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Cultura

Chaves Nogales inédito y definitivo

Manuel Chaves Nogales.

 “Yo era eso que los sociólogos llaman un ‘pequeñoburgués liberal’, ciudadano de una república democrática y parlamentaria”. La frase antecede a los relatos de la Guerra Civil española que Chaves Nogales escribió ya fuera de una España de la que se marchó consciente, acaso, de que ningún bando traería la democracia, la paz y la justicia. “La España de hoy reclama a Chaves Nogales. Necesita una mirada como la suya. Con el prólogo de A sangre y fuego cualquier profesor ecuánime puede dar una visión completa de la Guerra Civil, por eso creo que debería ser un texto de lectura en las escuelas”, ha dicho el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte en innumerables ocasiones ante el olvido deliberado de uno de los escritores fundamentales del siglo XX y del que el próximo 23 de noviembre el sello Libros del Asteroide publica sus obras completas, que incluye nueve libros y ocho artículos inéditos.

Prologada por Antonio Muñoz Molina y Andrés Trapiello, esta edición a cargo de Ignacio F. Garmendia ofrece al lector 3.500 páginas, e incluye sus libros La ciudad; Narraciones maravillosas y biografías ejemplares; La vuelta a Europa en avión; La bolchevique enamorada y otros relatos; Lo que ha quedado del imperio de los zares; El maestro Juan Martínez que estaba allí; Juan Belmonte, matador de torosA sangre y fuego; Los secretos de la defensa de Madrid; La agonía de Francia y todos los textos periodísticos del autor, hasta ahora dispersos en antologías, muchos de ellos inéditos en español. 

Aunque hoy su obra ha sido recuperada, al comienzo las pocas ediciones disponibles de los libros de Chaves Nogales fueron recuperadas por Renacimiento, sello dirigido por Abelardo Linares y que se encargó de publicarlo durante la década de los noventa. Durante mucho tiempo a Manuel Chaves Nogales sólo era posible encontrarlo en las librerías de viejo. Su Juan Belmote era quizá el libro más conocido en España desde que Alianza lo publicara en 1969. Sin embargo, la totalidad de su obra había permanecido sepultada e ignorada. En 1993 María Isabel Cintas publicó su Obra narrativa completa, pero sería con las encendidas páginas que Andrés Trapiello le dedicó en Las armas y las letras (1994)cuando se produjo el regreso definitivo.

"A Chaves Nogales no lo quiso nadie en 50 años. Él no quiso pertenecer a ninguna de las dos Españas y, como ha dicho Arturo Pérez-Reverte, no lo hizo por equidistancia sino por equidad. Él era un hombre de hechos, no de retórica. Por eso lo ignoraron. Fue una de las víctimas de la tercera España", ha explicado en muchas ocasiones el escritor Andrés Trapiello . Ese concepto, la tercera España, engloba a aquellos hombres y mujeres que no quisieron "formar parte ni ser cómplices de los disparates de ninguna de las otras dos" y entre los que el propio Chaves Nogales fue uno de los más lúcidos y preclaros, acaso su primera y más nítida voz. Lo pagó caro Chaves Nogales. Las otras dos Españas se lo cobraron con el exilio primero y el olvido después.

El próximo 23 de noviembre el sello Libros del Asteroide publica sus obras completas, que incluye nueve libros y ocho artículos inéditos

“Durante mucho tiempo a Chaves Nogales sólo era posible encontrarlo en las librerías de viejo. A sangre y fuego lo conseguí en Sevilla, en la librería de Abelardo Linares. Faltaba una semana todavía para entregar Las armas y las letras. Me subí al AVE y comencé a leer el prólogo excepcional de ese libro. Y fue justo al llegar a Córdoba, en el tren, cuando llamé a Abelardo por teléfono. 'Me has dado la clave sobre por qué ambos bandos lo han ocultado', le dije. Chaves Nogales, que era un demócrata liberal comprometido con los valores de la Ilustración, viene a decirles a los dos bandos: vuestra retórica fascista es igual a la del otro bando; vuestros libros igual de malos y vuestros crímenes igual de graves”. Así recuerda Trapiello su encuentro con el sevillano.

Manuel Chaves Nogales se gesta en un contexto que él es capaz de ver en su conjunto. Tuvo una capacidad de diagnóstico sobre su tiempo muy superior y de largo alcance. “Andar y contar es mi oficio”, decía sobre su propio quehacer. Y así fue. Chaves Nogales visitó la URSS. Descubrió que la aviación había convertido Europa en un territorio abarcable. Fue a la Italia fascista y a la Alemania en la que el Partido Nazi ya imantaba los afectos populares. Entrevistó a Goebbels, vio los disturbios de la Segunda República, conoció los fascismos y se anticipó a su ardid de propaganda.

Sus textos cuentan la realidad, pero además la trascienden. Existen ejemplos claros del mejor Chaves Nogales, el que se expresa en libros como El maestro Juan Martínez que estaba allí  —la historia del bailarín de flamenco a quien la Revolución sorprende en Rusia, en 1917— o en los reportajes Andalucía roja y La Blanca Paloma, en los que Chaves Nogales describe –desde el prisma andaluz— la tensión de la guerra que está por estallar.

A pesar de los intentos por apartarlo, Chaves llegó al presente por su propio pie. Excepcional como su forma de contar los hechos que a los demás se les escurren de las manos. Si el acto de escribir encierra una necesidad de lucidez, es natural que quien se sentó a narrar lo ocurrido consiga dar con la sólida columna de la verdad, o al menos algo tan duradero como ésta. Jalonado por la fuerza de sus propias palabras, Chaves Nogales ha llegado al presente, acaso porque sus libros parecían escritos en el futuro. “Para librarme de esta congoja de la expatriación y ganar mi vida, me he puesto otra vez a escribir”.

Un detalle de la edición encofrada.

María Isabel Cintas, la especialista que en 1993 publicó la Obra narrativa completa de Chaves Nogales, descubrió el breve texto El hombrecito de la limaña de oro, un cuento que Chaves Nogales publicó en 1926, cuando su hija Pilar tenía seis años. Está dedicado a Córdoba y en él cuenta la historia de un artesano a quien su hija, que ha quedado embarazada, deja al niño para que crezca junto a su abuelo. “Yo te enseñaré a tomar el gusto por la vida, aprenderás de mí el buen ver, la buena manera de mirar, conocerás el encanto del deber cumplido, del trabajo bien terminado. Artesano, artífice o artista, ama más que nada esta penumbra de vivir que salva del turbión de la gente desatada. No pierdas la medida de lo humano. Que no te inquiete la grandeza del mundo ni te tiente ningún heroísmo (…)Heredé la fe en el esfuerzo. Aumenté el patrimonio con esta incorporación del dolor. Acaso tú consigas algo más. Nos falta tan poco para la felicidad”. Cuando acabó, las palabras aún resonaban, resistentes y genuinas, libres de toda amargura.

La hija y el nieto del escritor han sido clave en la recuperación de la memoria y la obra de su abuelo. La última vez que Pilar Chaves vio a su padre, los alemanes ya habían ocupado Francia. Él tenía que marcharse, cuanto antes, porque la Gestapo le pisaba los pies. “Él nos dijo: quedaos aquí y quemadlo todo, porque vendrán los nazis a buscarme”, comenta Pilar, su hija mayor. “Recuerdo que aquel día mi padre cogió su gabardina y su maleta y se fue andando por la carretera. No supimos nada de él durante meses, hasta que el tío Pepe nos dijo que estaba bien, pero ya nunca más volvimos a vernos”, dice.

La última vez que Pilar Chaves vio a su padre, los alemanes ya habían ocupado Francia. Él tenía que marcharse, cuanto antes

Volver a España fue otra aventura. Vendieron todos los muebles del piso y compraron el billete de vuelta. Cuando esta mujer centenaria habla, luce ese color vivo de las pieles que recuerdan haber nacido bajo el sol. “Cuando llegamos a España, estuvimos esperando en El Ronquillo, un pueblo pequeño, hasta que acabara la guerra. Fue mi tío Pepe el que nos dio la noticia de la muerte de mi padre. Yo no pude llorar en una semana. Estábamos tan seguras de que la guerra se terminaba… Eran tiempos de guerra”.

Unos días después de su muerte ocurrió el desembarco de Normandía. La guerra había acabado y Manuel Chaves Nogales no había vivido lo suficiente para ver su final. Murió en 1944 —de una supuesta peritonitis, asegura Antony Jones Chaves—. Su cuerpo permanece enterrado en Londres, en el North Sheen Cemetery de Richmond. Aún demasiado lejos de la España que supo entender y retratar. Llevaba razón Andrés Trapiello al decir que Chaves Nogales era cervantino. Hombres que vivían fuera de su tiempo porque se dirigían al centro del nuestro.

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