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Jean-Michel Jarre: "La inteligencia artificial ya es superior a la humana"

Presenta 'Welcome to the other side' (Sony, 2021), el resultado físico de su 'show inmaterial' en la catedral de Notre Dame

La catedral de Notre Dame se erige imponente en el escenario de la ciudad. Farolas, edificios contiguos… son los mudos espectadores del espectáculo arquitectónico, iluminado por cerca de una veintena de fotos que al cielo van en haces de luz. Pero no es real. Nada es real. O al menos sí virtual. El edificio es una recreación en realidad aumentada. Dentro, Jean-Michel Jarre (Lyon, Francia, 1948) sintetiza un órgano en una ceremonia de bienvenida al 2021. Pero no es Jean-Michel Jarre, sino su avatar. El Jean-Michel Jarre “de verdad” está en directo desde un estudio próximo a la catedral.

Aquella actuación fue retransmitida en vivo a través de BFM París y de Internet y para quienes poseyeran un equipo VR conectado al PC. France Inter, la radio pública, emitió también el concierto. En total, unos setenta y cinco millones de oyentes, sobre todo en stream. Quien lo probó lo sabe: el 21 de junio de 2020, Jarre celebró otro VR concert, en esa ocasión bajo el nombre de Alone together. Para no salirse del concepto, Jarre hace la siguiente entrevista por Zoom. Presenta Welcome to the other side (Sony, 2021), el resultado "físico" del "show inmaterial" en Notre Dame. Trance en Francia. Año Nuevo en París. Vozpópuli tuvo la suerte de poder hablar con este músicos superventas.

Pregunta: Ha escogido el título Welcome to the other side… ¿Qué es? ¿Qué hay ese "otro lado"?
Respuesta: Es un proyecto que me vino a la cabeza durante la pandemia porque, huelga decirlo, todos llevamos dos años confinados o aislados de una forma u otra. Y en el caso de los músicos, no hemos podido subirnos a un escenario. Quería ahondar en la realidad virtual, en una forma de expresión artística que se adaptara totalmente a la situación que estábamos viviendo. La primera oportunidad que tuve de hacer algo en esta línea fue con el proyecto Alone together, en junio de 2020, una iniciativa del ministro de Cultura para un concierto virtual en el Día Internacional de la Música. Lo organizamos en tres semanas y la verdad es que fue emocionante. Me hizo darme cuenta de que quería seguir trabajando en esa dirección. Una cosa llevó a otra y barajé la posibilidad de hacer algo más ambicioso para Fin de Año; algo relacionado con Notre Dame, en París. Se trataba de vincular el sentimiento de esperanza que representa la Nochevieja con una catedral como la de Notre Dame que, como nosotros, había recibido un mazazo y estaba renqueante, en los huesos. En fin, todo esto me pareció una buena idea y así se lo propuse al Ayuntamiento de París. A la alcaldesa también le gustó la idea. Así que me rodeé de artistas y profesionales emergentes de diferentes países. Fue un proyecto eminentemente europeo; había gente de Escocia, artistas gráficos franceses, de Italia, de España, de Alemania…

¿Cuál era su intención con este proyecto?
Quería traspasar los límites, hacer algo que no se hubiera hecho en Europa, y fue el primer concierto en realidad virtual que se hacía en verdadero directo. Porque ahora se habla mucho de conciertos virtuales, pero hasta ahora lo que se ha podido ver han sido en su mayoría espectáculos pregrabados o con material que ya existía, como lo que hizo Travis Scott con el videojuego Fortnite. Nosotros nos impusimos el reto de crear algo que mezclara lo audiovisual y el directo, que se pudiera disfrutar mediante la realidad virtual pero también a través de la radio, la televisión o las redes sociales, ya fueran redes sociales occidentales o chinas o asiáticas. Y supongo que por eso tuvimos una audiencia de más de setenta millones de espectadores, lo cual superó de largo todas nuestras expectativas. Demostramos que la realidad virtual podría ser otro de los formatos habituales que todos manejamos y que gracias a ella podemos reunir a personas que se encuentren aisladas, bien por algún impedimento físico o por cualquier otra razón. De hecho, durante la pandemia todos hemos tenido hasta cierto punto impedimentos de ese tipo. Desde el punto de vista creativo, proyectos como este nos permiten explorar infinitas posibilidades. Podemos crear diseños que ni siquiera se concebirían en el mundo real. Vamos, fue una experiencia increíble.

Y lo siguiente debía ser…Lo siguiente fue pensar cómo podíamos pulir lo que habíamos hecho en directo para trasladarlo al vinilo o al CD. Estamos hablando del primer disco en directo basado en un concierto virtual. Todo el proceso fue apasionante, la verdad. Trabajé mucho con el concepto de inmersión, que fuera algo inmersivo. No solo en lo visual, sino también en términos de sonido. Mezclé el proyecto en el estudio Innovation de la radio pública francesa, el equivalente de la BBC en Francia, porque tienen un estudio especializado en sonido binaural, Dolby Atmos y demás tecnología de este tipo. La idea, como te digo, era que fuera una experiencia inmersiva también en lo que respecta al sonido, tanto si escuchas el disco con cascos como si suena por unos altavoces.

¿La revolución digital ha beneficiado a la música o quizá ha hecho más mal que bien? No es fácil responder a esto, porque ha tenido sus pros y sus contras. Los pros son bastante obvios; ahora cualquiera puede editar un proyecto desde cualquier parte del mundo. Si quieres, puedes grabar un disco en tu cuarto y publicarlo. En ese sentido, no hay duda de que lo digital ha supuesto la democratización de la música. Pero en términos económicos ha sido bastante negativo. Esa idea de que la música o la cultura tienen que ser gratuitas, como si fueran el aire que respiramos. Se ha mandado el mensaje de que, si está en Internet, tiene que ser gratis. Y esto tenemos que replanteárnoslo. Todos, no solo las grandes empresas de Internet. La cultura es algo fundamental y la pandemia lo ha puesto aún más de relieve. Durante el confinamiento hacíamos básicamente dos cosas: salir a comprar comida y estar en casa leyendo, escuchando música, viendo películas… Si necesitábamos alguna prueba del valor de la cultura, y en concreto de la música, la pandemia ha dejado claro que son necesidades básicas. Así que debemos preguntarnos si los creadores y los artistas deberían quedarse con una parte del pastel digital. En mi opinión, es evidente que merecen su parte del pastel.

Elon Musk dice que estamos jodidos, que debemos urgir a los gobiernos a tomar medidas contra la inteligencia artificial

¿Cree que la tecnología y la sociedad avanzan al mismo ritmo?
En absoluto. Creo que la tecnología avanza muchísimo más rápido que la sociedad. Es el gran problema de la tecnología, pero siempre ha sido así. Todas las revoluciones industriales, desde hace generaciones, han traído consigo brechas sociales y desafíos y han provocado verdaderas tragedias; pero las ventajas de la tecnología son enormes y lo que tenemos que hacer es adaptarnos. El problema, como digo, es que ese proceso de adaptación tiene que ser cada vez más rápido. Por no hablar de la cuestión de la inteligencia artificial. Hace como tres semanas, Elon Musk dijo en un discurso que estábamos bien jodidos, que ya era tarde, porque la inteligencia artificial es ya más poderosa que los humanos, y que debíamos urgir a los gobiernos a tomar medidas. Por ejemplo, debe existir una autoridad que regule la inteligencia artificial, exactamente igual que existen autoridades que regulan la producción de alimentos o las drogas. Si uno necesita un permiso de conducir para certificar que se respetan ciertas normas, y lo mismo pasa con Internet, también debería existir algo parecido para la inteligencia artificial. Es un asunto problemático, pero insisto, es tal la cantidad de oportunidades que ofrece la era digital, ya sea en términos económicos, nuevos puestos de trabajo, etcétera, que no nos queda más remedio que encontrar un equilibrio. Hay que estar alerta y adaptarse lo más rápidamente posible. No va a ser fácil, desde luego.

¿Es la música un espejo de la época en que vivimos? Cada época ha encontrado su reflejo en la música y eso ha sido así generación tras generación. Por supuesto, la música de ahora es un reflejo de nuestra sociedad. Ha sido siempre la tecnología la que ha marcado los estilos y las modas, y no al revés. Si Vivaldi hizo la música que hizo fue porque se inventó el violín. Gracias a que se inventó la guitarra eléctrica tenemos a Jimi Hendrix, a Chuck Berry… o a los White Stripes. Yo y otros como yo hemos podido crear nuestra música porque se inventaron los sintetizadores y los instrumentos electrónicos. Y hoy en día los DJ pueden hacer música gracias a la tecnología. Dicho esto, existe una simbiosis entre el artista y la tecnología. La tecnología dicta el estilo pero es el artista el que hace uso de ella de una manera impredecible, a base de creatividad. Es algo de ida y vuelta.

¿Dónde colocaría a Gorillaz? Gorillaz son un buen ejemplo de grupo que a la vez existe como ente audiovisual. Jamie [Hewlett] tiene tanto peso como Damon [Albarn], porque trabajan juntos en un proyecto que es en parte musical y en parte audiovisual. Van muy en consonancia con esta época. Las herramientas que se utilizan para diseñar imágenes son cada vez más parecidas a las que se emplean para crear sonidos. Ableton Live, Final Cut Pro, Pro Tools… todas tienen funciones muy similares.

¿Siguió pautas concretas para elegir la lista de temas? "The architect" viene muy al caso.
Gracias por mencionar "The architect", porque para mí la arquitectura y la música son prácticamente como hermanas. Es más, si no hubiera sido músico, habría sido arquitecto. En la música y en la arquitectura todo está supeditado al espacio y al tiempo, y las dos están vinculadas con el concepto de pureza en las líneas. O sea, tener buena mano es tan importante para el arquitecto como para el músico. Es una apuesta por la simplicidad en las líneas; hay que encontrar la manera más sencilla de ir del punto A al punto B. Y eso es lo que los arquitectos y los músicos buscan siempre. Respecto a la canción, le tengo un cariño especial porque me dio la oportunidad de trabajar mano a mano con alguien a quien admiro: Jeff Mills. Jeff es uno de los padrinos del techno de Detroit y fue interesante combinar nuestros ADN, por decirlo así.

¿Cómo se canta una canción que no tiene letra? Pienso en Oxygène, Pt. 1, con esos sonidos inquietantes de theremín que son como la voz de una soprano.

Lo curioso de esto es que, en el siglo XIX, nadie se haría esa pregunta. Porque la música era en general instrumental y las canciones eran solo una parte de toda la creación musical. Hoy en día se escuchan muchísimas canciones, pero la manera tradicional de expresarse mediante la música era hacerlo sin letras. Si piensas en la historia de la música, o en la música a lo largo y ancho del planeta, las canciones con letra son solo una parte de la música. De la música instrumental. Piensa en la música clásica, en la música de la India, de África, la música china, el jazz, algunas bandas sonoras, la electrónica. La mayoría de la música que se hace en el mundo no tiene letra. No digo que una cosa sea mejor o peor que la otra, sino que son formas de expresión distintas. Lo que me gusta de la música instrumental es que no hay que embarcarse en un proceso narrativo. No estás contando una historia, más bien estás componiendo la banda sonora de una historia que el oyente puede imaginarse cuando escucha la música.

Siempre tuve la impresión de que el rock era la revolución de los jóvenes anglosajones, no la de los latinos europeos como yo

¿Un disco como Oxygène sonaría diferente de haberse publicado ahora? Claro… Pero lo interesante de ese disco es que se publicó en una época en que la música electrónica no había llegado a las masas. Era como un ovni, como un objeto raro, extraño. Cuando empecé en la electrónica no había muchos músicos metidos en eso, te hablo de incluso antes de Oxygène. Éramos solo unos pocos, y fue un privilegio poder adentrarnos en territorios vírgenes. Hoy en día, hagas la música que hagas, tienes detrás cuarenta o cincuenta años de buen material, si has empezado en 2020 o en 2021. Yo tuve la suerte de inaugurar, si quieres decirlo así, un estilo nuevo, una forma de expresión nueva. Recuerdo que, cuando empezaba, estuve en algunos grupos de rock y casi todas las canciones que tocábamos eran británicas o norteamericanas. Mis amigos y yo íbamos al Olympia, la sala de conciertos de París, y prácticamente todas las noches tocaban grupos británicos. Quiero decir, esa era la música de mi generación; pero siempre tuve la impresión de que era la música de su revolución, de la revolución de los anglosajones. Como artista latino —francés, español, italiano—, no consideraba que fuera mi revolución. Podía ser mi revolución como oyente, pero no como artista. Y cuando me metí en la música electrónica, pensé, "esta sí es mi revolución, como europeo continental". Porque, históricamente, la música electrónica ha venido de Europa: de Francia, de Alemania, de Italia, de España… de Rusia. No tiene ninguna conexión con el jazz, el blues o el rock. Cuando nació la música electrónica, en los años treinta o cuarenta, con gente como [Karlheinz] Stockhausen, o Pierre Henry y Pierre Schaeffer en Francia, [Léon] Theremin en Rusia en los años 20, no había ningún vínculo entre aquello y el rock o el jazz. Después sí se dio una fusión, pero al principio no había tal conexión. Para mí fue como una revelación, algo totalmente diferente a lo demás, y sentí que podía expresarme en lo que intuía que iba a ser la música del futuro.

¿Cuál es la clave de un éxito tan longevo como el suyo? Pues creo que… Mira, el consejo que puedo darle en este sentido a los músicos más jóvenes es que solo hay doce notas, al menos en Occidente, y que con esas doce notas se han compuesto miles, millones de canciones. ¿Esto qué significa? Pues que, independientemente de las herramientas que utilices, lo que hace que algo sea especial es el compositor. Y también que entiendan, y cuanto antes mejor, que el éxito o el fracaso son meros accidentes en la vida de un artista. A ver, todos queremos tener más éxitos que fracasos [risas], pero eso no quita para que sean accidentes. Y no podemos perder la curiosidad. Por ejemplo, ahora estoy tan entusiasmado con la realidad virtual como lo estaba cuando empecé a hacer música electrónica. Vuelvo a tener esa sensación de estar adentrándome en terrenos no explorados. Estoy convencido de que la realidad virtual, o la realidad aumentada, son formas de expresión en sí mismas. Como el cine a finales del siglo XIX, cuando unos tipos empezaron a proyectar imágenes en unas sábanas blancas, en circos y ferias ambulantes, y la gente lo veía como un truco de magia, como algo curioso, pero no como arte. Pensaban que las personas que se movían en la pantalla no eran actores, que los actores estaban detrás de la pantalla, en algún sitio. Y luego se convirtió en lo que hoy conocemos: el cine es una de las expresiones artísticas más importantes. Por eso creo que es lo mismo que ahora está pasando con la realidad virtual, es exactamente la misma situación. Ahora la gente lo ve como algo que puede valer para hacer videojuegos, pero a no mucho tardar se convertirá en un recurso para los músicos, y las nuevas generaciones de artistas van a servirse de las nuevas tecnologías para transitar nuevos caminos dentro del mundo de la creación artística.

¿Cómo hace para cautivar a una generación detrás de otra?
Lo que está claro es que, como artista, puedes o bien darle la espalda a todo esto y quedarte obsoleto, o bien experimentar y explorar, como intentamos hacer otra gente y yo. Esa es la manera de conectar con diferentes generaciones. Sé que me sigue gente de edades muy distintas, y estoy convencido de que es por esta mentalidad que te digo.

¿Qué nos deparará el futuro? Siempre me ha llamado la atención esta relación que los humanos tenemos con el futuro. En general, todas las generaciones creen que lo pasado fue mejor y que el futuro no traerá consigo nada bueno. Pero eso no es así. Si hubiera sido así, tú y yo no estaríamos aquí hablando. Si echamos la vista atrás un siglo, mucha gente se moría con 35 años, no había antibióticos, el noventa por ciento de la población del planeta pasaba hambre. No digo que el mundo de hoy en día sea perfecto, pero muy probablemente sea mejor que antes. Vamos a tener que hacer frente a cuestiones como el medioambiente o la ecología, y a muchas otras, no hay duda de eso, pero me da la impresión de que tenemos esta percepción oscura y negativa del futuro porque, tarde o temprano, ya no estaremos aquí y por lo tanto no formaremos parte de ese futuro. Nadie de hoy en día, tenga la edad que tenga, va a ver nacer el siglo XXII, o no va a ver cómo es el mundo de aquí a cien años. Por eso tenemos esa relación con el futuro y nos empeñamos en hacer de él una especie de fantasía oscura y distópica.

El futuro es ahora: tenemos por delante un mundo desconocido por explorar

¿Qué crees que le deparará el futuro a usted? Nunca he tenido tantas ganas de hacer música ni me he sentido tan motivado como artista como ahora mismo. A pesar incluso de los problemas económicos o sociales que pueda haber en el mundo, ahora tenemos más oportunidades que nunca de hacer cosas, y eso también hay que ponerlo en la balanza. Está claro que esta época tiene elementos muy negativos, pero ha sido así desde que el hombre es hombre. Hace poco estaba leyendo un periódico inglés del siglo XIX, o de 1900, y en la primera página se decía, muy en serio, que había que tener cuidado con los trenes de vapor porque a 60 kilómetros por hora el corazón te podía explotar. Pero estas visiones distópicas del futuro no están, digamos, en mi ADN.

¿Pueden setenta y cinco millones de espectadores de Jean-Michel Jarre estar equivocados?
Totalmente. Setenta y cinco millones de espectadores pueden ser muchos para un artista, pero son un porcentaje muy pequeño de la población mundial. Quizá ellos estén equivocados y el resto de los siete mil millones de habitantes tengan razón. (Risas) Hombre, ¡espero que no!

¿El futuro es ahora?
Sí, creo que el futuro es ahora. El futuro fue incluso ayer. Porque va todo tan rápido que… Antes te he citado a Elon Musk en relación a la inteligencia artificial, y según tengo entendido, desde hace cuatro o cinco años contamos con algoritmos que son infinitamente superiores a lo que cualquier ser humano pueda concebir. Y eso da un poco de miedo. Pero sí, hoy más que nunca el futuro es ahora. Es emocionante, aunque pueda dar miedo. Tenemos por delante todo un mundo desconocido por explorar.

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