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Cultura

La Turandot de Robert Wilson despide el 2018 en el Teatro Real

El montaje de Turandot tiene a Robert Wilson como director escénico.

Turandot no es cualquier ópera y este montaje, menos todavía. La historia de su creación y el peso que ocupa en la obra de Giacomo Puccini la distinguen del resto. Fue la última que compuso el italiano, en ese entonces aquejado por un cáncer de garganta que le ocasionó la muerte, en 1924. No llegó siquiera a terminarla. Fue su discípulo Franco Alfano quien se encargó de concluir la partitura. Ha sido justo esa la obra que ha elegido el Teatro Real para despedir el año con 18 funciones, del 30 de noviembre al 30 de diciembre. Y si algo la distingue todavía más como plato fuerte de la temporada es la dirección artística del norteamericano Bob Wilson, el afamado director que en 2012 llevó a Marina Abramovic, Antony y Willem Dafoe al escenario del Real y que en esta ocasión –su quinto montaje en el Real-  reinventa a la princesa china, adelgazándola de todo exotismo.

El valor musical de Turandot la distingue no sólo dentro de la propia carrera de Puccini, sino dentro de la tradición operística italiana. Valiéndose de la versión de los relatos orientales recopilados por Carlo Gozzi en 1792, los despojó de su tono lde comedia y los convirtió en materia para crear una "ópera oscura", así lo explica  Nicola Lussotti, el director musical asociado del Teatro Real, quien repite al frente de la orquesta del Real. "La Turandot de  Puccini modifica no sólo los parámetros musicales sino la propia forma de tabajar del maestro, quien se involucró en el libreto", explica Lussoti.

La trama 

Giacomo Puccini comenzó a escribir Turandot en 1921, cuando tenía 63 años, sin saber que se convertiría en su última ópera. El guion de esta ópera en tres actos se basó en la obra de Gozzi, a su vez adaptada de un cuento persa del siglo 12 llamado Las siete princesas, contenido en la colección Los mil y un días. Puccini y los libretistas Giuseppe Adami y Renato Simoni decidieron que la protagonista conservara el nombre Turandot, cuyo origen es el vocablo "Turandokht" que significa en persa “la hija de Turán”.

El argumento tiene como punto de partida una premisa: Turandot se casará con aquel príncipe que responda correctamente los tres acertijos impuestos por el emperador. Aquel que falle, morirá. Así arranca el Acto primero, con la muerte del príncipe de Persia, cuya ejecución pública es presenciada por el pueblo. Entre los espectadores se encuentra un anciano ciego,  Timur, el rey de los tártaros, acompañado por una guía, Liù, y Calaf, hijo de Timur y, por tanto, príncipe de los tártaros.

A pesar de las advertencias de su padre, Calaf cae enamorado de la princesa Turandot y decide probar suerte con los acertijos. Nessum dorma, el aria del tercer y último acto, y que sigue a la proclama de la princesa china Turandot de que nadie debe dormir hasta hallar el nombre del príncipe desconocido. Se trata de una ópera sobre el poder, y en alguna medida del amor, que  mantuvo su influjo en el tiempo. Desde Friedrich Schiller hasta Bertolt Brecht, quien la adaptó en 1953. 

La ópera se estrenó en La Scala de Milán, dos años después de la muerte de Puccini. Fue Toscanini quien dirigió a la orquesta esa noche. Durante la representación, justo tras el adagio que entona Liù al momento de morir, Toscanini detuvo la representación de golpe y se dirigió al público: "Aquí terminó el maestro", dijo. En las funciones que siguieron  aquella, se utilizó el final compuesto por Alfano, que el que se emplea normalmente, aunque Luciano Berio escribió otra versión que se estrenó en el Festival de Salzburgo de 2002.  El montaje que ahora se presenta en el Teatro Real, una en coproducción con la Canadian Opera Company, el Teatro Nacional de Lituania y la Houston Grand Opera, mantendrá el final de Alfano.

El montaje de Bob Wilson 

Tocada por su espíritu fastuoso, aún más patente tras la legendaria y majestuosa producción de Franco Zeffirelli, Turandot ha estado sometida a una estética realista a la que Wilson ha decidido renunciar. Adelgazada de todo exotismo, la Turandot de Wilson se concentra en la iluminación, el contraluz, las máscaras y el movimiento ritual, una aproximación formal que encuadra la leyenda de la sanguinaria princesa china realzada por la estética del teatro de sombras oriental. “Esto es un cuento de hadas raro y creo que Puccini lo vio así, una historia que nada tiene que ver con este mundo”, explica Robert Wilson, histriónico, ante un grupo de periodistas. A  Wilson se le enrojece el rostro y se le quiebra la voz al momento de referirse a la soprano Monserrat Caballé con quien trabajó en el montaje de Salomé de La Scala de Milan y a quien se dedican todas las funciones de la ópera de Puccini.

Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, este Puccini tardío se decidió a reinventar completamente su propio código estético. Turandot es una obra en las antípodas de aquella “dramaturgia realista y conmovedora” que, hasta ese momento, había sido su sello de identidad. La obra tiene “la rigidez coral propia del oratorio, la estructura dramática de un misterio pagano, de un fresco ceremonioso vasto e inmóvil, de un universo cerrado, puramente legendario, extraño a cualquier lectura ajena a la metáfora, plenamente adscrita a la estética simbolista”. Incompatible, en su esencia, con “ese pueril realismo de cartón piedra, abigarrado y grandilocuente, con que suele representarse desde la más absoluta insensibilidad hacia la estética propia de la obra”.

Turandot, que se presentó en la primera temporada del reinaugurado Teatro Real en 1998, vuelve 20 años después. Dos repartos se alternan en la interpretación de las 18 funciones de Turandot, todas a cargo de Luisotti,  cuya relación con el Teatro comenzó hace 10 años con Il trovatore, y al que hemos visto en recientes temporadas con Rigoletto y Aida. Después de sus triunfos con Verdi, Luisotti se pondrá nuevamente al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real ─y también de los Pequeños cantores de la ORCAM─ para dar vida a la genial partitura de Puccini: melancólica despedida de la riquísima tradición operística italiana, que, como ave fénix, abriría nuevos caminos en el devenir de la música dramatúrgica, que daba sus primeros pasos en el inmenso mundo del cine.

Encabezan los elencos de Turandot dos sopranos que debutan en el Teatro Real: la sueca Irene Theorin, que sustituye a Nina Stemme, quien ha cancelado su participación por enfermedad debidamente justificada, y la ucraniana Oksana Dyka, ambas aclamadas intérpretes del rol titular de la ópera. Estarán secundadas por las sopranos españolas Yolanda Auyanet y Miren Urbieta-Vega, como Liù, en sustitución de Maite Alberola. Completan el reparto tenores Gregory KundeRoberto Aronica y Jae-Hyoeung Kim ─que se alternarán en papel de Calaf─, y por los bajos Andrea Mastroni y Giorgi Kirof, que interpretarán a Timur. 

Una temporada ambiciosa 

La temporada 2018/2019 del Real propone de un recorrido histórico desde el siglo XVII hasta el  XXI. Quince títulos de ópera vertebran la nueva programación, de las cuales más de la mitad son nuevas producciones y siete de ellas incorporaciones al repertorio del Teatro Real: La Calisto, de Francesco Cavalli; Dido & Aeneas, de Henry Purcell; Capricciode Richard Strauss; La peste, de Roberto Gerhard; Com que voz, de Stefano Gervasoni; Only the Sound Remainsde Kaija Saariaho y  Je suis narcissiste, de Raquel García-Tomás, primera colaboración del Teatro Real con el Teatro Español. Se trata de una composición con libreto de Helena Tornedo y dirección de escena de Marta Pazos.  

El real ha procurado traer una copiosa nónima de creadores consagrados. Àlex Ollé (La Fura dels Baus), abrió el calendario con el Faust de Gounod, siguió Peter Sellars, con su versión de la ópera Only the Sound Remains, de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, inspirada en el teatro nôh japonés, así como Robert Wilson que ahora desembarca con esta Turandot, que regresa al Real veinte años después de su estreno en la primera temporada de la reapertura del Teatro Real.

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