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Ayuso, C. Tangana y la revolución movidera que viene

¿Resucitará el esplendor pop madrileño? Tres expertos nos orientan

La movida madrileña, aquel tsunami de arte pop que convulsionó España en los años ochenta, tiene una sombra alargada. Comenzó siendo un emblema cultural de PSOE triunfante, el de los diez millones de votos de 1982, frente al que la derecha mostraba hostilidad (Álvarez del Manzano) y más tarde apoyo entusiasta (el homenaje organizado por Esperanza Aguirre en 2006, hoy íntima de Alaska y Mario Vaquerizo). El romance continúa gracias a unas declaraciones de Isabel Díaz Ayuso donde promete a los madrileños una “auténtica revolución” cultural, “solo asimilable a la movida de los años ochenta”. ¿Cómo es posible que un movimiento tan anglófilo, narcisista y psicotrópico se haya convertido en punto de encuentro de la izquierda y la derecha española? Preguntamos a tres expertos: Alberto Santamaría (profesor de Teoría del Arte en la Universidad de Salamanca), Diego S. Garrocho (filósofo y autor del ensayo Sobre la nostalgia, publicado en Alianza en 2019) y Fernando Castro (crítico de arte, que vivió intensamente los ochenta en Madrid), todos muy respetados en Vozpópuli.

Santamaría, autor entre otros del ensayo Paradojas de lo cool (La vorágine, 2012), contesta con su tono cáustico habitual: “La verdad es que me parece una amarga genialidad, en tanto que la derecha ha sabido transformar la movida en la contracara del 15-M, lo cual es fascinante desde el punto de vista del análisis cultural. Al tiempo que la fórmula ‘auténtica revolución asimilable a' es jugosísima. ¿Fue la movida una revolución? Es una estrategia muy inteligente reescribir la historia de la movida como revolución conservadora y conectarla con los procesos de privatizaciones, reaccionarismos varios, etcétera, que se vienen. Hacer de la movida una revolución inacabada y de Ayuso algo así como Napoleón III es maravilloso como imagen. Sólo espero que con ‘asimilable al deporte o a las empresas’ se refiera también al dopaje y a las fuentes de coca saliendo de los lavabos de las empresas. Si no, será una mierda de revolución”, ironiza.

La farsa regresa para generar una movida delirante, que se desplegará incluso entre los ‘empresarios’", lamenta Castro

Fernando Castro, gran conocedor de nuestros conflictos culturales, coincide en varios puntos: “Ahora que Ayuso anuncia, como la Pitonisa Lola, una ‘revolución’, tenemos la obligación de volver a leer, como si fuera el catecismo, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, aunque sea para comprobar que aquello que dijo Karl Marx de que la historia se repite dos veces -"la primera como tragedia, la segunda como farsa"- es una verdad dramáticamente indiscutible. La farsa regresa para generar una movida que, de forma delirante, se desplegará incluso entre los ‘empresarios’”, apunta. “Al PP siempre le ha fascinado la movida porque se sentían ‘excluidos’ de los desbarres bareros de los ochenta. Poco importa que aquello fuera, más que nada, un casticismo retropop, más de derechas que todos aquellos que miraban desde la barrera el choteo”, recuerda.

Ayuso y C. Tangana, resucitando el glamur de Madrid

¿Qué podemos esperar en 2021? “Ahora toca seguir librando una ‘guerra cultural’ convertida en ‘diplomacia para neopijos o trans-progres’. Cuando los hípsters ya han puesto las barbas a remojar, se necesita que los ‘cayetanos’, sin complejo de inferioridad, puedan entregarse al perreo o a la doma jerezana. Lo dicho, me parece que las declaraciones son la manifestación de una hegemonía casposa que recurre a un mito putrefacto. Por fin tendremos el hermanamiento perfecto del Movimiento Nacional, la Movida ‘sociata’ y el Meneo Empresarial. Mejor que los callos a la madrileña”, celebra en tono sarcástico.

Isabel Díaz Ayuso está bien asesorada y estos raptos de optimismo funcionan en términos de comunicación política", explica Diego s. Garrocho

Castro opina que los ‘popes’ de aquel movimiento no son demasiado distintos a las divas de otros sectores culturales: “A comienzos del siglo XXI estaba de moda hablar mal de la movida -razones de sobra tenían los que lo hacían-, pero tan sólo era posible editar catálogos de tapa dura -impulsados por Esperanza Aguirre- y condecorar a viejunos que recordaban sus años punkis. Algunos piensan que por lo menos tenemos a El madrileño (C. Tangana) en plan “flamenquillo”. Si la nostalgia es una suerte de rencor por lo perdido, en la versión capitalina de la “retromanía” -término demasiado denso conceptualmente para aplicarlo al pastelón cultural que nos quieren hacer tragar- lo único que se percibe es el tufo de lo podrido”, lamenta. La poesía es un viejo chupando un limón reseco, decía Leopoldo María Panero. Como crítico de arte contemporáneo, a Castro no le gusta que le cuenten lo mismo dos veces.

Diego S. Garrocho aporta otra perspectiva: “Las palabras de Ayuso se plantean como una oposición a los 26 años infernales que plantearon algunos en su manifiesto y comparte, por ello, los mismos rasgos de exageración. Creo, sin embargo, que Isabel Díaz Ayuso está bien asesorada y estos raptos de optimismo funcionan en términos de comunicación política. Conecta con el ciudadano medio porque les habla de la ciudad a la que aspiran, sea o no real. Las virtudes o los defectos de Madrid deben mucho más a sus ciudadanos que a ninguna planificación política, pero sí es cierto que en Madrid comienza a surgir un cierto orgullo de pertenencia. El título del disco de C. Tangana (El madrileño) es un buen ejemplo de ello, creo que hace una década la condición de “madrileño” sería poco atractiva y hoy es casi objeto de reivindicación. Madrid es cultura, deporte y motor económico, pero a mí me gustaría que destacara también por su educación pública y por garantías asistenciales”, explica.

Mitos y medias verdades

Como especialista en nostalgia, ¿dónde piensa que reside el encanto de la movida? “Creo que la nostalgia nos invade como respuesta a un discurso rupturista que ha terminado por demostrarse falso. Durante décadas todo debía ser disruptivo, revolucionario, rompedor, innovador… Y la realidad resultante de ese afán dinamitero y deconstructivo no nos ha hecho más felices. Idealizar el pasado es una constante humana, no es sólo un rasgo de época y creo que actualmente la recuperación de la nostalgia viene dada no tanto por la idealización del pasado como por el pánico que nos genera el futuro. En el caso de Madrid hay, incluso, una recuperación icónica de cierto folclorismo que enlaza lo moderno con lo antiguo. Cuando yo era niño era casi testimonial lo de vestirse de chulapo y ahora todo el mundo disfraza a sus críos, recuperan el clavel… Esa nostalgia constituye en sí misma una folkmodernidad, que también tiene una traducción política”, señala.

Algunos valores supuestamente atribuibles a la movida (rebeldía,transgresión…) han sido abandonados por la izquierda y la derecha se ha dado prisa en capitalizarlos", destaca Garrocho

¿Cómo ha conseguido la movida seducir tanto a la derecha como a la izquierda? “La movida es el mito fundacional del Madrid contemporáneo y como todo mito está más allá de lo verdadero y lo falso. No importa que fuera realmente así, lo relevante es cómo nos lo contamos y qué valores extraemos de aquella ficción. Del mismo modo que republicanos y demócratas comparten en Estados Unidos un relato maquillado de los pioneros del Mayflower o de los padres fundadores, la mitología de la movida es transversal. Además, algunos valores supuestamente atribuibles a la movida (la rebeldía, la transgresión…) han sido abandonados por la izquierda y la derecha se ha dado prisa en capitalizarlos. Hay una derecha que sabe que hoy no hay nada más rompedor que ir a Las Ventas escuchando techno de Detroit en los 'airpods'. Mi opinión con respecto a la movida, y quizá por imperativo generacional -era sólo un niño en aquellos años- es menos optimista. Para mí la movida fue casi un genocidio, de aquellos años recuerdo que teníamos que apartar las jeringuillas para jugar al balón. Creo que los años dorados de Malasaña fueron los 2010, pero entiendo que esto ya es patrimonio memorativo personal”, concluye.

La periodista Patricia Godes siempre han mantenido la hipótesis de que la lógica cultural de la movida sigue permeando nuestra vida cultural. Alaska lo confirmó en una entrevista de 2018 donde señalaba que artistas mileniales como Los Javis, Brays Efe, Soy Una Pringada o Jedet le recordaban a lo que fue la movida y, pese a la diferencia de edad, compartía con ellos ‘el mismo sentido del humor y unos mismos elementos culturales’. También es evidente la sintonía del paradigma pop de Alaska con el trapero C. Tangana, devoto de iconos tan influyentes en la movida como Andy Warhol y Salvador Dalí, de quienes destaca que su mejor obra era su personaje.

En el fondo, como explicó la propia Alaska en una conferencia de Caixaforum en 2018, seguimos atrapados en el paradigma warholiano. “Por supuesto, Warhol se adelantó a su tiempo, sobre todo la forma en que trató los medios de comunicación. Al crear la Warhol TV, se convierte en el primer youtuber, con su adicción a las polaroids fue el primer instragramer y con sus ‘Diarios’ es el primer 'blogger'. Entonces, si viviera hoy, Warhol sería un influencer, que básicamente es lo que representa su figura”, declaraba. “Si viviese todavía, estaría haciendo un reality show y llevaría todo el día una cámara al hombro para contar cada cosa que estuviera haciendo”, remataba. ¿Es posible un renacimiento cultural basado en el narcisismo pop? Cada seis meses sale alguien pidiendo que le sujetemos el cubata.

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