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Cultura

Porque en el fondo es verdad: 'Las niñas no deberían jugar al fútbol'

Una imagen del montaje de 'Las niñas no deberían jugar al fútbol'

Hay cosas que no deberían ocurrir, pero ocurren: la muerte inesperada, los accidentes, los reproches, las hondas lagunas en cuyo interior algo se pudre. Todo eso, junto, sucede en Las niñas no deberían jugar al fútbol, una obra escrita y dirigida por la catalana Marta Buchaca que se presenta hasta este sábado en los Teatros del Canal. Aunque su título sugiera lo contrario, esta no es una obra machista; y si alguien cree que esto va de una discusión acerca de género y balompié se equivoca. Aquí lo cierto es la vida, que va manifestándose, abriéndose paso a patadas.

Si alguien cree que esto va de una discusión acerca de género y balompié se equivoca. Aquí lo cierto es la vida

Un aparatoso accidente en un coche en el que viajan tres personas que no se conocen de nada hace coincidir en una misma sala de espera a una madre, una hija y un novio. Ninguno sabe qué hacía cada uno de ellos en ese coche: una niña aficionada al fútbol, un hombre de 56 años jubilado y una chica de unos treinta. Ese es el punto de partida de una obra que se comporta como los thriller, con efectividad e intensidad. Es un montaje sencillo –acaso desconcertante– que transcurre con la fuerza de los fogonazos. La obra dura setenta minutos que parecen cinco.

Escrita y dirigida por la joven dramaturga Marta Buchaca –premio Max de teatro en 2011 a la mejor autoría teatral en catalán por El año que viene será mejor (2011)–, Las niñas no deberían jugar al fútbol toca, a la vez, muchos temas –a cada cual más complejo– sobre las relaciones humanas: la culpa, el miedo, la soledad, la incomunicación. Resulta imposible describir la obra sin dar pistas, sin arruinar la combustión que produce su desenlace. Justamente por eso, es preferible que sea la propia Buchaca quien explique por qué Las niñas no deberían jugar al fútbol.

Un accidente de coche, tres desconocidos que coinciden en una UVI, una historia por resolver

-Un thriller; una historia con vasos comunicantes: familia, agravios, cosas nunca dichas. Sin embargo, ¿por qué está tan interpelada la figura de los padres?

-Creo que los padres tienen un papel básico en el desarrollo de la personalidad de los hijos. En ésta historia me interesaba hablar de este papel, de las relaciones paterno-filiales y de la incapacidad de algunos padres.

-La madre es especialmente interpelada.

-La madre de la obra no es una mala persona, simplemente, no ha sabido hacerlo bien. Se encontró con un embarazo no deseado y tiró adelante. El padre de Sara ha sido un incapaz toda su vida, no ha sabido cómo cuidar a su hija. Al final de la historia se descubre una faceta del padre que le da otra capa y creo que eso le hace un personaje muy interesante. Desgraciadamente, no lo puedo contar, así que tendrán que venir a ver la obra. 

-Dice Ignacio Martínez de Pisón que en las familias los agravios no prescriben. Hay algo de esto en la obra.

-Esta obra habla de las relaciones familiares, pero sobretodo de lo solo que se puede sentir uno a pesar de tener una familia, como les ocurre a todos los personajes de la obra. La familia es un tema que me fascina y quería explorarlo también en esta obra.

"En las universidades se estudiarán estas salas, no los grandes teatros. Es ahí donde están pasando las cosas"

-La Trastienda, El Sol de York, Kubik Fabrik, la sala Tú, el Teatro del Arte, Microteatro por Dinero, la Casa de la Portera... ¿Contraprogramación, ganas... o ambas? ¿No hay visibilidad en los grandes teatros?

-Yo creo que en Madrid el teatro está muy vivo. Hay muchas ganas y mucho talento. En los grandes escenarios hay vida, pero es una vida diferente, más institucional, más comercial. En todas las salas que has nombrado se arriesga y hacer el tipo de teatro que se hace en estas salas no sé si sería posible en el circuito comercial. Creo que es muy buena señal que en plena crisis haya tanta oferta teatral. Dentro de unos años en las universidades se estudiaran estas salas, no los grandes teatros. Es en éste circuito donde están pasando las cosas. 

-Eres muy joven y sin embargo ésta ya es  tu séptima obra. ¿Cómo madura la dramaturgia como género?

-En cada obra hago algo diferente. Siempre me propongo un reto, algo que no he hecho hasta el momento. En el caso de "las niñas" me planteé hacer una obra en un mismo tiempo y espacio, y casi lo conseguí, porque la obra pasa en unas pocas horas. Más adelante escribí Litus y en esa sí que lo conseguí del todo. Es una obra que pasa en una hora y veinte en el salón de una casa. Y no hay ni un oscuro. Cada obra para mí es una aventura y así es como debe ser. Lucho a diario para tener la misma ilusión que cuando empezaba. Y lo consigo. 

"Estos son mis tres temas. No creo que pueda escribir nada que no hable de eso"

-Entiendo que todo esto partió de Medea y terminó en la sala de espera de una UVI.

-Sí, era un encargo del Festival Grec. Me pidieron que escribiera una obra a partir de algo relacionado con los clásicos. Yo escogí Medea porque me encanta, el personaje me parece maravilloso. Y de allí nació La madre de la función. Pero al final la obra no tiene nada que ver con Medea.

-El año que viene será mejor, una comedia ácida sobre la insatisfacción y la precariedad; Plastinila era un mazazo sobre la violencia... y ésta a su manera, también. ¿Qué le interesa como dramaturgo?

-Me interesa lo que tengo cerca. En El año que viene será mejor, que escribí con otras autoras, era la crisis pero no en sentido abstracto. Hablábamos de cómo afectaba a la gente de la calle, a nuestros amigos y conocidos. Yo hablo de lo que conozco. No haría nunca una obra sobre la Guerra de Irak, por ejemplo. Puedo hablar de la familia, porqué tengo una y puedo hablar del amor, y de la muerte. Estos son mis tres temas. No creo que pueda escribir nada que no hable de eso. Y siempre hay humor en mis obras, aunque sean tragedias. Creo que el humor siempre está presente en la vida. 

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