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Cultura

Cathy Claret: "El antigitanismo es muy fuerte: el flamenco no lo inventó Disney"

Seguramente el nombre no les suene, pero es probable que Cathy Claret sea una artista admirada por alguno de sus ídolos musicales. Entre sus devotos se cuentan Raimundo Amador, Guille Milkyway (La Casa Azul) y Pascal Comelade. No puede haber mejores indicios de su calidad musical. “En realidad, hay más nombres: por ejemplo Sly & Robbie, Benjamin Biolay o el desaparecido Willy de Ville, que me adoraba. También Finley Quaye, Nouvelle Vague o La Mala Rodríguez”, explica sin falsa modestia. La lista es interminable y abarca desde el fallecido Manzanita hasta Lin Cortés, pasando por los japoneses Pizzicato Five. “Con algunos he grabado sin necesidad de mánagers ni discográficas, por ejemplo con Nouvelle Vague, Rossy de Palma y Finley Quaye”, señala.

https://youtube.com/watch?v=7WRtbu20Thk

¿Se siente Cathy Claret atrapada en la etiqueta de artista de culto? “Qué va, es agradable. Cuando empecé solo quería escribir canciones y lanzarlas al mundo como quien manda un mensaje en una botella. Tenía mucho dolor dentro de mi alma y yo era más autora, compositora y instrumentista que cantante. Grabé siete u ocho discos como instrumentista, pero luego puse voz a algunas maquetas mías para dar forma a canciones, lo mandé a una discográfica y me ficharon. Lo mas curioso fue que mi modo de cantar era lo que impactaba. Los periodistas de Japón llegaron a escribir que yo era ‘La voz que paralizó país’. Salieron imitadores y versionaron piezas de mi repertorio en japonés”, recuerda.

"Es un puntazo que el rey del flamenco (Raimundo Amador) y el rey del blues (B.B. King) se hayan juntado para versionar 'Bolleré', pero no es mi canción más famosa en todos sitios", explica

Ella misma define su receta musical mejor que nadie. “Lo mío ha sido bucear y conseguir un sonido que mezcla pop yeyé con el flamenco mas salvaje y ritmos vanguandistas, pero siempre con mi estilo minimalista. De hecho, en 1987 hice un concierto en el Zénith de París conmigo cantando y con Pata Negra a la guitarra y el cajón. Nos adelantamos mucho a nuestra época”, recuerda.

Rumba, electro y cha-cha-chá

Le pregunto por “Bolleré”, su composición más emblemática, que seguramente es más famosa que ella misma. “Es curioso porque mi canción mas célebre no es la misma en cada país. Aquí ‘Bolleré’ destaca gracias a la versión que hicieron Raimundo Amador y B.B King. Es un puntazo que el rey del flamenco y el rey del blues toquen tu canción, pero en el resto mundo la más famosa es “Por qué por qué”. Hablamos de una pieza electro-gipsy que coproduje con Ben Rogan, el productor de los éxitos de Sade. Casi alcanzo disco de oro en Francia que era 100.000 y me quedé en 75 000; en España era la mitad. En el resto del mundo también vendió mucho”, apunta. “Esa fórmula ya estaba en mis dos primeros discos, que mezclaban también rumba, flamenco, electro, cha-cha-chá, letras que combinaban inglés con caló…Tenía la idea muy precisa de que se podía jugar con el flamenco en piezas con formato y espíritu pop”, explica.

Otra de sus canciones cruciales es “Loli-lolita”, que suena como un éxito pop de Vanessa Paradis. “Puse ese título porque era el nombre de una amiga mía, una niña a la que que yo quería mucho. Ella estaba viviendo situaciones difíciles y le rendí un homenaje. No fui consciente de qué representaba la figura de la lolita y no me gustó que pensaran en eso. Encima yo tenía veinte años, me hacía coletas y en París me querían lanzar como una lolita. En mi caso, nada más lejos de la realidad. Es verdad que las revistas francesas me miraban como a una Vanessa Paradis, pero yo era todo lo contrario, alguien que componía, arreglaba y tocaba casi todo en sus discos. No tenía ni mánagers, ni contactos, ni familia detrás”, aclara.

Quienes sigan a Claret en Facebook saben que es muy combativa en el debate sobre la apropiación cultural del flamenco. “En 2007, ya escribí una canción sobre este conflicto. Se llamaba “Ni con dinero” y decía “ni con dinero, será tuyo el aire nuestro/ vente con nosotros a vender rosas…” Para mí es un asunto muy serio, aunque el nombre ‘apropiación cultural" no suena muy bien, queda como ridículo, habría que cambiarlo. Lo que pasa es que estamos ante un problema bien real. No tiene nada que ver con el purismo, ni con el sitio donde naces, sino con el respeto y la manera de hacer las cosas. Siempre he dicho que me parecen bien todas las fusiones menos las hechas por dinero. Hay artistas no gitanos actuales que triunfan cantando principalmente versiones de canciones gitanas y no se habla de ello. Esto contrasta con la situación de artistas flamencas que tienen talento a rabiar y se les han cerrado todas las puertas, quizá precisamente por ser gitanas”, denuncia. Recomienda escuchar a Mayel Jiménez, Chabeli Cortes, Maria José
Llergo y Sweet Barrio, entre muchos otros.

Tiene bien hilado el discurso contra la estandarización: “Desde hace cinco años, en las bodas gitanas se baila trap y reguetón, apostaron por eso cuando todavía no pegaba tan fuerte en otros lados. Hasta las abuelitas lo bailan y lo digo porque mucha gente ve lo gitanos como una comunidad cerrada a otras músicas cuando es exactamente lo contrario. Ellos fueron los primeros en fusionar empezando por Sabicas, Pata Negra, Camarón, Las Grecas, Remedios Amaya etcétera. Te voy a poner un ejemplo: decenas de grupos gitanos grabaron el “Yeli yeli’, con ‘autotune’ y sin ‘autotune’ y nadie hizo caso. Cuando esa misma música pasa por el filtro blanco y rico la cosa cambia. No tendría que ser así”, señala.

Tiempos de antigitanismo

Se nota que el problema le molesta, con razón. “Es como si montas un bar, pintas las paredes de un color, lo decoras a tu manera y te inventas un cóctel propio. Imagina que tardas diez años en que tu local se haga conocido por el buen hacer y entonces viene Disney y pone un bar igual a tu lado. Lo convierten en una franquicia, empiezan a hacer dinero y todo el mundo cree que lo ha inventado Disney”, explica."No son imaginaciones ni victimismo, ni exageraciones y el que no lo vea es porque viven en una burbuja de yupi. Tengo muchas amigas ‘cantaoras’ que ni siquiera han podido grabar un disco y son increíbles. Estamos viviendo tiempos donde el antigitanismo es muy fuerte”, subraya.

Sus palabras no son ataques contra compañeros de profesión, sino rechazo al ecosistema cultural capialista. “Mi problema no es con los artistas que se benefician de ello, sino con las instituciones y los medios de cominicación que son cómplices de que ocurra esto. Ah, y las marcas y esponsóres que sepan que las gitanas son igual de glamurosas y 'cool' que cualquiera y que se atrevan a esponsorizarlas, que es algo que ni se les pasa por la mente”, denuncia.

A pesar del éxito que disfruta, la desidia de la industria española le deja un sabor agridulce. “Todos los días recibo cartas increíbles, algunas de gente muy joven que me dicen que he sido un referente para ellos. Me gustaría tener mas trabajo en el país donde vivo, sobre todo más conciertos para presentar mi nueva banda”, apunta.

En realidad, el ninguneo viene de lejos, pero no termina de acostumbrarse. “Cuando llegó el éxito de ‘Por qué por qué” varias cantantes orientales versionaron la canción en japones y coreano mezclado con castellano. Fue la referencia de la escena Shibuya pop, muy influyente en Tokio, pero en España apenas me hacian caso. En esos años tocaba el bajo en un grupo donde todos éramos gitanos de Can Tunis y tuvimos que dejarlo porque nadie nos contrataba”, lamenta. Estamos a tiempo de remediarlo.

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