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Cultura

Seis cosas que debería saber antes de tuitear #FelizDíadeLasLibrerías

Una imagen de la Librería Malpaso, en Barcelona.

Son las farmacias de guardia de quienes leen, de los que viven afiebrados por el mundo que les tocó y necesitan buscar otros para sobrellevar la realidad. Por eso, cual farmacopea literaria, las personas acuden a ellas buscando droga dura. Las librerías: larga vida a todas cuantas ya existen –y resisten-  y a las que acaban de abrir sus puertas. Larga vida, porque en ellas se gesta el  mayor de los gestos políticos: esa forma de hacer comunión sin convertirse en masa. Qué habría sido de Joyce, Hemingway, Ezra Pound, Fiztegarld sin Sylvia Bleach, pero todavía más sin George Whitman y su mítica Shakespeare and Company.

Son las farmacias de guardia de quienes leen, de los que viven afiebrados por el mundo que les tocó

Que las librerías sean fundamentales no nos exime de ser realistas, de reventar con el bate de las cifras la burbuja del optimismo por el optimismo. El escritor y filósofo Javier Gomá, cada vez que tiene ocasión dice lo mismo: no hay nada peor que las beaterías culturales -esa manía de sacralizarlo todo-. Dentro de ésta, la del libro es una de las peores, porque  alimenta su propia y adánica feligresía. Hasta la celebración de algo como un Día de las Librerías es un reclamo que debería invitarnos a preguntar: ¿está bien planteado el modelo comercial? ¿Es realista? ¿Cuántas hay? ¿Cuántas han cerrado?¿Saben competir y defender su viabilidad comercial? ¿Cómo España puede ser el Estado europeo con mayor número de establecimiento de este tipo si el 40% de los españoles asegura no leer nunca?

  • Mapa de librerías. Eso: li-bre-rí-as.  La Confederación del Gremio de Libreros (CEGAL) presentó en 2013 un mapa de librerías, una especie de censo que busca sincerar las cifras de negocio del sector. Según éste hay 3.650 locales dedicados a la venta de libros –o aquellos cuyos ingresos provienen superan 50% de la venta de los mismos-, es decir: 686 menos que en 2013 (que era de 4.336). En España existen en la actualidad 5.898 establecimientos que expenden libros. Lo cual no quiere decir que sean propiamente librerías. Pueden ser kioscos que venden libros o estancos que comercializan novelas. Pero no librerías. Eso conviene tenerlo claro, pero muy claro. De lo contrario, estaríamos mezclando churras con merinas o dando por uniformes criterios que no son tales. Según las cifras aportadas por CEGAL, de acuerdo con esos criterios, en los últimos cuatro años han cerrado 912 librerías y han abierto casi 200, muchas de ellas creadas por sellos editoriales. A partir del sello de calidad, se considera librería a aquellos establecimientos ubicados dentro del territorio español, aquellas de las cuales el 60 % de su actividad principal, espacio de venta y facturación deberá estar dedicado a libros, además de tener que organizar un mínimo de seis eventos culturales al año. Al mapa de Cegal se suma otro trazado por Contexto, el conglomerado editorial formado por los sellos independientes Libros del Asteroide, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso quienes elaboraron una cartografía librera de Madrid en la que aparecen inventariadas 122 librerías, la mayoría de ellas distribuidas en 7 de los 21 distritos de la ciudad y que consolidan a Madrid como la tercera comunidad autónoma, por detrás de Andalucía y Cataluña, con más establecimientos de este tipo, es decir 517.

¿Cómo España puede ser el Estado europeo con mayor número de librerías si el 40% de los españoles asegura no leer nunca?

  • Con lo que cuestan los taxis de los diputados se podrían modernizar algunas librerías. Entre 200 y 250 librerías cumplen actualmente en España los requisitos necesarios para obtener el Sello de Calidad puesto en marcha dentro del Plan de Fomento de la Lectura , una medida que pretende reactivar el sector y que llegó con cinco años de retraso, después del golpe económico más dramático: la caída del poder adquisitivo, la piratería descontrolada o lo que es peor, la irrupción de Amazon, que se salta a la torera el precio fijo del libro, una regulación que muchos piden abolir por considerarla una medida proteccionista responsable de crear un mercado saturado de librerías que no venden. Desde el año 2011, CEGAL habló de la necesidad urgente de crear un Plan de Apoyo al sector. En respuesta, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte destinó un total de 150.000 euros en ayudas para la modernización física y virtual de las librerías españolas, es decir, un 0,5% de lo que costó la pasada legislatura fallida (30 millones entre suelos y dietas). La ayuda económica  pretende ayudar a los establecimientos que quieran adaptar sus instalaciones y herramientas y atraer nuevos públicos. La pregunta es... ¿debe el sector depender de esas pírricas limosnas? ¿No convendría , acaso, una estrategia empresarial capaz de mantenerse por sí misma? Eso pasa por sincerar el mercado.

Desde 2011 han pasado de facturar 870 millones de euros a 707 el año pasado: un 26% menos

  • Hay más librerías ¡Pero  venden menos! Hasta 2014, España tenía más librerías que en 2004. Incluso, viviendo la peor caída de consumo, todavía hay muchas más que en 2005 (4.336, 14% más que en 1999). En lo que a librerías respecta, España representa el 16,9% del conjunto europeo, seguido de Alemania con un 14,9%, Francia con un 14,6% e Italia con un 11,2%. Son más pero con menos viabilidad, porque venden mucho menos. Desde 2011 han pasado de facturar 870 millones de euros a 707 el año pasado: un 26% menos (el año pasado cayó un 11%; en Francia apenas 1,5%). Las cifras de los editores, sin embargo, no son mejores: aseguran que el mercado se ha contraído un 30% en los últimos cinco años. Conviene recordar que los editores tienen una dinámica, acaso, complementaria no venden a las librerías, ellos "colocan" libros. No todo lo que se ofrece se factura a una editorial, sólo lo que el librero consigue vender. El resto, retorna al editor: un librero no tiene tanta capacidad para almacenar tal cantidad de volúmenes. De ahí se extrae la tasa de devolución anual, que se calcula a partir de la cifra media de devolución y de la cifra media de facturación de las editoriales que tienen devolución de libros. En 1999 fue del 20% y en 2012 se encontraba en 33%. Es decir, de los 3,95 millones de euros totales facturados, 1,33 millones se fue en devoluciones. Y eso, como dato en la cadena, es grave. 
  • La devolución encarece los libros. La responsabilidad del mercado está repartida entre libreros y editores. Si el editor ha calculado mal e imprime más libros de los que el mercado puede absorber, tiene dos opciones: asumir pérdidas o subir el precio del libro con la intención de seguir editando la cantidad que produce para compensar. Eso es en buena medida lo que ha ocurrido. Considerando que en España existe un precio fijo que protege a ciertos títulos, una revisión de la evolución del coste promedio de cada ejemplar muestra de qué forma este ha pasado de 11,8 euros en 2002 –manteniéndose durante seis años entre los 12 euros y los 12.75- a registrar el precio más alto incluido en los informes oficiales en 14,52 euros en 2012. La cifra total del informe correspondiente a 2014 registró un precio medio del ejemplar de 14,29 euros, (0,11 euros más que en el ejercicio anterior). Es decir, un 23% más en una década. Sin embargo, esto habría que matizarlo, muchas veces los cambios dependen de la materia, el género, la zona de España, el sello editorial, entre otros factores. Detrás de todo esto hay una crisis de modelo. El libro de texto fue lo que salvó los números del sector el año pasado, mientras que el apartado literatura sufrió un descenso de las ventas del 4,6%, hasta los 447,10 millones de euros. Los libros de bolsillo, por ejemplo, se sitúan por debajo de la de los libros digitales, y eso que su precio medio se redujo hasta los 7,22 euros. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Caída del consumo? ¿Menos lectura? ¿Crisis económica reflejada en el poder adquisitivo o acaso una crisis en el modelo?

De no ser por las librerías, estaríamos condenados a comprar libros en las grandes superficies, que es como el infierno de los lectores...

  •  Sobrevive el más fuerte… ¿o el que moderniza sus prácticas? Si se examinan los datos por año, en 1999 existían 3.795 librerías. De esa cifra, 1.255 librerías –un 28,9%- abrieron sus puertas entre 1980 y 1999. Las más jóvenes –que iniciaron su actividad en el año 2000- alcanzan en cambio el 15%. Las diferencias no se limitan al aspecto cronológico, sino también a sus características: aquellas creadas en las últimas décadas del siglo pasado tienden a solapar el concepto de lugar que expende libros con aquellos registrados como librerías. Eso también condiciona la propia noción de supervivencia, ¿todas las librerías que han echado el cierre no estaban ya en números rojos antes de la crisis? Es cierto que han desaparecido lugares emblemáticos: las catalanas Áncora y Delfín; Catalonia; Ona; también la madrileña librería Rumor, en Chamartín, que bajó la persiana en otoño de 2012 tras llevar abierta desde 1975.  Desaparecieron la clásica librería bilbaína Villar, en Gran Vía; Rayuela, en Valladolid; Gali y González en Santiago de Compostela y la Michelena, librería decana en Pontevedra. Sin embargo, y aunque llegaran a cien aquellas que han caído en batalla, hay quinientas más que han cerrado. ¿Estaban todas bien planteadas económicamente?
  • ¡Que no son yogures, que son libros y personas que los leen! Si no existiese el precio fijo, ¿abrirían tantas librerías? Probablemente no, pero de no ser por ellas –y por los libreros que les dan vida- estaríamos condenados a comprar libros en las grandes superficies, que es como el infierno de los lectores. ¿Ha tenido usted que deletrear al dependiente de una tienda por departamentos Tristram Shandy, o Flaubert, o Baudelaire? Sí, esas cosas ocurren. Por eso los libreros son a las librerías lo que el motor a un coche. En su libro 84, Charing Cross Road, la escritora Helene Hanff escribe su relación con Frank Doel, dueño de la librería Marks&Co., situada en el número 84 de Charing Cross Road, en Londres. Lo que comienza con una carta de Hanff en 1949 solicitándole un libro, se convierte en una correspondencia de 20 años durante los cuales el librero londinense debe ingeniárselas para conseguir los volúmenes de su excéntrica y curiosa clienta, a la vez que profundiza en una compleja relación, casi de amor. Libreros: en ellos se mezclan lector, escritor, crítico, historiador, amante de la literatura y prescriptor, pero también agitador y en algún momento sedicioso personaje al que se podría achacar –o agradecer- descubrimientos y asombros de generaciones enteras. Una librería, y por supuesto un librero con vocación, han sido desde hace años ingredientes indispensables en una educación literaria, y por qué no, sentimental de cientos de lectores.

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