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Cultura

Madonna, Amaia, Alejandro Sanz… los discos más decepcionantes de 2019

En el fondo es un proceso lógico: el endiosamiento de las estrellas de la canción popular produce inflamientos de ego, que acaban afectando al control de calidad. Una vez que has hecho tres discos alabados por público y crítica, tiendes a pensar que todo lo que te pasa por la cabeza es digno de grabarse y pasar a la posteridad. En esta lista “aguafiestas” recordamos el bajón creativo de esos superventas que no tienen amigos capaces de avisarles de que sus últimas canciones no despegan ni con Goma-2. Los acérrimos pueden empezar a enviar sus improperios a Vozpópuli.

Madonna 'Madame X'

Llevamos demasiado tiempo aguantando discos mediocres de Madonna. Hasta sus seguidores más acérrimos, los llamados ‘talifanes’, saben que no ha grabado nada presentable desde al menos Confessions On The Dancefloor (2005). Aquí tira de recursos latinos y portugueses, así como de la juventud de colaboradores como Maluma, para intentar renovar la chispa. ¿Resultado? Solo consigue sonar más triste y perdida que nunca. Por no hablar de baladas como “Killers Who Are Partying”, donde se proclama campeona de los desposeídos, al estilo del Bono más grimoso.

Alejandro Sanz 'El álbum'

Nuestro cantautor más internacional puede presumir de una carrera poderosa, pero eso no debe hacernos cerrar los ojos a la realidad: hace años que da muestras de una seria decadencia creativa. Fracasan sus incursiones en la música urbana -insípida canción con Nicky Jam-, no acaba de tener chispa su flamenquito y solo salva la cara en las piezas más melódicas, pero lejos de sus años de gloria (incluso por debajo de su primera etapa, la de fans). La voz sigue siendo espléndida, la maestría al cantar también, pero el repertorio ya no.

Fuerza Nueva

Acostumbrados al ‘todo vale’ y a los aplausos mediáticos por defecto, Los Planetas y El Niño de Elche se marcan una mala fotocopia de Laibach, el legendario colectivo esloveno que usa imaginería de extrema derecha para cuestionar los dogmas del neoliberalismo. No hay una sola idea estimulante o desafiante en este trabajo, solo una mortecina recreación de tópicos del arte contemporáneo, interpretados con un amuermado tono espectral o con la hiperventilación característica del ilicitano. Lo que más sorprende es ver a un artista tan solvente como Pedro G. Romero asesorando en este disparate. Igualmente plúmbeo es Colombiana, disco en solitario del hNiño de Elce, esta vez basado en ritmos latinos, que convierte el placer físico de la música popular en una pedantería previsible.

Amaia 'Pero no pasa nada'

Pocos artistas han despertado tanto cariño y expectación como Amaia. Por eso, resulta triste que, en búsqueda de una dudosa autenticidad, haya optado por debutar confiando en el paradigma estético del ‘indie’, un estética en franca decadencia. Muestra buen gusto al inspirarse en los elegantes La Buena Vida, grupo de culto de los años noventa, pero no logra escapar de la sombra de su modelo ni transmitir a sus canciones la arrolladora personalidad que rebosa en sus apariciones televisivas. Suena más como una alumna que lleva el examen “con pinzas” que como una artista sólida exponiendo sus conflictos.

FKA Twigs Magdelene

Parece ser que el truco para que la crítica musical especializada te tome en serio es partir del paradigma de Enya o Björk y soltar el mayor número posible de gorogritos rarunos por canción. Además, puntúa que la música sea lenta y tortuosa, como sucedáneo de intensidad. Todo un festín para “modernos” noventeros acostumbrados a subgéneros como el trip-hop, vaporwave y postdubstep y que aprecian el coro de el Misterio de las Voces Búlgaras (pero nunca se ponen en casa un disco entero de este tipo de formaciones folclóricas).El morbo extra reside en que el contenido son baladas de ruptura, que reflejan el hundimiento de su relación con el actor Robert Pattison.

León Benavente 'Vamos a volvernos locos'

Paradojas de la vida: el rock hípster vive uno de sus momentos más mustios, pero no deja de aumentar su éxito comercial. La música de León Benavente es siempre previsible: un pie en el krautrock (rock alemán experimental de los años setenta) y otro en el pop-rock melancólica.  Sin duda, lo peor son las letras: crónicas canallas de cuarentones cool que confunden sus aventuras cotidianas con conflictos de interés universal. El mejor ejemplo es “Ayer salí”, donde cuentan la visita a un bar con sonrojante solemnidad. No hacen daño a nadie, pero tampoco aportan nada aparte de confirmar el ocaso creativo del ‘moderneo’ español de los años noventa.

J. Balvin & Bad Bunny 'Oasis'

La alianza de estos dos superventas de la música urbana debería haber sido una bomba de relojería. Muy al contrario, se trata de un proyecto que ni mata ni engorda. Hay algún himno que brilla -la nostálgica “La canción”-, pero el producto final no alcanza el voltaje de los factores por separado. Ni siquiera hicieron gira conjunta, seguramente porque saben que tienen más tirón en solitario. Por algo “Callaíta” (Bad Bunny) fue la canción del verano, en vez de cualquiera de las incluidas aquí.

Thom Yorke 'Anima'

Después de más de una década en la cima del prestigio rockero, Radiohead se han convertido en el hazmerreír de muchos aficionados a las música. En verano regalaron 16 horas de descartes de su álbum clásico OK Computer (para evitar que un hacker se aprovechase de ellas) y desataron una tormenta de chistes sobre el escaso interés que despertaban sus experimentos en 2019. El disco en solitario de Thom Yorke también es un catalogo autoindulgente de ambientalismo pomposo, ruiditos inofensivos y un cantante que suena como puesto de tranquimazines. Entre inane e insufrible.

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