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Cultura

El condotiero poeta se va a Londres

Michele Marullo Tarcaniota, por Sandro Botticelli. Colección Guradans-Cambó

Cambó, el político que encarnó a la burguesía nacionalista catalana dispuesta a entenderse con España - Per Catalunya y l’Espanya gran, por Cataluña y la España grande, era su lema- dejó solamente una hija, Helena. Helena Cambó compensó sin embargo las exigencias del linaje, pues tuvo 14 hijos con Ramón Guardans, secretario del Consejo Privado de don Juan de Borbón, abuelo del actual rey, en la época en que don Juan aspiraba a substituir a Franco y ser rey de España. Por grande y próspero que fuese el patrimonio Guardans-Cambó, catorce hermanos son muchos a repartir, de modo que es natural que hayan decidido sacar a subasta una de las joyas de la familia, el retrato de Marullo de Botticelli, lo que ha provocado esta semana un gran ruido mediático.

Este cuadrito de menos de medio metro está familiarizado con la polémica. En el año 2004 provocó una especie de drama nacional entre los catalanistas, cuando la familia Guardans-Cambó decidió depositarlo en el Museo del Prado. Ahí lo hemos disfrutado durante trece años “los madrileños”… y millones de personas de todo el mundo que han pasado por nuestro primer museo. Fue una afrenta a Cataluña según los nacionalistas periféricos, que acusaron a Helena Cambó de cobrar su traición al ser nombrada patrono de honor del Museo del Prado, pero llovía sobre mojado. Francesc Cambó, que legó al Museo Nacional de Arte de Cataluña 40 obras de su colección, prefirió sin embargo Madrid para sus mejores piezas. Así llegaron al Prado en 1941 los únicos Botticellis que posee el museo, la soberbia serie de tres tablas con la Historia de Nastagio degli Onesti, una de las obras cumbres del pintor florentino.

“¡Estos burgueses traidores!”, rumia el nacionalismo radical… Si ya se sabe, cuando la huelga general de 1919 Cambó se presentó, escopeta al hombro, ante el capitán general de Cataluña, que encima se llamaba Milans del Bosch, y se puso a sus órdenes. Y no era el único. Desde el testamento de Bosch y Barrau –“Lego al Museo del Prado todos los cuadros antiguos, hasta Goya inclusive”- con cuyas solas obras se habría podido montar un notable museo en Cataluña, hasta el gesto político del empresario Várez Fisa, que en 2013, cuando estaba comenzando el procés, hizo una fabulosa donación –llena una sala propia- de pintura catalana.

La perla de la donación Várez Fisa es la tabla de la Virgen de Tobed, llena de simbolismo histórico. Obra del pintor catalán del siglo XIV Jaume Serra, está presidida por el escudo de Castilla e incluye el retrato del rey Enrique II de Castilla y su familia. Un nieto de Enrique, Fernando de Antequera, se convertiría en el primer monarca de la casa castellana de Trastamara que reinase en Aragón, lo que llevaría a Fernando el Católico y la unificación de España. Para resaltar el carácter político de la donación, estuvo invitado al acto el presidente Mariano Rajoy.

Condotiero y humanista

Pero volvamos al retrato de Botticelli que ha evocado esta preferencia de algunos catalanes ilustres en que sus cuadros se exhiban en el Prado. El protagonista, Michele Marullo Tarcaniota, fue uno de esos personajes cosmopolitas y abiertos a las ideas que generó el Renacimiento. Era griego de origen, pues nació en Constantinopla en 1453, el mismísimo final del Imperio de Oriente, el continuador de Roma. La ciudad estaba sitiada por los turcos y caería al año siguiente, por lo que su familia se exilió en la República de Ragusa, uno de esos pequeños estados comerciales que festoneaban el Mar Adriático. Más tarde cruzó a la orilla de enfrente del Adriático para vivir en Ancona, otro ejemplo de república mercantil.

Si notable es el historial militar de Marullo, no se limitó a eso su vida, pues fue también un humanista de imponente cultura, afamado poeta, filósofo neoplatónico y miembro del exquisito círculo cultural de Lorenzo de Medici en Florencia

Marullo Tarcaniota eligió como profesión ser soldado de fortuna, condotiero, un oficio honorable, y volvió a cruzar el mar para enfrentarse a los turcos que le habían arrebatado su patria. En Moldavia se puso al servicio del príncipe Esteban y participó en la espectacular victoria de Vaslui, tras la que el Papa llamó a Esteban “Athleta Christi”, el atleta de Cristo. Combatió a los otomanos desde Crimea, en el Mar Negro, hasta Italia, y luego participó en las guerras italianas, al servicio del rey de Francia y contra los aragoneses.

Si notable es el historial militar de Marullo, no se limitó a eso su vida, pues fue también un humanista de imponente cultura, afamado poeta, filósofo neoplatónico y miembro del exquisito círculo cultural de Lorenzo de Medici en Florencia. En suma, era uno de esos individuos polivalentes, dueños de tantos saberes, que daría el Renacimiento, y prueba del reconocimiento que cosechó en su época es que Paolo Giovio lo incluyó en sus Elogios de hombres de letras ilustres. Tal hombre necesitaba una mujer a la par, y enamoró a una de las muchachas más hermosas de Florencia, Alessandra Scala, que era una donna docta, una intelectual como las que protagonizan El Cortesano de Baltasar de Castiglione. Eso le valió por cierto la enemistad de un rival de amores, el famoso humanista y poeta Poliziano, lo que daría lugar a un intenso duelo literario.

El Tarcaniota murió como condotiero, pues luchando contra César Borgia, al atravesar un río del Norte de Italia, se cayó del caballo. Marullo lucía orgulloso la armadura que era como una segunda piel para un caballero y su peso le arrastró al fondo y se ahogó.

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