posible que todos nosotros tengamos una familia, pero una familia no como institución, sino una familia concreta, real, con padres, madres, mejor o peor avenidos, en relaciones estables o inestables. Y es ahí donde hacemos, queramos o no, nuestras primeras experiencias vitales, donde nos enseñan un idioma o dos, depende, y quizá unas creencias, y nos inculcan unos hábitos.

La familia aparece con frecuencia en mis cuentos y novelas, quizá porque me atrae mucho un asunto o me resulta muy provechoso para la literatura, que es la dificultad humana de establecer relaciones armónicas que duren mucho. Y mi literatura vive bastante de esto, de la narración o de la descripción de esta peculiaridad humana. Estamos continuamente encontrándonos con otras personas en el ámbito laboral, en la familia, en el vecindario, en el colegio, congeniamos, no congeniamos, y al cabo de un tiempo ocurre algo, y se rompen algunas de esas relaciones. Estamos como dentro de un ajedrez inmenso en el que cada uno de nosotros es una pieza que se roza con las que está al lado: este te cae bien, aquella te cae mal, este ha dicho esto, lo otro.

Esto para mí es una fuente de inspiración continua, y de hecho describir esto, estos roces de unos con otros, en la vida cotidiana normalmente, y en la misma época que me ha tocado vivir, es la materia prima de mi literatura, la narrativa, y por supuesto también de los cuentos. Y claro, la familia es inevitablemente mencionable. Y bueno, la familia es una fuente de conflictos habitual.

La vida cotidiana es la vida que tenemos; lo demás son vacaciones o ensoñaciones” 

Fernando Aramburu (escritor)

P. ¿La ambigüedad moral de algunos de sus personajes es intencional? 

R. No, no intencionado en el sentido de que yo me siente en el escritorio y me diga: "Bueno, voy a escribir una historia en la que muestre la ambigüedad moral de los personajes". No, creo que esto va con nosotros, con el convencimiento que tengo de que estamos formados de distintas caras o facetas, que tenemos una cara para caer bien en un lugar, en cambio nos reservamos la verdad en otros. Vemos figuras públicas que postulan una cosa, pero luego resulta que son canallas, ¿no? Entonces, a mí todo esto me vuelve creativo, me lleva a cuestionar preguntas sobre la condición humana. Y, claro, me inspiran historias. Los asuntos morales sí que me preocupan mucho, además, no como teoría, sino porque están directamente conectados con la convivencia de los seres humanos. Esa es nuestra esencia: la moral, la aceptación de unos principios para convivir.

Y a veces algunos se los saltan, de ahí sucede un conflicto, ¿no? Que es difícil de aceptar. 

P. Algunos de sus relatos tienen un final abierto ¿Cree que el lector debe sacar sus propias conclusiones sobre ellos?  

R. No, bueno, el cuento es una barca en la cual el escritor lleva un remo y el lector, hombre o mujer, tiene que llevar el otro remo. No hay espacio para explicar, para describir. En cuanto a los finales, hay de todo tipo. Lo que no hay es el final abierto tramposo, es decir, el no final. "Ahí lo dejo y arréglatelas", ¿no?

Entonces, es verdad que en algunos cuentos no resuelvo completamente la historia. No la llevo a una escena que la cierra y deja al lector pasivamente como un espectador. Puede que lo deje con una media verdad, con una insinuación en la última línea, con algún elemento que le permita a la persona que lee concluir o imaginar el final. Esto sí lo hago naturalmente, pero no dejo abierto un cuento porque no se me haya ocurrido un final. No lo dejo abierto y me haga el moderno y el vanguardista. 

P. En este sentido, ¿tiene ganas de recibir el feedback por parte de los lectores? 

R. Las reacciones de los lectores sí que me interesan mucho porque, además, yo escribo para ellos. Me interesa más lo que puedan decir los lectores que lo que puedan decir los críticos o los presuntos especialistas, porque el lector, como los niños, te dice sinceramente lo que ha vivido. Si lo que uno ha hecho le ha llegado, le ha emocionado, le ha resultado significativo, ahí no hay vuelta de hoja. El lector tiene la última palabra para decir si le ha gustado o no, si le ha emocionado o no, si no le ha dicho nada, si considera que no está bien construido el texto.

Y de hecho voy a añadir una pequeña coda. Si por algo me gusta participar en ferias del libro es precisamente porque permiten un breve contacto con personas que han leído lo que uno ha hecho, y entonces uno se queda más o menos con la impresión de que ha conseguido convencer a esta persona o la ha decepcionado.

P. Sus libros anteriores han tenido un gran impacto. ¿Siente presión por las expectativas?  

R. Ninguna. El éxito es algo que deciden los demás. Yo no necesito estar con cada libro en las listas de más vendidos. Podría intentarlo practicando un tipo de novela que principalmente se lleva, pero mi compromiso con la literatura es serio. Es decir, yo sigo ingenuamente convencido, lo mismo que aquel adolescente que fui y que decidió ser escritor, de que la literatura es un arte, es el arte de la palabra escrita. Y además es mi espacio, es el espacio donde yo albergo mi verdad personal. No la verdad, sino la mía. Yo necesito ser auténtico en lo que hago. 

De hecho, yo he tenido mucho éxito con algún libro. Podría sin problemas haber repetido la fórmula. Además, ya por inercia me habría resultado fácil la tarea. Pero la literatura me mira directamente a los ojos y me dice: "Muy bien, puedes hacerlo, pero no cuentes conmigo, no te voy a ayudar y vas a fallar. Vas a fallar porque no vas a ser auténtico". Y tú puedes hacer trampa a los demás y a lo mejor consigues engañarles, pero ante ti no lo vas a hacer. 

P. En sus libros anteriores ha explorado temas sociales y políticos complejos. ¿Cree que el escritor tiene una responsabilidad con su tiempo? 

R. No, o sea, yo creo que el escritor sí tiene responsabilidades, pero creo que las debe decidir él. No creo que el tiempo deba venir a mi casa a dictarme responsabilidades. Yo sí asumo responsabilidades de todo tipo no solo ideológicas, también estéticas. Hay personas que gastan un dinero en comprar mis libros y dedican un tiempo a leerlos. Entonces, yo asumo la responsabilidad de esforzarme para dar lo mejor posible desde el punto de vista literario a esas personas.

También asumo una responsabilidad moral. Yo no acepto difundir ideas favorables a la crueldad, a la violencia, a la discriminación, al menosprecio de los demás. Entonces, esto ya es una responsabilidad. Yo me impongo un filtro porque no quiero causar daño, no quiero ser una persona innoble. Entonces, yo asumo responsabilidades. En lo que no creo es en lo que se llamaba el compromiso social. De hecho, creo que voy en la dirección contraria.

Prefiero que la actualidad política no ocupe demasiado espacio en mi mente para que no me interfiera y para no repetir los tópicos de época ni manejar ideas asumidas y no creadas propiamente. Creo que eso es negativo para la creación literaria. Yo creo que la mayor responsabilidad de los escritores es escribir buenos libros, y con eso ya es bastante. No es poco trabajo.

Después, en las entrevistas ya opinaré de lo que sea, eso sí. Pero nunca supeditaré el trabajo literario, que puede durar años, a la defensa de unos ideales.

P. En su opinión, ¿qué papel juega la literatura hoy en día en una sociedad hiperconectada y bombardeada de información?  

R. Bueno, tampoco creo que desempeñe un papel, pero sí está ahí y es una fuente de conocimiento, una fuente de gozo, una reserva del idioma donde un ciudadano puede encontrar textos compuestos con excelencia literaria. O sea, que en ese sentido puede desempeñar un papel, pero no un papel abstracto, no del autor frente a la masa. Esto no es posible. Los libros se leen en soledad. Los libros propician un diálogo entre alguien que escribe y una persona solitaria.

Es verdad que hay libros que se leen mucho, pero no se leen todos en el mismo sitio. No hay cien mil personas que se juntan en una plaza a leer la misma novela e interpretarla de la misma manera. Por eso es ilusorio pensar que un libro puede desempeñar un papel en la sociedad, porque imaginemos que sí, pero ya la primera condición que debería cumplir es que sea un best seller. Porque si lo leen pocos, cumplirá un papelito, ni siquiera un papelito. Pero si es un best seller, ya entra en unos canales comerciales que pueden desvirtuar la validez del pensamiento.

P. Y para terminar, ¿el último libro que se ha leído?

R. Pues mira el último libro actual que he leído, en lengua española porque también lo he leído en otros idiomas, ha sido la novela de Andrés Newman, ‘Antes que empiece a brillar’, que me ha gustado mucho, aparte de que ya tengo una disposición muy positiva con respecto al autor. Es una novela que recorre la vida de María Moliner, por lo cual ya me ha ganado antes de empezar a leerla. Los dos tomos del diccionario de uso de la lengua española de María Moliner han estado toda mi vida, toda mi carrera, encima del escritorio.  Es un libro muy bello, bien escrito, como los de Andrés Newman, y lo recomiendo, pero encarecidamente.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli