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Cultura

Es difícil echar al presidente de Estados Unidos

Andrew Johnson, vicepresidente y sucesor de Abraham Lincoln, fue el primer presidente sometido a impeachment

Destituir al presidente es algo que solo se ha intentado cuatro veces en los dos siglos y medio de historia de Estados Unidos. Curiosamente, el único de ellos que perdió su cargo, Nixon en 1974, no llegó a vérselas con el impeachment, dimitió antes de pasar por ese calvario. Bill Clinton en cambio aguantó el tipo, y el Senado, que ejerce de jurado en el juicio presidencial, no se acercó ni de lejos a los dos tercios de votos necesarios para echar a un presidente.

No lo tuvo tan fácil Andrew Johnson, sucesor de Lincoln como presidente de los Estados Unidos y primero contra quien el Senado celebró un juicio de destitución, de la que se libró por un solo voto. Johnson es una figura que, pese a su poca trascendencia política, ha dado mucho que hablar. No sólo por el triste mérito de pionero del impeachment, sino porque es una estrella para quienes creen en la Historia mágica, esotéricos, conspiracionistas y adeptos de las profecías.

Tras el asesinato de Kennedy surgió con potencia una leyenda urbana sobre sus “excesivas coincidencias” con el de Abraham Lincoln. La más evidente es que ambos fueron sucedidos por sus respectivos vicepresidentes que se llamaban igual, Johnson, pero se han hecho extensas listas de similitudes. Algunas son llamativas, como que el asesino de Lincoln disparó en un teatro y luego fue capturado en un almacén, mientras que el de Kennedy disparó desde un almacén y lo capturaron en un cine, que en inglés se dice movie theater. O que Lincoln murió en el Teatro Ford, y Kennedy en una limusina fabricada por Ford. Otras son más bien chistes, como que antes de morir Lincoln estuvo en Monroe, Maryland, y Kennedy con Marilyn Monroe.

Volviendo a la Historia de verdad, hay una coincidencia entre Andrew Johnson y Lyndon Johnson que fue lo que determinó el impeachment del primero: ambos eran del Sur –uno de Tennessee, otro de Texas-. Pese a ello, cuando estalló la Guerra de Secesión Andrew Johnson fue el único senador sudista que se mantuvo leal a la Unión. Cuando las tropas del Norte ocuparon el rebelde Tennessee, Lincoln nombró gobernador militar a Johnson, quien llevó adelante la guerra contra los sudistas con determinación y éxito. Incluso fue el gobierno militar de Johnson el que abolió la esclavitud en su estado.

El legado de Lincoln 

Satisfecho con su actitud, Lincoln lo nombró compañero de candidatura cuando se presentó a la reelección, que ganó. Sin embargo Andrew Johnson sería vicepresidente sólo poco más de un mes, pues tomó posesión de la vicepresidencia un 5 de marzo de 1865 y se convirtió en presidente el 15 de abril, por la muerte violenta de Lincoln. Tenía todo un mandato presidencial de cuatro años a su disposición, y entonces, movido sin duda por su condición de sudista de nacimiento, Johnson quiso poner en marcha la reconciliación con el Sur de forma acelerada. En realidad esa era una preocupación que tenía el propio Lincoln antes de morir, puede decirse que Johnson recogía un legado político de Abraham Lincoln, pero en el Partido Republicano, que era el que había ganado la guerra y las elecciones, no estaban dispuestos a perdonar tan deprisa a los antiguos rebeldes.

Hay que señalar que Johnson era del Partido Demócrata, lo que no le había importado al republicano Lincoln para hacerlo su vicepresidente, pero evidentemente esto no le hacía tener muchas simpatías en el Partido Republicano. La irritación de éste aumentó cuando Johnson vetó una legislación de derechos civiles para los negros que era vista como una nueva humillación por los blancos del Sur, así que los republicanos iniciaron el proceso político para destituirle.

Lo cierto es que en los dos casos en que el impeachment ha llegado al Senado se han producido deserciones republicanas, pues en el de Bill Clinton hubo cinco senadores republicanos a favor de su absolución

El impeachment siguió su desarrollo constitucional hasta llegar al momento decisivo, la votación en el Senado. Si dos tercios de los senadores consideraban culpable a Johnson de los cargos planteados contra él, sería destituido. Parecía inevitable, porque el Partido Republicano tenía 42 de los 54 escaños que componían entonces la Cámara Alta, aunque seis senadores republicanos se habían decantado en contra del impeachment. Aun así salían 36 votos a favor de la destitución, frente a 18 en contra, justo los dos tercios requeridos.

En el momento de la verdad, sin embargo, otro republicano se cambió de bando, Edmund Ross, senador por Kansas. Parece ser que Ross, aun no estando de acuerdo con la política del presidente Johnson, consideró que sus faltas no tenían la gravedad requerida constitucionalmente para un impeachment y obró en consecuencia. Los republicanos, naturalmente, le dijeron de todo, incluso que había sido comprado, pero Kennedy reivindicó la figura de Ross, incluyéndolo en su libro Perfiles de Coraje como ejemplo del estadista que pone los principios constitucionales por delante de los intereses políticos.

Lo cierto es que en los dos casos en que el impeachment ha llegado al Senado se han producido deserciones republicanas, pues en el de Bill Clinton hubo cinco senadores republicanos a favor de su absolución. Ahora se especula con cuántos republicanos votarán junto a los demócratas para destituir a Trump, pues hay muchos de su propio partido que no lo soportan. Existe una exigua mayoría republicana en el Senado, con lo que es muy posible que al final haya más votos a favor del impeachment que en contra, aunque no alcancen los dos tercios, pero esto es futurismo y aquí hablamos de Historia.

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