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Cultura

El descenso a los infiernos de Europa… ¿realmente terminó con la Segunda Guerra Mundial?

Un detalle de la portada de 'Descenso a los infiernos', publicado por Crítica.

Ian Kershaw, uno de los más prestigiosos historiadores actuales y autor de una de las biografías más completas de Hitler, revive la historia de Europa desde la primera guerra mundial hasta nuestros días, partiendo del relato de las décadas de violencia en que el continente sufrió los efectos de las dos guerras mundiales, la crisis económica de los años treinta y las conmociones que condujeron, por una parte, al ascenso soviético y, por otra, al ascenso del fascismo y del nazismo. Lo hace en las páginas de Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949, publicado por Crítica.

Este libro llega en un momento en el que el proyecto europeo encara una de sus más complicadas travesías históricas tras Nuremberg

El historiador, uno de los que más intensa y extensamente se ha ocupado del Hitler y el régimen dictatorial que fundó, anunció en 2011 que daba por cerrado este ciclo de sus investigaciones en El final para embarcarse en una historia de Europa, que ahora toma forma en estas páginas, sin duda una de las novedades más ambiciosas y atractivas en lo que a No Ficción respecta. Aunque Kershaw pretendía dedicarse a la historia medieval en la Universidad de Manchester, un giro lo llevó a trabajar a fondo el nazismo. Motivado por el interés en las revueltas campesinas en Europa en la alta edad media, Kershaw viajó a Alemania para hacer un curso en el Instituto Goethe. Un episodio aparentemente casual lo hizo mirar al siglo XX. ¿Cuál?

Cuando Kershaw visitó Baviera a comienzos de los setenta se sorprendió al escuchar, de boca de un anciano que encontró en un café: "Vosotros los ingleses sois tontos; si os hubierais aliado con nosotros, juntos podríamos haber derrotado al bolchevismo y ahora dominaríamos la Tierra...". Como resultado de este incidente, Kershaw se interesó en aprender cómo y por qué la gente corriente de Alemania podría apoyar el nacionalsocialismo. De ahí salió su primer libro sobre la Alemania nazi, El mito de Hitler: imagen y realidad en el Tercer Reich, que sería publicado en alemán por primera vez en 1980

En Descenso a los infiernos. Europa 1914-1949, Kershaw no se limita al relato de los sucesos políticos y militares, sino que toma el pulso a la sociedad, ahondando en las condiciones de vida de los europeos o explorando su cultura para ver cómo interpretaban lo que estaba ocurriendo. Su propósito, nos dice, ha sido el de explorar en el pasado las fuerzas que han determinado la configuración del presente en que vivimos. Este libro llega en un momento en el que el proyecto europeo encara una de sus más complicadas travesías históricas: el cuestionamiento a la idea de la Europa sin fronteras internas pero que vive amurallada –los refugiados es el tema más visible al respecto-, la misma que hoy parece no saber reaccionar ante la amenaza del terrorismo ni los desafíos de un orden político sin sujeción.

Nadie parecía advertir lo que estaba por ocurrir en una Europa donde París, Múnich, Praga y Budapest alcanzaban su gloria cultural

Cómo pudo ocurrir todo esto durante la llamada 'Edad chapada en oro'. Es así como los americanos bautizaron a los años inmediatamente anteriores a la guerra. Sin embargo, esta expresión captaba también la forma en que los europeos empezaron a ver esta época. Ese es el punto de partida de Kershaw, quien escribe: "La burguesía parisina recordaba 'la belle époque' como el momento en el que la cultura francesa era la envidia del mundo, cuando París parecía el centro de la civilización. Las clases adineradas de Berlín volvían sus ojos a la 'época guillermina' como si hubiera sido un período de opulencia, seguridad, y grandeza, marcado por la consecución de la categoría nacional que correspondía a la Alemania recién unida. También Viena parecía haber alcanzado el culmen de su gloria cultural, de su brillantez intelectual y de su histórica grandeza imperialista. Múnich, Praga, Budapest, San Petersburgo, Moscú y otras ciudades a lo largo y ancho del continente participaron de un mismo florecimiento de la cultura". Aquel tapiz fascinante fue la antesala de todo cuanto estaba por desaparecer.

Publicado en el Reino Unido con el título To Hell and Back: Europe, 1914-1949, este volumen se centra no en el registro testimonial de lo ocurrido, sino en el análisis de los procesos históricos en marcha. ¿Cómo la Europa resultante de la Primera Guerra Mundial podía fracasar tan pronto? Justamente por eso, por su naturaleza frágil. A eso se sumó, claro, la crisis económica que azotó el mundo en la década de los años 30. Existe además una idea de fondo que sostiene la arquitectura argumental del libro: Europa como gran exportadora de violencia a lo largo del siglo XX. La tesis de Kershaw parte del hecho de que los Estados formados o reconstituidas después de la Primera Guerra Mundial eran demasiado endebles políticamente para superar las crisis económicas inmediatas a la posguerra, así como el estallido formal de esta a partir de 1928.  Las élites de esos Estados, asegura, adoptaron con asombroso entusiasmo el espíritu de autodeterminación nacional que devino en el odio étnico y la intolerancia.

Los Estados constituidos tras la Primera Guerra Mundial eran políticamente endebles y no pudieron soportar la crisis económica de los años 30

Pero su análisis no termina allí: si las presiones comunes llevaron a muchos estados a experimentar giro autoritario, la disolución de los órganos de representación pluralista y la limitación de la independencia judicial y la libertad de prensa , según cuál país, aceleraron el estallido de la Segunda Guerra Mundial. No todos los regímenes autoritarios incubados en esa etapa tenían una concepción dinámica, entendiendo por tal cosa la movilización de las poblaciones totales para conseguir sus propios fines ideológicos. Incluso asegura que de los tres Estados autoritarios de aquella Europa (Alemania, Italia y la Unión Soviética), sólo Alemania puso en marcha la doctrina racial como principal discurso de movilización popular. Con una única intención: conseguir la dominación territorial.

El británico intenta así rastrear la dinámica europea del presente sin perder de vista las situaciones irresueltas, los baches históricos y territoriales, así como los condicionamientos históricos. Europa reponiéndose de lo que parece un destino siempre trágico, acaso crepuscular. Para ilustrar el sino político del continente, nada más arrancar la lectura, Kershaw cita al secretario del Foreign Office británico, sir Edward Grey, el 3 de agosto de 1914: "Las lámparas están apagándose en toda Europa. No volveremos a verlas encendidas en lo que nos queda de vida". Considerando que nadie llegó a vilumbrar que la primera sería una guerra larga y sangrienta, algo oscuro permanece en esa frase.

Sin embargo, el de Grey no es el único referente a esa idea que cita el autor. El canciller del Reich alemán, Theobald von Bethmann Hollweg, hizo una referencia similar al desastre: "Veo un destino funesto cernerse sobre Europa y sobre nuestro pueblo", exclamó cuando la perspectiva de la guerra parecía cada vez más cercana hacia finales de julio de 1914. Cuánto de todo aquello ha cicatrizado. Y, de ser así, en qué medida lo ha hecho por completo. ¿Quedan costuras sueltas en las suturas del proyecto europeo?

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