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Cultura

Cinco razones sobre por qué la Fiesta del Cine 'pone en un brete' al sector

Una imagen de la edición de la Fiesta del Cine de 2013

En sus ediciones anteriores ha sido un éxito: colas y colas de personas que acuden al cine durante tres días. ¿La razón? Pues el precio: la entrada cuesta 2,90 euros, la mitad del importe promedio (6,90 euros) y la cuarta parte de la más costosa (12 euros) ¿Es eso necesariamente bueno para un sector que tiene que pensarse muy bien las cosas? De momento, pongamos cifras sobre la mesa: en 2013, durante tres días acudieron al cine millón y medio de espectadores, la misma cantidad que había perdido el sector durante ese año.

Los organizadores del evento –la patronal de productores (FAPAE), Federación de Distribuidores de Cine (FEDICINE), Federación de Cines de España (FECE) y el Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA)- por un lado sacan pecho con la medida -la mejor prueba es que la repiten- pero cuando les hablan de bajar el precio, aclaran rápido la garganta y las ideas. Insisten: la Fiesta del Cine no es una medida que pueda aplicarse todos los días. Es ahí cuando surge (1) el primer asunto: la revisión del precio de la entrada. ¿Conviene?

Sobre este tema, los exhibidores han sido muy prudentes. Sólo unas semanas después de la Fiesta del Cine celebrada a finales de octubre de 2013, grupos como Cinesa y Yelmo lanzaron por su cuenta promociones similares -tres días a un precio especial de 3,50 euros-. Y aunque algunos pensaron que se desataría una guerra de precios, no fue así. Al consultar a Pedro Pérez, el ex presidente de FAPAE, sobre si resultaba entonces conveniente para el sector bajar los precios. Pérez no lo dudó: los números dan sentido a la medida. Para él era preferible una entrada más barata con una sala llena a “tener una sala vacía” con precios más altos.

A pesar de la Fiesta del Cine queda la paradoja: con la sala llena o vacía, se pierde dinero.

Ese razonamiento empuja, entonces, a la segunda cuestión (2) que pone de manifiesto la paradoja: con la sala llena o vacía, se pierde dinero. La reducción del precio de la entrada –por ejemplo a la mitad, 3,50 euros- obligaría a los exhibidores a llenar la sala el doble para seguir ganando lo que ganan ahora, que es bastante poco.

Para Borja de Benito Porto, de la Federación de Cines de España – FECE, "no se puede extrapolar el comportamiento de tres días a todo el año”. A juzgar por las cifras que aportan los miércoles –el día del espectador, cuando la entrada cuesta 3,90 euros-, la respuesta es irregular. Si la media es de 100.000 espectadores por miércoles, la respuesta puede variar entre 200.000 y 400.000. “Son picos muy pronunciados”, afirma.

El argumento del precio que pergeña Benito es todavía más demoledor: “Si el año pasado se recaudaron 507 millones de euros con 77 millones de espectadores, haciendo las cuentas, sale una entrada promedio de 6,50 euros. Si bajáramos la entrada a 3 euros, necesitaríamos 170 millones de espectadores para ganar lo mismo”, dice.

La contradicción continúa: bajar precios a lo bestia no asegura recuperación, pero mientras se mantengan los precios actuales, la gente tampoco acude a las salas, por lo que los números pintan igual de rojos. Sólo hay que ver los datos difundidos. Desde 2009, la recaudación ha caído de 671,04 millones de euros a 507 millones de euros en 2013, la peor cifra en la historia del cine español. Estos números son inversamente proporcionales al precio de la entrada, que en los últimos diez diez años ha pasado 4,6 euros e 2003 a casi 10 euros, el precio máximo que alcanza en algunas comunidades autónomas como Cataluña.

El éxito de la Fiesta del Cine desata un tercer asunto: ¿No era la piratería la culpable de las salas vacías?

El éxito de la Fiesta del Cine desata un tercer asunto (3), que deja en evidencia a muchos: ¿No era la piratería la culpable de las salas vacías? Eso se preguntan muchos, entre ellos los propios cineastas. Una de las principales banderas que blanden representantes del sector –productores, exhibidores y realizadores- plantea que la descarga de películas de manera ilegal es uno de los males que azota a la industria. A juzgar por las largas colas motivadas por el bajo importe de la entrada, hay quienes que, como Arturo Guillén, de Rentrak, afirman: "Después de años de descensos en el número de espectadores, la Fiesta del Cine indicó que los españoles quieren ir al cine y están deseando pagar para ver películas. La pregunta es cuánto deberían pagar, y cuándo. Debemos alcanzar un consenso sobre ese punto".

Y sobre la dupla consumo-precio, salta un aspecto que a algunos irrita y que supone el cuarto aspecto de este brete (4): Para sobrevivir habría que cartelizar los precios, ¿es eso legal? El 21% del coste de la entrada corresponde al IVA y 3% a las entidades de gestión de derechos de autor, es decir, 24% en impuestos. El resto se reparte de forma variable entre distribuidores y exhibidores: 43% para los primeros y 33% para los segundos. De ahí que buena parte de la discusión del precio pase por el acuerdo entre ambos. Los exhibidores sin embargo se muestran muy cautelosos. Fijar precios comunes es contrario a las leyes de la competencia, además: las políticas comerciales son exclusivas de cada cadena. ¿Estarían dispuestos a dar esa batalla interna y no la de una IVA menor?

Para algunos, se están sacando conclusiones equivocadas de La Fiesta del Cine.

Gente del propio sector –sin dramatismos ni visiones apocalípticas- ha planteado una reflexión lúcida con respecto a lo que la Fiesta del Cine es capaz de conseguir y he allí la quinta pregunta y última pregunta (5): ¿estar de fiesta todos los días hará que la gente vaya más al cine? El cineasta Rodrigo Cortés –en una entrevista más amplia realizada el año pasado por Vozpópuli y que puede leer completa en este link, para contextualizar sus palabras- planteaba un razonamiento de una lógica demoledora: “Creo que se están sacando conclusiones equivocadas: si se celebra La Fiesta del Cine, que cuesta tres euros, y se forman colas, extraer la conclusión inmediata de que, si ése fuera el precio habitual de las entradas, habría colas todos los días es, cuando menos, ingenuo. Me recuerda a La Noche en Blanco, que crea colas y colas frente a museos gratuitos, o muy baratos, que permanecen vacíos también el resto del año”. A ese razonamiento, Cortés dio una vuelta de tuerca más: “¿Cuál es el precio razonable de una entrada de cine para quien le irrita pagar 89 céntimos al año por una aplicación que usa sin descanso”, dijo refiriéndose a Whatsapp.

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