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Cultura

Análisis

Chomsky, Zizek, Garton Ash...la posición de los intelectuales ante la invasión de Ucrania

Cunde el desánimo en todo el espectro del pensamiento, desde los defensores de la democracia lberal hasta los más convencidos marxistas

Arriba, de izquierda a derecha: Carrère, Zizek, Alba Rico. Abajo: Chomsky, Garton Ash y Aleksiévich

Cuando estalla un conflicto bélico, lo lógico es escuchar a los militares. Tampoco es mala idea atender a lo que dicen filósofos, sociólogos e historiadores. El francés Jean Baudrillard aportó análisis renovadores sobre la invasión de Iraq, Noam Chomsky fue una brújula para comprender las estrategias imperialistas estadounidenses y Simone Weil todavía ilumina paradojas sobre nuestra Guerra Civil (por no citar siempre a Orwell). De hecho, estos días se echa especialmente de menos al historiador británico Eric Hobsbawm (Alejandría 1917-Londres 2012), uno de los máximos especialistas en el siglo XIX con una capacidad especial para explicar los conflictos bélicos europeos del XX con mirada larga y textos comprensibles para cualquier público.

Tras contemplar en primera fila el baño de sangre de la Segunda Guerra Mundial, Hobsbawm era firme defensor de no mover ninguna de las fronteras del planeta (con la posible excepción de Palestina). Le preocupaban las vidas humanas y también la tendencia de Europa a la balcanización, que la UE no ha sabido contener: “Los rutenos no se definen a sí mismos mismos como una ‘nación’ con una ‘lengua’ en general, sino de forma específica contra los ucranianos. El nacionalismo catalán se dirige excluisivamente contra España, del mismo modo que el nacionalismo lingüístico galés se dirige exclusivamente contra el inglés”, lamentaba en las páginas 314 y 315 de su último libro publicado en España, Sobre el nacionalismo (Crítica, 2021). Parece que en esas seguimos. Hecha esta introducción,Vozpópuli repasa las valoraciones sobre la invasión de Ucrania de seis intelectuales clave:

Zizek: “Una versión rusa del fascismo”


La valoración de Slavoj Zizek es importante por muchos motivos. Fue uno de los primeros filósofos marxistas en desglamurizar el relato cultural soviético, que sufrió en su Eslovenia natal. Además es firma habitual en Russia Today, la cadena estatal censurada en muchos territorios occidentales. Ha escrito varios textos pero podemos destacar uno del 2 de marzo en con el elocuente título “¿Qué significa defender Europa?”. Allí denuncia que Putin está repartiendo entre los altos funcionarios y militares reediciones de los ensayos de su gurú Iván Ilyíng (1883-1954). Unas pinceladas: “Tras ser expulsado de la Unión Soviética a comienzos de los años veinte, Ilyín defendió una versión rusa del fascismo: el Estado concebido como una comunidad orgánica liderada por un monarca paternal, en el que la libertad se limita a conocer tu lugar en la sociedad. Las votaciones al líder (Ivyín o Putin) sirven para expresar respaldo colectivo, no para elegirlo o legitimarlo”, explica Zizek.

También dedica otro párrafo a deshacer malentendidos sobre Aleksandr Duguin, filósofo admirado por Putin sobre el que circulan muchas imprecisiones. Entre ellas, se le considera tradicionalista cuando es un posmoderno que reniega del concepto de verdad objetiva. ”La así llamada verdad es una cuestión de creencia. Nosotros creemos en lo que hacemos, creemos en lo que decimos. Esa es la única forma de definir la verdad. Tenemos una verdad especial rusa que se debe aceptar. Si Estados Unidos no quiere hacerlo, debe aceptar que ya no es el único amo. La situación en Siria y Ucrania demuestra que EE.UU. ya no es el único amo. La pregunta es quién manda en el mundo y la única respuesta es la guerra”, proclama Duguin. La situación europea de debilidad militar y fragmentación le aboca a tener una sola cosa que aportar, según Zizek, que consiste es la gestión de los derechos humanos (en este caso, acoger a los refugiados, huyendo del doble estándar que hace tratar mejor a los blancos y cristianos que piden asilo que al resto de los migrantes).

Garton Ash: “Sangre, sudor y lágrimas”

Timothy Garton Ash es uno de los historiadores de referencia en la defensa de la democracia liberal. Su artículo más relevante sobre la invasión en curso recuerda la larga historia de Europa minusvalorando los conflictos en la zona este del continente: “¿Por qué cometemos siempre el mismo error? Oh, solo es un problema para los Balcanes, decimos. Y entonces un asesinato en Sarajevo enciende la chispa de la Primera Guerra Mundial. Oh, la amenaza de Adolf Hitler a Checoslovaquia es solamente ‘una riña en un país lejano, entre personas que desconocemos’. Y entonces nos encontramos con la segunda Guerra Mundial. Oh, la invasión de Stalin de la distante Polonia tras 1945 no es asunto nuestro… y de pronto aparece la Guerra Fría. Ahora lo hemos vuelto a hacer, hemos vuelto a estar dormidos hasta que las implicaciones de la invasión de Crimea por Putin en 2014 eran demasiado grandes. El pasado 24 de febrero nos presentamos ante el mundo sin más vestido que los jirones de nuestras ilusiones perdidas”, lamenta.

Casi todo el mundo en Europa reconoce ya que Ucrania es una nación europea atacada y desmembrada por un dictador

El artículo se titula “La invasión rusa de Ucrania cambiará para siempre la cara de Europa”. ¿Será este un giro para mejor o para peor? Así responde: “A corto plazo, las perspectivas de Ucrania son sombrías. Pero pienso en este momento como en el maravilloso título de un libro sobre la revolución húngara de 1956: Victoria de una derrota. Casi todo el mundo en Europa reconoce ya que Ucrania es una nación europea atacada y desmembrada por un dictador. Kyiv es hoy una ciudad llena de periodistas de todo el mundo. Esta experiencia moldeará su visión de Ucrania para siempre. Nos habíamos olvidado, en los ilusos años posteriores a la Guerra Fría, que así es como se forman las naciones en el mapa mental de Europa: con sangre, sudor y lágrimas”.

Alba Rico: “La invasión Ilumina los harapos de la izquierda”


La visión de Santiago Alba Rico es relevante por su extensa trayectoria antiimperialista y por el seguimiento que tiene dentro de la izquierda hispanoparalente (donde acumula defensores y detractores). El pasado sábado pudimos leer en el diario Público sus “Nueve dilemas” sobre la invasión, que desprende sensatez y desaliento. Una muestra: “La invasión de Ucrania ilumina los harapos mentales y organizativos de la izquierda. Ese es también un grave problema en una Europa en la que Putin está mucho menos aislado de lo que parece y en la que la batalla de la democracia, que es en realidad la única realmente nuestra, se está perdiendo por goleada”, lamenta en su extensa tribuna de opinión.

También señala una extraña paradoja: “este desconcierto se traduce en un extraño reparto de papeles: la hipócrita UE denuncia la barbarie de la invasión rusa mientras que una parte de la izquierda dedica todas sus fuerzas a denunciar la responsabilidad de la OTAN. En mi mundo ideal sería exactamente al revés: la UE cuestionaría su dependencia de la OTAN y la izquierda denunciaría sin parar y sin ambages el imperialismo ruso”. Todos saldríamos ganando con este cambio.

Aleksiévich : “Abrirán los ojos con 5.000 ataúdes”

Pocos testimonios más relevantes que el de la autora de El fin del 'Homo sovieticus', gran conocedora de la mentalidad a pie de calle del país de Putin. La Nobel bielorrusa no es precisamente optimista, debido a sus cálculos sobre el firme respaldo social a la invasión: “Creo que Putin refleja la opinión del ruso medio que vive en los suburbios, esos rusos que no toleran la humillación, como dicen. Para mis libros he viajado mucho por Rusia y muchas personas a las que he escuchado hablaban de su sentimiento de humillación más que de otra cosa. Nadie nos tiene miedo, dicen. ¡Y cómo se alegraron cuando pudieron decir que Putin les hizo ponerse de pie cuando sentían que estaban de rodillas frente al mundo! Me temo que este sentimiento imperialista está muy arraigado", explica Aleksiévich.

Las condiciones objetivas no favorecen precisamente a la paz, a pesar de las manifestaciones en este sentido, incluso dentro del país agresor: “El sistema autoritario actual hace que todos los poderes estén tan cohesionados que sea difícil salir de él. Como dijo la heroína de uno de mis libros: te sientes como una mariposa en el cemento. Disientes, no aceptas lo que ocurre, pero no puedes salir”. ¿La probable vía de escape? “Creo que debemos trabajar con el 60% que parece apoyar a Putin. Tenemos que hablar, explicar. Habrá luto, habrá ataúdes, y es una pena que ése deba ser el precio para quitarse la venda de los ojos. El pueblo abrirá los ojos porque la llegada de 5.000 ataúdes es muy dolorosa", recalca.

Chomsky: “Un feo desenlace”

Por supuesto, hablamos de uno de los intelectuales de referencia de la izquierda internacional, además de uno de los nombres de los clásicos del MIT (Massachusetts Institute of Technology, muy vinculado al ejército estadounidense). Las opiniones más recientes de Noam Chomsky se repasan en una entrevista con Truthout.org, traducida al castellano por Ctxt. Su planteamiento es claro: denunciar el descrédito del sistema jurídico global. “El estatus del Derecho Internacional no cambió en el periodo posterior a la Guerra Fría, ni siquiera en las palabras, y mucho menos en los hechos. El presidente Clinton dejó claro que Estados Unidos no tenía intención de respetarlo. La Doctrina Clinton declaraba que Estados Unidos se reservaba el derecho a actuar ‘unilateralmente cuando fuera necesario’, incluido el ‘uso unilateral del poder militar’ para defender intereses vitales como ‘garantizar el acceso sin trabas a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos’. También sus sucesores, y cualquiera que pueda violar la ley impunemente. Eso no quiere decir que el derecho internacional no tenga valor. Tiene un rango de aplicabilidad, y es una norma útil en algunos aspectos”, concede.

Las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que premia a Putin pr el acto de argesión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal

Chomsky también advierte de que nadie va a ganar esta vez. “Las opciones que quedan tras la invasión son desalentadoras. La menos mala es el apoyo a las opciones diplomáticas que aún existen con la esperanza de lograr un resultado parecido al que era muy probable alcanzar hace unos días: la neutralización de Ucrania al estilo austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más difícil de lograr ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o el resultado será aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá más allá de lo inimaginable. Es muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la justicia en los asuntos internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz historial una vez más? Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que premia en lugar de castigar a Putin por el acto de agresión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer gratificante arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la desesperada, y puede hacerlo. No es sensato”, advierte.

Carrère: “¿Y el pueblo?”

El prestigioso novelista francés, Premio Princesa de Asturias, estaba en Moscú trabajando cuando comenzó la invasión. Decidió quedarse y escribir un reportaje largo para L’Obs (antes Le Nouvel Observateur). El texto, tan brillante como siempre, hace una aportación inesperada, que consiste en denunciar lo insufriblemente pijo que se ha vuelto el periodismo occidental. “Una amiga parisiense, por teléfono: ¿Y el pueblo? No los intelectuales como tú y como yo: la gente de verdad. ¿Está completamente desinformada? ¿Está a favor de la guerra? ¿A favor de Putin? Difícil de responder. Es siempre un problema, la gente de verdad”, admite.

Luego sigue un párrafo de necesaria autocrítica: “Otro amigo mío, italiano, me decía un día, riéndose: Mi país ha sido gobernado diez años por Berlusconi y nunca he conocido a nadie que le vote. A decir verdad -admite Carrère- conozco a algunos putinianos, pero son más bien franceses expatriados que rusos”, confiesa. Tras visitar un empresa demoscópica y hablar con algunos taxistas, el autor descubre que el 70% de los rusos no tienen pasaporte y algunos apenas saben que eso existe. “¿Qué puede importarle al pueblo que ya no pueda circular en Jaguar, beber Dóm Perignon, esquiar en Courchevel?...”

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