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Cultura

Abbado, el director que para regresar a la Scala de Milán pidió 90.000 árboles

Claudio Abbado en el concierto inaugural del festival de Lucerna, en Suiza, en 2007.

Una de las primeras en manifestarse fue la Filarmónica de Berlín, dirigida entre 1989 y 2002 por un hombre que inspiró y dio vida a la institución: Claudio Abbado (Milán, 1933-Bolonia 2014), cuya muerte a los 80 años este martes en Bolonia entristeció al mundo de la música y la cultura. A la Filarmónica de Berlín siguieron la Ópera de Viena, el Festival de Salzburgo,a la Sinfónica de Londres… No hubo un solo escenario en el que la música no dejara de sonar tras la partida del maestro.

Riccardo Muti, uno de los máximos exponentes de la dirección de orquesta de su generación, quien pamernecía enfrentado con Abbado por los gustos del público, fue directo y sencillo al momento de asestar la pérdida: "Su desaparición empobrece fuertemente el mundo de la música y el arte", explicó el maestro napolitano, de 71 años y actual director del Teatro de la Opera de Milán. Igualmente dolido, Daniel Barenboim dijo que la muerte de Abbado "supone la pérdida de uno de los grandes músicos de los últimos 50 años".

Comprometido acaso con una melodía capaz de sujetarse en acciones concretas, Abbado se volcó en la realidad como la partitura más valiosa. En una ocasión, en 2008, un periodista del Corriere della sera le preguntó qué haría falta para que volviese a La Scala de Milán. El maestro respondió: “Un caché fuera de lo común. 90.000 árboles plantados en Milán. Un pago en naturaleza. Si es así, estoy dispuesto a volver. A Milán, a la Scala”

Hijo de padre violinista y madre pianista, Abbado convirtió la dirección musical en una prédica. No sólo por su paso por los lugares más prestigiosos -desde La Scala de Milán hasta la Filarmónica de Berlín- sino por su voluntad de convertir la música en un instrumento de formación para jóvenes excluidos del sistema educativo formal.

Tras cursar estudios en el Conservatorio milanés Giuseppe Verdi y de especializarse dirección de orquesta en las academias Chigiana de Siena y de Viena, en 1965 se dio a conocer internacionalmente con su dirección de la Segunda Sinfonía de Mahler, uno de sus compositores preferidos, en el Festival de Salzburgo. Durante los años 70 entró con pie firme a La Scala de Milán, la Filarmónica de Viena y la Sinfónica de Londres.

Este "artista del siglo", como le llamó la asociación de críticos musicales alemanes, dejó sobre todo su impronta en su paso por la Filarmónica de Berlín, de la que fue designado como sucesor del austríaco Herbert von Karajan el 8 de octubre de 1989, un mes antes de la caída del muro de Berlín.

Los ciclos temáticos y literarios, como los dedicados a Holderlin y a Shakespeare, y la interpretación de obras de compositores contemporáneos como Luigi Nono o Karlheinz Stockhausen, le granjearon fama de renovador al músico italiano, que con el paso los años mejoró las tensas relaciones iniciales con la orquesta berlinesa, de la que se despidió en 1989.

En 1988 creó en Viena el festival de música Wien Modern, que sigue siendo uno de más prestigiosos de Europa dedicado a la composición musical contemporánea. Admirador de Mahler, Beethoven, Debussy y Brahms, Abbado mantuvo siempre presente la necesidad de transmitir esa "magia" que él descubrió a los 7 años, la misma que podía, a su juicio, convertirse en el mejor método de educación de los más desfavorecidos.

Fundó y dirigió la Orquesta Juvenil de la Unión Europea (1978), la Orquesta Juvenil Gustav Mahler (1986) y o la Orquesta Mozart (2004) en las que volcó su compromiso con jóvenes músicos. La batuta de Abbado encontró resonancia en experiencias como la que llevó a cabo el venezolano José Antonio Abreu con los sistemas de educación musical de Venezuela. En 2010 dirigió la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela, que implica actualmente aa miles de jóvenes del país y que supone uno de los proyectos musicales más importantes del continente.

Tras superar un cáncer de estómago diagnosticado en 2000, en los últimos años puso en marcha proyectos en las cárceles, hospitales y en las escuelas. Llevó conciertos de cámara a los más pequeños. La música, insistía, es “la educación del hombre". Su sueldo de senador vitalicio de Italia, que recibía desde agosto pasado, también lo destinaba a Escuela de Música de la pequeña localidad de Fiesole (centro de Italia), en un último gesto para la promoción de la música clásica.

Abbado era también senador vitalicio, "por sus méritos en el campo artístico", nombramiento que recibió el pasado 30 de agosto del presidente italiano, Giorgio Napolitano. Pero el músico no dudó en destinar su sueldo de senador a la Escuela de Música de la pequeña localidad de Fiesole (centro), en lo que se consideró su último gesto para promocionar la música clásica.

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