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Cultura

Desventurados los moderados

No alinearse ni con la izquierda ni con la derecha, sino con ambos, ¡entre ambos! ¿Y para defender qué? Pues no se sabe bien

El escritor y periodista británico G.K. Chesterton.

Desde hace unos días se habla mucho, y elogiosamente, de la moderación. Han estimulado los ditirambos tanto el regreso a la política de Borja Sémper como la muy radical, abiertamente inmoderada, propuesta de García-Gallardo para reducir los abortos en Castilla y León (¿brindarle a la mujer que va a abortar la oportunidad de oír el latido del corazón del ser que lleva en sus entrañas? ¿Qué será lo siguiente? ¿Excarcelar violadores?). 

Pedro G. Cuartango publicó un artículo al respecto el otro día en ABC: "Soy moderado. No tengo el monopolio de la razón, ni creo que los que no piensan como yo son imbéciles, ni me atrevo a dar lecciones de patriotismo". Al lector atento esta frase le suscitará muchas preguntas. ¿Es moderado decir que los inmoderados tratan como imbéciles a quienes no piensan igual que ellos? ¿Es moderado publicar un artículo en defensa de la moderación? ¿Tiene Cuartango el monopolio de la verdad en lo que a la moderación se refiere? ¿Sobre la moderación no caben dudas, siquiera moderadas? Defender la moderación inmoderadamente, como Cuartango, ¿qué es? ¿Inmoderación o suma moderación? ¿Extremismo moderado o moderación consecuente?

Dejo estas preguntas sin responder, para que el lector las rumie moderadamente, y me centro en otra: ¿qué es un moderado?

¿Qué es un moderado?

La moderación atañe, según podemos deducir del artículo de Cuartango, al fondo y a la forma, al contenido y a las maneras. Ser moderado es ser centrista, ocupar el espacio político entre dos polos. No alinearse ni con la izquierda ni con la derecha, sino con ambos, ¡entre ambos! ¿Y para defender qué? Pues no se sabe bien. El moderantismo es una ideología móvil, elástica, boomer (recordemos esos chicles ya extintos que se estiraban más allá de lo posible). Lo que defiende depende de lo que defiendan la izquierda y la derecha; ellas se posicionan y el moderado se ubica en el centro ―en el centro-izquierda, para ser más precisos― de ambas posturas. Si la izquierda está a favor de la eutanasia y la derecha en contra, él aboga por regularla moderadamente. Ni no ni sí, sino no y sí, pero sobre todo sí. 

¿Cómo tratar al inmoderado, a quien no ha hecho de la moderación su norte vital?

Esta moderación ideológica implica también una disposición anímica, una actitud hacia los demás. Al moderado le desagradan las estridencias. Le gusta dialogar con el otro, tenderle la mano, verse a sí mismo comprendiendo su punto de vista… salvo cuando ese otro es un inmoderado, como los de Vox. Se enfrenta entonces a un dilema. ¿Cómo tratar al inmoderado, a quien no ha hecho de la moderación su norte vital? ¿Cabe la moderación con él? El moderado se plantea este interrogante y acostumbra a responder que no. Termina dialogando sólo con otros moderados y el resultado tiene, claro, su toque onanístico y paradójico. ¿Hay algún mérito en ser moderado sólo con otros moderados? ¿Es moderada la falta de moderación con los inmoderados? ¿Cómo se defiende la moderación? ¿Moderadamente? ¿Es moderado Sémper cuando llama irresponsable a Gallardo?

Chesterton, que moderado no fue, cierto, escribe en Manalive contra esta idolatría de la tibieza y de la mesura: "Al vivir aprisionados entre las redes de la civilización, hemos llegado a considerar malas algunas cosas que no lo son. Hemos llegado a creer que lo rompedor y lo exuberante, lo impulsivo y lo repulsivo, los arrebatos y las convulsiones son cosas malas, cuando por sí mismas no sólo son perdonables, sino intachables".

Como el autor inglés sugiere, las cosas importantes no nos permiten el lujo de la moderación. Podríamos añadir incluso que nos exigen un sano extremismo, una radicalidad, y que conducirse moderadamente en esos casos tiene más de vicio que de virtud. Uno no debe celebrar la existencia con el hieratismo del centrista, sino con el júbilo de los serafines; no debe defender la vida de los débiles con los escrúpulos del tibio, sino con la audacia del guerrero (chin chin por Gallardo); no debe amar a su familia con la mesura del hombre cuerdo, sino con la desmesura del insensato; no debe seguir a Cristo moderadamente, como los hipócritas, sino radicalmente, hasta el martirio, como los santos.

Quizá Cuartango tenga razón a medias, ¡una razón moderada!, y nadie goce del monopolio de la verdad. Quizá. Pero aun así hay cosas por las que merece la pena abandonar la comodidad de la moderación y levantarse; cosas bellas, verdaderas y buenas ―el latido de un corazón humano, por ejemplo― que demandan de nosotros el ardor de Juana de Arco y no, nunca, la moderación de Poncio Pilato. 

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.

  • S
    S.Johnson

    Si es que ya lo dice el refrán, EN LOS EXTREMOS, y cuanto mas extremos mejor, ESTÁ EL GUSTO.
    Y hablando de extremos ¿cuándo empezamos la próxima, aunque no última por supuesto, guerra civil?
    Yo ya le tengo echado el ojo a varios moderados, que de esta sí que no escapan...

  • C
    Chus

    Oiga, le ha faltado moderación; no ha llamado a las armas!

  • P
    Peponne65

    Ttalmente de acuerdo. No es tiempo de "pechos fríos". ¡Me ha alegrado usted el café!¡Buenos días a todos!