Cultura

Bélgica recuerda la gobernación española de una de las hijas ilegítimas de Carlos V

El papel de las mujeres en la casa Habsburgo fue primordial a la hora de demostrar el poder de la dinastía a las cortes extranjeras

  • Retrato de Margarita de Parma por Antonio Moro.

La ciudad flamenca de Oudenaarde, a una hora en tren de Bruselas, recuerda a la gobernadora Margarita de Parma en el museo MOU. Esta villa fue parte del condado de Flandes, una de las 17 provincias católicas, que en su día pertencieron al Imperio Habsburgo español. En 1559, estos estados contemplaron como su soberano cogió un billete de ida a España para no volver. Su representación en aquellos territorios pasó a ser una mujer con carácter, de la casa Farnesio, que enfrentó el reto de hacerse respetar en unas regiones cada vez más divididas por la Reforma protestante y la tensión local en aumento, debido a la pérdida de privilegios de la nobleza. 

La exposición rescata la figura que plantó cara a la venida del Duque de Alba, con sus 10.000 soldados de los Tercios viejos de Italia. El general estaba dispuesto a restaurar el orden tras la furia iconoclasta, que provocó una oleada de violencia contra los católicos que Margarita no supo controlar. Aun así, la gobernadora abogó por una solución pacífica. Felipe II, señor natural de los Países Bajos españoles, no toleró los tumultos y exigió castigo para los instigadores. Esta decisión marcó el futuro de la actual Bélgica, que encontró en su soberano, la firme respuesta de proteger a sus vasallos católicos costara lo que costara.

El duque de Alba por Peter Paul Rubens (copia de un original de Tiziano), c. 1603.


La vida de Margarita

Margarita nació en 1522 en Oudenaarde. Todo se remonta a la toma de la ciudad de Tournai (actual Bélgica) por su padre Carlos V. El emperador decidió aposentarse en la ciudad junto al gobernador local, Charles de Lalaing. Allí conoció a una dama de la corte, Johanna Vaander Gheynst, con la que dará a luz a la protagonista de este artículo. 

Carlos V luchó para que su hija fuera legitimada por el papa. Para ello, decidió alinear su dinastía Habsburgo con la casa Médici. En Italia, Margarita se casó con el hijo del papa Clemente VII, Alessandro de Médici, obteniendo el título de duquesa de Florencia. Un año después, su marido será asesinado dejando a esta joven viuda. 

Más adelante conocerá a Octavio Farnesio, representante de otra de las familias más importantes italianas. A pesar de no sentirse entusiasmada con su relación, Margarita concebirá a su hijo Alejandro Farnesio, futuro “Rayo de la Guerra”. En esta época aprenderá a ser una mujer poderosa en la corte de Roma. Sus habilidades diplomáticas sorprendieron al abuelo de su marido, Paulo III, que al igual que su antiguo suegro, tfue el máximo representante de la iglesia con el título de papa. Esta política de matrimonios guiada por su dinastía le servirá para poseer el título de duquesa de Parma y de Piacenza.

Margarita en Flandes

La decisión de Felipe II de situar a su hermana -tal como él la llama en sus correspondencia- en el alto puesto de Flandes tras su marcha definitiva a España, se corresponde con la influencia de esta en la cercana Italia. Margarita asumirá el reto de contentar a una nobleza que perdía privilegios paulatinamente y de mostrar mano dura ante las reuniones secretas de los protestantes contra la Iglesia católica.

La gobernadora escuchó durante su gobierno (1558-1566) las demandas de los nobles, cediendo ante algunas de sus pretensiones por la paz en sus territorios. Esta política de no aplicar el concilio de Trento de forma contundente como se le instaba desde España provocará que los encuentros clandestinos de protestantes y de nobles descontentos con su situación proliferaran. 

Margarita organizó en Bruselas la “Boda del Siglo” de su hijo Alejandro Farnesio con María de Portugal

Madame de Parma -tal y como se la conocía- se enamoró de la opulencia de las 17 provincias. Promovió el arte financiando tapices y cuadros, sobre todo de artistas flamencos. Organizó numerosos banquetes en su palacio de Coudenberg (Bruselas) donde reunió a la flor y nata local. Participó en las jornadas de caza de la nobleza. Planificó justas donde los caballeros se batían en duelo ante la mirada atenta de las mujeres de la Corte. En definitiva, trató de mimetizarse con los naturales de sus provincias. 

El punto culmen a tan magno esplendor llegó en 1565, cuando organizó en Bruselas la “Boda del Siglo” de su hijo Alejandro Farnesio con María de Portugal. Un festejo que duró en torno a once meses. Ese período de aparente calma colapsó al año siguiente con la furia iconoclasta. Entre tanto festejo, la gobernadora no previó la rebelión que se estaba orquestando. 

En 1566, los calvinistas destruyeron las iglesias, quemaron las casas de católicos y sumieron las ciudades en una guerra civil que Margarita no supo contrarrestar. Aun así, ella siguió abogando por la vía pacífica, tratando de aplicar las medidas religiosas impuestas desde Madrid, pero sin la contundencia que la situación requirió. 

La élite local incurrió en crímenes de “lesa majestad”

Felipe II, señor natural de aquellos territorios, no iba a permitir que los rebeldes amenazaran la seguridad de sus estados católicos. Por ello decidió enviar al duque de Alba para calmar la situación y castigar a los cabecillas de aquellos tumultos. El general de 60 años aceptó tal reto, pues él fue quien lideró la facción partidaria en la corte de tomar acción, para movilizar a 10.000 soldados de los Tercios viejos de Italia con la intención de restaurar la paz. Su opinión fue la de “borrar con sangre de los rebeldes la falsa doctrina introducida” -expresión utilizada en las cortes de Madrid de 1566-.

Margarita trató hasta el último momento de evitar la venida del militar que, según el historiador John Elliot, había humillado en el pasado a su marido Octavio de Farnesio en sus campañas en Italia. La idea de compartir el poder en Flandes junto al recién nombrado Capitán General impulsó a la gobernadora a renunciar por carta a su cargo. 

Nobles como el príncipe de Orange huyeron tras enterarse de la llegada de Fernando Álvarez de Toledo. Otros permanecieron en el territorio, como los condes de Egmont y Hoorne, ya que no pensaron que hubieran cometido ningún delito. La justicia, impartida por el Tribunal de los Tumultos establecido por Alba, demostrará tras más de seis meses de análisis, que la élite local incurrió en crímenes de “lesa majestad” al no ser capaz de frenar la iconoclastia en las 17 provincias.

De esta forma, Margarita regresó a Italia en diciembre de 1566. En un futuro, su hijo Alejandro Farnesio será el héroe que lidere a los Países Bajos del sur católicos en su lucha de liberación contra el norte calvinista. A modo de curiosidad, Felipe II propuso a su hermana que volviera a Flandes a compartir la gobernanza con su hijo, pero fue este último quien se negó a ceder en la toma de decisiones en plena guerra civil que requería conocimientos militares.

La influencia de las mujeres en Flandes

El papel de las mujeres en la casa Habsburgo fue primordial a la hora de demostrar el poder de la dinastía a las cortes extranjeras. Estas vestían siempre con joyas y con unos vestidos que rebosaban elegancia. La finalidad fue ataviarse acorde al puesto que ostentaban como símbolo de autoridad. Además, estas gobernadoras tuvieron que ser avezadas en el arte de la caza para mimetizarse con la élite del pueblo y estar atentas al arte local para promoverlo. La ristra de mujeres con poder en los Países Bajos cuenta con personajes como María de Borgoña, Margarita de Austria, María de Hungría, o Isabel Clara Eugenia. 

Margarita de Parma fue una gobernadora que representó el desarrollo de las 17 provincias católicas. Ese período de calma que experimentó en Flandes chocó de lleno con la furia iconoclasta de 1566, que exigió a su soberano residente en Madrid, aplicar un castigo que marcará el futuro de las actuales Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, parte de Alemania y de Francia. La historia de lo que realmente ocurrió aun está por escribir. 
 

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli