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Cultura

Jorge Volpi: "La izquierda tiene que purgar sus pecados neoliberales"

El escritor Jorge Volpi estos días en Madrid.

Jorge Volpi no abandona, nunca, sus buenos modales. Ese algo prolijo y educado –casi anacrónico- en su forma de hablar ocurre en su escritura, empeñada en hincar el diente –acaso como la novela decimonónica- en los grandes temas. Porque hay algo de vanidad en la novelística del escritor mexicano. Un cierto empeño en sacar adelante los grandes relatos, las novelas totales. Conserva de esa práctica la intención pedagoga, casi humanista, de la literatura al servicio de la inteligencia.

Lo hizo en su trilogía del siglo XX: abordó el mal en En busca de Klingsor (Premio Biblioteca Breve, 1999); el poder en El fin de la locura (Seix Barral, 2004) y el derrumbe de las ideologías en No será la tierra (Alfaguara, 2006). Ahora Jorge Volpi recurre al gesto clásico del manuscrito encontrado para retratar la demolición del sistema capitalista. Así lo procura en las páginas de Memorial del engaño (Alfaguara, 2014), su libro más reciente.

Esta novela ha sido “escrita” por J. Volpi, especulador financiero y mecenas de la ópera más respetados de Nueva York, quien abandonó intempestivamente sus oficinas de JV Capital Management tras desfalcar quince mil millones de dólares. Trasunto de Bernard Madoff o de Alberto Vilar, este personaje se emplea a fondo en escribir unas memorias. Decide justificarse. De ahí que la historia sea, en verdad, un manuscrito traducido. Un artilugio cervantino.

Haciendo uso de ese mecanismo, el escritor mexicano plantea la idea del engaño y pergeña una novela comprometida, a su manera moralizante, que pretende desenmascarar las ruinas del capitalismo a la vez que levanta, una vez más, el pedestal de la novela como artefacto intelectual, un gesto tan anacrónico como voluntarioso, de esos que tanto le gustan a Jorge Volpi.

Jorge Volpi no abandona, nunca, sus buenos modales. Ese algo prolijo y educado ocurre en su escritura, empeñada en las novelas totales.

-En la época de la fiesta nadie pensó que la crisis llegaría. Pero resulta que ahora todo el mundo escribe sobre ella, ¿curioso, no?

-En el mundo académico la vieron muy pocos, pero nadie prestó atención a quienes lo dijeron. El mundo financiero sabía que existía una burbuja y solo quería alargarla lo más posible, para desinflarla de una manera que no fuera catastrófica. Los que no estamos en ese medio difícilmente lo vimos. En países como EEUU o España sí era visible. Porque lo que ocurría era demencial. Y con solo venir aquí era posible comprobarlo: los altos precios de la vivienda, cómo la clase media especulaba comprando bienes e inmuebles. Nadie se imaginaba que la catástrofe iba a ser tan rápida.

-Y ahora toca sacarle provecho literario.

-Las consecuencias de esa crisis fueron muy profundas. Los artistas tienden a escribir sobre lo que ocurre en sus sociedades. En México hay tanta literatura sobre narcotráfico porque es uno de los problemas centrales. De la misma forma que otros países que afrontaron esa crisis intentarán explicar lo que ocurrió a través de la ficción.

-El manuscrito encontrado, un clásico. Se permite usted agregarle la codicia. El agente que coloca el libro de J. Volpi sabe que se lucrará de algo detestable y sacará provecho. ¡Y se justifica por eso!

-Los autores del libro son el agente, del que solo aparecen sus siglas, y el autor J. Volpi. Los textos de cada uno son justificaciones. J. Volpi se admite como un criminal, pero reconoce que hay criminales peores a los que nadie busca. En el juego de mentiras que hay en todo el libro, la gente que es parte del mercado, justifica por qué lo publica. Lo que demuestra que el libro forma parte de esa maquinaria.

"Los autores del libro son el agente, del que solo aparecen sus siglas, y el autor J. Volpi. Los textos de cada uno son justificaciones".

-¿Por qué escogió ese recurso?

-Fue un homenaje a Cervantes y a Nabokov. Igual que el libro que funda nuestra tradición, El Quijote, se presenta como una traducción, en ese caso del árabe, aquí es la traducción de un original en inglés. Y como en Lolita, el criminal cuenta su historia. En el caso de Nabokov es Humbert Humbert quien escribe sus memorias en la cárcel; en este se trata de J. Volpi, que está huyendo. Lo primero que aparece en Lolita es la nota del escritor explicando por qué publica el libro de un criminal como Humbert Humbert

-Como ya lo hizo con el comunismo en No será la tierra, le toca el turno ahora al capitalismo.

-He querido denunciar todas las ideologías totalizadoras en muchos de mis libros. Mostrar cómo esas recetas infalibles para conseguir el bienestar producen catástrofes. Al igual que el comunismo produce sociedades sin clase, crea también sociedades autoritarias y dictatoriales. El capitalismo es también una ideología potente, disfrazada de no ideología y que después de 2008 provocó sociedades menos equitativas.

"He querido denunciar todas las ideologías totalizadoras en mis libros. El capitalismo es también una ideología potente, disfrazada de no ideología".

-¿Disfrazado de no ideología?

-Sí, el capitalismo finge que sus decisiones son técnicas y económicas.

-¿Qué clase de novela es esta?

-Esta es una novela política. No rehúyo. Me gusta escribir novelas políticas. Pero no son novelas de tesis. No intento probar algo, sino mostrar. En este caso, es un personaje que parece no tener ninguna culpa excepto la de buscar su propio beneficio. Y eso retrata lo que ocurrió con el neoliberalismo: el desprestigio absoluto del altruismo y lo comunitario. Frente a eso triunfa la idea, presente ya en el sistema capitalista, de que la avaricia es buena. Ese es el centro del neoliberalismo: que el propio beneficio beneficiará a otros y todos seremos prósperos. Y eso es ideológicamente falso. Ocurrió lo contrario: los ricos son más ricos y las clases medias son mucho más pobres.

- Sin embargo, y la novela lo plantea, todo parecía indicar que el neoliberalismo estaba justificado.

-La presencia del comunismo justificó la idea capitalista. Pero al caer el sistema comunista y aplicarse estas reformas neoliberales, los resultados fueron igualmente terribles.

"Ese es el centro del neoliberalismo: que el propio beneficio beneficiará a otros y todos seremos prósperos. Y eso es ideológicamente falso".

-Pensábamos que lo correcto era que el Estado no interviniese, que un mercado libre que se regulara por sí mismo era una garantía de democracia.

-Allí estaba la trampa. Las sociedades más equitativas son las del Estado del Bienestar que se mantuvieron en Europa entre 1950 y 1991. La izquierda pudo hacer pactos para lograrlo. Cuando desaparece el comunismo, la izquierda queda en un desprestigio absoluto y el centro es tomado por la derecha neoliberal. Se aplican estas recetas y el Estado del Bienestar se derrumba.

-La izquierda es una de las grandes perdedoras, políticamente, de esta demolición.

-La izquierda nunca se ha recuperado del todo del desprestigio de solapar los regímenes comunistas. Por eso siempre ha estado a la defensiva. Cuando gobernaba la izquierda institucional, en el caso de España el PSOE, copiaron las políticas neoliberales de sus adversarios. Estando en la oposición, fueron incapaces de generar un discurso novedoso.

-Sobre el raquitismo de la izquierda. ¿Qué piensa de la izquierda latinoamericana? Se ha vuelto esperpéntica.

-El caso de América Latina es distinto, las crisis y el desprestigio de las clases políticas es anterior, aunque algo parecida a lo que ocurre en España. Allí, la gente dio la espalda a los políticos y respaldó caudillos como Chávez, como Correa, como los Kirchner. Quedan pocos ejemplos de izquierdas con políticas exitosas, como Bachelet, en Chile, un país en el que todo es de derechas.

"La izquierda necesita olvidarse de sus culpas, la izquierda europea también. Tiene que purgar sus pecados neoliberales".

-¿Qué le ocurre a la izquierda? ¿Qué habría que pedirle?

-La izquierda necesita olvidarse de sus culpas, la izquierda europea también. Tiene que purgar sus pecados neoliberales y hacerse propositiva. Escuchar a la gente que está en la calle, y a la que acusan de radicales y provocadores, y que es incapaz de conseguir un cambio en las políticas de gobierno.

-El intelectual orgánico nos empachó. Es poco frecuente ver un escritor que toma posición; y usted lo hace.

-El triunfo de la revolución neoliberal fue volver a las sociedades y a los intelectuales apolíticos, lo cual es parte de la ideología. Porque podemos hacer parecer que las decisiones sean técnicas. Pero esa falta de compromiso que reprochamos a los intelectuales, en verdad pertenece a toda la sociedad. Creo que hay que seguir escribiendo textos políticos que contribuyan a generar sociedades más críticas.

"El triunfo de la revolución neoliberal fue volver a las sociedades y a los intelectuales apolíticos, lo cual es parte de la ideología"

-Parece que usted tiene la ambición de suceder a una cierta intelectualidad latinoamericana ilustrada, ahora anacrónica, la que se metía con los grandes temas…

-Mi formación viene de la admiración a figuras como Octavio Paz o Carlos Fuentes. O del mismo Sartre y Camus, aunque estén en posiciones políticas diferentes. No creo que yo haya querido diseñarme, pero sí supongo que mi formación intelectual está basada en eso, aun y cuando yo soy el primero en afirmar que los intelectuales se extinguieron, ya no tiene peso. El modelo de intelectual que se implantó en América Latina y España fue el que puso en marcha Émile Zola, y que no existe en el mundo anglosajón. De hecho, estamos volviéndonos como en el mundo anglosajón, en el que lo que diga un escritor no importa nada.

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