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Cultura

La “desescalada” cultural: ¿puede una orquesta mantener la distancia de seguridad?

Una captura de la interpretación en Gottenburgo, el día 22 de abril.

A partir del 26 de mayo comienza la segunda fase del plan de desescalada propuesto por el Gobierno de España. Desde entonces podrán abrir sus puertas los teatros y auditorios. Tendrán que hacerlo con un tercio del aforo. Esa es la premisa. Sin embargo, surgen algunas dudas en lo que a interpretaciones musicales se refiere.

¿Cómo puede una orquesta sinfónica asegurar que sus ochenta músicos serán capaces de tocar respetando la distancia de seguridad de 1,5 metros? ¿Disponen de espacio suficiente? Si bien es cierto que para algunas óperas admiten la reducción del tamaño de la orquesta, el problema es mucho mayor.

“Así no pueden tocar las orquestas, pues los violinistas necesitan escucharse unos a otros para conjugar su sonido (o las violas y los chelos)”, asegura el crítico de música clásica Pablo L. Rodrígiez. “Si las medidas de distanciamiento social son de metro y medio sin hacer nada, para gente que se mueve y suda al tocar su instrumento, debería ser mayor, de tres menos o más, por lo que tocar es prácticamente imposible”.

“Así no pueden tocar las orquestas, pues los violinistas necesitan escucharse unos a otros para conjugar su sonido"

A ese se suman otros escollos. Dependiendo del caso, aumenta la posibilidad de propagación. Los instrumentos de viento como el fagot y la trompeta, pueden expandir todo tipo de patógenos, apunta Rodríguez, profesor de musicología. Lo complicado, aun más que escuchar, será interpretar.

Hasta ahora se ha realizado un intento en Gotemburgo, con un metro de distancia entre los músicos, o en Praga con mascarillas. Incluso la Filarmónica de Berlín ha hecho un estudio de la posibilidad de volver a tocar juntos. 

De momento ninguna institución musical en España ha anunciado cómo o de qué forma podrían reabrir. Eso implicaría una logística adicional: en el caso de que los repartos formaran parte de una coproducción internacional, muchos intérpretes no podrían viajar e incluso se plantean limitaciones para el tiempo o el desarrollo de los ensayos.

Grandes festivales como Bayreuth o Salzburgo han aplazado sus ediciones de 2020 para el 2021. ¿Cómo harían,  en España, el Liceu, el Teatro Real o el Auditorio Nacional? ¿Sería pertinente cambiar el repertorio de una temporada que ya tiene sus abonos vendidos y a la que le quedan aún tres meses antes de terminar?

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