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Una noche con Diego Clavel, ermitaño del cante

El magistral cantaor recibió un homenaje entre Farruquito, La Macanita y sus paisanos

Una noche con Diego Clavel, ermitaño del cante
El cantaor Diego Clavel, acompañado por el guitarrista Antonio Carrión

El flamenco está plagado de rituales, pero uno de los más ardientes consiste en atravesar la campiña sevillana a principios de julio hasta llegar a la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla. Una vez allí, ahíto el asistente por el olor al tomillo, el romero y el almoraduz que alfombran el suelo de la Hacienda La Fuenlonguilla, es fácil predisponerse para una noche memorable. El silencio apasionado del público, la luz preciosa de una catarata de farolillos, la noche profunda en el olivar… Todo constituye una experiencia solemne que sigue desarrollándose según los principios estéticos y filosóficos del artista Francisco Moreno Galván, autor de las letras combativas del cantaor José Menese. Ambos moriscos (gentilicio de los habitantes de La Puebla) convocaron la primera Reunión de Cante Jondo allá por 1967 y desde entonces poco o nada ha cambiado.

Se alcanzaba este año la 52ª edición, celebrada del 2 al 10 de julio, y podemos asegurar que va a ser de las más recordadas en mucho tiempo gracias, sobre todo, a la calidad artística y humana del cantaor al que se rendía homenaje: Diego Clavel. El artista de La Puebla de Cazalla, genio tímido, ermitaño del cante, se retiró en 2014 con el reconocimiento de los especialistas, pero sin la fama ni la popularidad flamenca que merece. El homenaje durante el día grande y la semana de actos previos que su pueblo le ha tributado en vida son, por tanto, un primer paso justo y necesario para dar conocer al mundo el legado de un cantaor especialísimo.

Entre esos eventos preliminares destacamos una asombrosa exposición con su figura como objeto artístico en el museo de arte contemporáneo de la localidad, la inauguración de una imponente estatua en su honor y la presentación del estuche con la reedición de las cinco antologías de cantes de Diego Clavel (soleares, seguiriyas, fandangos, malagueñas y cantes de Levante). Esta obra, una bendita locura que nadie ha alcanzado jamás a imaginar, va a constituir con toda seguridad un auténtico diccionario de las formas flamencas para el futuro. Publicados de forma fragmentaria durante tres décadas, los cinco trabajos discográficos han sido reunidos por fin para su disfrute y consulta por el sello Cambayá, en colaboración con el ayuntamiento morisco.

Con todo, que Diego Clavel sea el cantaor más enciclopédico de la Historia no es el hecho que más gente aglutina a su alrededor, sino su infinita bondad, en lo personal, y un poder de expresión descomunal, en lo artístico. Se juntan en él, pues, cualidades que le granjean la admiración de muchos y el cariño de todos, así que el sábado, día grande de la Reunión, día de su regreso efímero al escenario, el público estaba con el corazón entregado. Algunos hacían apuestas sobre el repertorio que elegiría (“la seguiriya cae seguro”, “¿te imaginas que se hace la soleá apolá?”), la expectación era vibrante y el cartel de la noche prometía un evento redondo, como pudo confirmar Vozpópuli.

Aficionados, no chovinistas

La primera parte de la Reunión se abrió con el toque delicado de Manolo Franco, guitarra solista de la noche, y las voces de Encarna Anillo, gaditana joven pero curtida en mil tablas, y La Macanita, indiscutible figura jerezana del cante. Ambas estuvieron correctas. La primera le puso entusiasmo y la segunda le puso clase, aunque al revés, honestamente, hubiera sido mejor para todos. Entre ambas, el éxito fue para Raúl Montesinos, cantaor local que se llevó unos merecidísimos vítores. No es La Puebla un sitio de concurrencia chovinista, sino un cenáculo de aficionados muy exigentes, pero los cantes de trilla sin guitarra con los que abrió su actuación Montesinos arrancan de la silla a cualquiera. Lo bordó, ratificando que en La Puebla hay relevo generacional con La Yiya, El Boleco y el propio Raúl.

El público rompió a aplaudir y el cantaor arrancó a llorar

Tras el descanso llegó Farruquito, que debutaba en la Reunión. Cincuenta años antes, en 1971, lo había hecho Farruco, su abuelo, iniciador de una estirpe con quilates flamencos en la sangre. El nieto gustó sobre el escenario, porque yo creo que debe de ser bonito hasta verle abrocharse los zapatos, pero hubo quien echó en falta un poco más de baile. Las restricciones horarias a los eventos nocturnos puede que tengan la culpa, quién sabe. Entre su elenco, es digno decirlo, destacó la cantaora María Vizarraga, a la que nos gustaría ver en primera fila. ¡Qué voz, qué arte!

Y después llegó la catarsis. Escoltado por el maestro Antonio Carrión a la guitarra, Diego Clavel se presentó sobre las tablas, el público rompió a aplaudir y el cantaor arrancó a llorar. Tras unos minutos de exaltación emocional colectiva, Diego se sentó y, entre pausas sobrecogedoras, dijo: “Buenas noches. No creo… merecer tanto”. Luego cantó como si el tiempo no existiera, algunos dicen que mejor que nunca. Caña, soleá apolá y seguiriya con el espectacular remate de Manuel Molina (marca de la casa del cantaor morisco desde hace 50 años) fueron los caminos elegidos por Clavel para despedirse en directo de su cátedra del cante.

La Reunión es un rito que tiene otros ritos dentro de sí. El más especial, sin duda, es el colofón con la ronda de tonás, cantes sin guitarra y sin artificios que los protagonistas de la noche, a media luz, elevan a la madrugada. Tras Encarna Anillo, Raúl Montesinos y La Macanita, Diego Clavel acabó de agrandar su leyenda con la elección del Romance de Juan García, una toná emblemática del flamenco antifranquista que tuvo en La Puebla de Cazalla su epicentro. Compuesto por Moreno Galván y cantado por José Menese, el romance con el que Diego Clavel dijo acordarse de “dos personas muy especiales en mi vida” desató el bullicio colectivo. En la noche de su homenaje, el genio había decidido cerrar un círculo para mayor gloria de su pueblo, de la Reunión y del cante impetuoso cultivado allí seis décadas atrás.

Es innegable que el flamenco ha perdido calidad y tirón en el siglo XXI, y que los caricatos que tanto aúpa cierta prensa extraflamenca ni tienen talento ni dan para llenar una sala de provincias. Por eso lo sucedido el fin de semana pasado en La Puebla de Cazalla es tan especial: porque en la Reunión se respira literalmente el cante, porque la afición desborda la lógica y porque hemos podido presenciar la consagración legendaria de un cantaor inmenso, de una excelente persona.

Ya queda un día menos para volver.                             

Todas las imágenes han sido cedidas por el ayuntamiento de La Puebla de Cazalla

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