Cultura

'Adolescencia': ¿Qué hemos hecho mal?

Este thriller psicológico de cuatro capítulos de Netflix se ha convertido en la mejor serie del primer trimestre del año

  • 'Adolescencia' -

Dicen los expertos que prepararse para la adolescencia es una tarea que los progenitores han de iniciar en la más tierna infancia, cuando el rechazo a la vida aún no es muy acusado y cuando las posibilidades de comunicación con ellos no se limitan aún a respuestas con monosílabos. A pesar de todo, la frustración por parte de los padres y madres permanece inmóvil, firme como una roca, al no saber si se ha hecho lo suficiente, si uno es demasiado intransigente o, por el contrario, muy blando.

Precisamente, acerca de llegar tarde, no llegar nunca o llegar mal versa la serie británica más exitosa de la temporada. Adolescencia, con sus cuatro capítulos de alrededor de una hora de duración y que se puede ver en Netflix, en la que se lleva al límite la desconexión entre los adultos y los más jóvenes en un thriller psicológico que lanza un sinfín de preguntas atinadas sobre ese mundo tan oscuro y desconocido en el que se mueven unos seres inmaduros pero de apariencia casi adulta, y que se ha vuelto más hostil, opaco e incomprensible en unos tiempos dominados por el mundo virtual, en el que las amenazas son invisibles a los ojos de los padres. 

Stephen Graham, a quien el espectador recordará posiblemente por su papel en la película (y más tarde serie) This is England (2006), por interpretar a Al Capone en la serie Boardwalk Empire o por la más reciente Hierve (2021), no solo coprotagoniza esta producción, sino que también firma el guion junto a Jack Thorne. 

Tal y como confesaron ambos guionistas en declaraciones a la BBC, la historia que relata Adolescencia está inspirada en varios casos aislados de apuñalamientos de niños a niñas hasta la muerte y busca, pues, "mirar a los ojos de la ira masculina" como detonante. 

El protagonista en esta ficción es Jamie Miller, un estudiante de 13 años que una mañana es arrestado y conducido a la comisaría, donde permanece detenido y es acusado de asesinato a una compañera de colegio, ante el espanto y el horror de sus padres y su hermana mayor. 

El inspector Bascombe, padre de uno de los estudiantes del mismo centro educativo y encargado del caso, trata de aclarar lo sucedido, pero los mismos errores que levantan muros de incomprensión entre él y su vástago también le impiden descifrar las pistas que el sospechoso ha dejado por el camino, y por supuesto averiguar el móvil del crimen. 

Las redes sociales y los códigos con los que se mueven los adolescentes son aquí solo el reflejo de un abismo de incomprensión entre quienes de un día para otro (los padres) dejan de reconocer al hijo que han criado sin saber identificar ni cuándo ni cómo. Es en ese punto en el que quienes tienen hijos o trabajan habitualmente con adolescentes (profesores y educadores sociales) sentirán verdadero horror y verán representados algunos de sus temores, lo que no significa que la serie no se aproveche de esta relación para llevar por el camino que más le conviene las reacciones irracionales del espectador. ¿Realista o tramposa? En cualquier caso, efectiva. 

Thriller en plano-secuencia

Lo terrorífico de esta serie es, precisamente, lo que no se ve, pero se intuye: ¿en qué momento lo hicieron mal estos padres de clase trabajadora, responsables y cariñosos? ¿Cuál fue el gran fallo de la educación que ofrecieron a sus hijos? ¿Le gritaron demasiado? ¿Le hicieron sentirse queridos? ¿Fueron buenos padres? Las preguntas que brotan a borbotones en cada uno de los capítulos se acumulan, especialmente, en la mente de los espectadores que son padres, al tiempo que se desarrolla una trama adictiva y con unos personajes en ebullición, educadores y psicólogos.

Pero lo aterrador también se encuentra en este joven, Jamie, a quien interpreta un debutante -para sorpresa de todos- Owen Cooper. De mirada tierna, cara angelical, capaz de orinarse en los pantalones cuando la policía lo despierta de madrugada para detenerlo, es también un joven maléfico capaz de intimidar, amenazar y asustar a otra mujer o intentar convencer a su padre de su inocencia. 

En el plano formal, la mayor virguería es un plano-secuencia en el que se desarrolla cada uno de los cuatro capítulos que contribuye a mantener la tensión del relato y que ayuda a situar al espectador (si no se ha conseguido ya con la propia historia) en los pies de los profesores, los padres, la hermana y todo aquel que creía conocer a un asesino. La tragedia es aquí la consecuencia, llevada al extremo, de lo que más puede aterrar a un padre: haber fracasado por completo y no haberse dado cuenta ni cómo ha sucedido. Y esta serie, hasta el momento, es uno de los ejercicios más notables que ha ofrecido Netflix en el páramo creativo en el que se encuentra desde hace tiempo. Puede que haya despertado demasiado fervor por este motivo, o que simplemente la complejidad del adolescente es un lugar interesante para la creación, pero lo cierto es que hasta el momento el aplauso ha sido unánime. Sin embargo, siempre cabe la pregunta acerca de lo mucho que se ha aprovechado, precisamente, el temor a que aparezca el lado más oscuro del ser humano, y hasta qué punto se manipula y se moldea la realidad para beneficio de la ficción. 

 

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