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Cultura

Oponerse al cristianismo, el marxismo y el existencialismo, 60 años después

Camus, en diciembre de 1957. Fotografía de Nobelprize.org. Nobel Media AB 2014. Web.

Entre la justicia y mi madre, elijo mi madre… dijo Albert Camus hace ya 60 años, cuando recibió el Nobel de Literatura, en 1957. Fue su respuesta a un periodista  que aquel día le pidió su opinión sobre Argelia,. Sí. Argelia. Aquel tema que atravesó su vida y su obra como una estaca. Inspirándose en su figura, un grupo de 30 intelectuales y escritores, entre ellos Manuel Vicent, Juan Cruz o Javier Reverte, se reunirán durante Los Encuentros Literarios Mediterráneos del 29 de abril al 1 de mayo en Sant Lluís (Menorca).

Si existe un elemento significativo de la elección de Camus para este encuentro es la noción de compromiso que empuja a la figura del Nobel

Tras elegir la ciudad donde nació la abuela materna del escritor y pensador franco argelino –curioso, porque aquella lo martirizó con sus no pocas palizas-, el encuentro busca, a través de distintas mesas redondas y conferencias, propiciar la reflexión sobre los problemas de migración, desarraigo y persecución en la región justo a partir de la figura de un autor cuya compleja relación con su tiempo y sus compromisos políticos congrega a 30 intelectuales del arco mediterráneo:  Amin Maalouf (Líbano), Yasmina Khadra (Argelina), Sinan Antoon (Irak), Yannis Kiourtsakis (Grecia), Mohamed Achaari (Marruecos), Jehan Bseiso (Palestina) y los españoles Manuel Vicent, Juan Cruz o Javier Reverte, además de expertos en Camus.

Otras formas de comprometerse

Si existe un elemento significativo de la elección de Albert Camus para este encuentro es la noción de compromiso que empuja a la figura del Nobel, incluso 60 años de su concesión. Dijo Hannah Arendt, que tanto Camus como su generación se vieron "tragados por la política como si los absorbiera la fuerza del vacío". Sin embargo, la verdadera responsabilidad intelectual del Nobel parecía alojarse en otro sitio, en una región más compleja de lo que éste significa.  En su ensayo Camus, el moralista reticente , Tony Judt explicó que para Camus el compromiso "no consistía en tomar partido, sino en rechazar hacerlo donde no existía". He allí una clave que arroja luces en un momento oscuro donde los matices se aprecian poco y arden en la hoguera de las mayorías. Opositor de la gauche francesa –sonadas fueron sus polémicas con Sartre en ocasión del estalinismo- y acusado de tener una posición cambiante en el conflicto argelino, el premio Nobel Albert Camus se ha convertido en un problema de reflexión. O acaso en una forma (problemática) de abordar la reflexión sobre la necesidad y la obligación de intervenir.

Judt explicó que para Camus el compromiso "no consistía en tomar partido, sino en rechazar hacerlo donde no existía"

Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, la infancia y gran parte de la juventud de Albert Camus transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, Camus empezó sus estudios de filosofía en la Universidad de Argel. Comenzó a ser conocido como escritor en 1942, cuando se publicó su novela  El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la resonancia que sobre él tuvo el existencialismo. Su posicionamiento sobre la situación política de Argelia –no sólo ese tema, bastantes otros más- resultó para muchos ambiguo y polémico en el contexto francés. La autora argelina Maissa Bey argumenta que la obra El extranjero concedió a Albert Camus el rango de "escritor de la Tierra de Argelia", pero sin ser considerado argelino. El motivo de este rechazo o distanciamiento tenía su raíz, según Bey, en la frase pronunciada por el escritor  después de recoger el premio Nobel, en 1957 y que abre esta nota: "Entre la justicia y mi madre, elijo mi madre".

Camus mantuvo un creciente desacuerdo con prácticamente todos los bandos del conflicto argelino

Camus mantuvo un creciente desacuerdo con prácticamente todos los bandos del conflicto argelino, cuya guerra por la descolonización comenzó en 1954. El tema era complejo para él. El escritor había nacido allí, hizo periodismo e investigación para el periódico Alger Republicain y había publicado en 1939 una serie de ensayos, La miseria de Cabilia, donde dejaba claras muchas de sus ideas. La intolerancia de las partes enfrentadas, los errores políticos de los franceses y los árabes, y la evidencia cada vez más clara de la imposibilidad de un pacto "lo llevaron de la razón a la emoción y de la emoción al silencio", como explica Judt en el ensayo antes citado. Desgarrado entre sus "compromisos morales y sus vínculos sentimentales, no tenía nada que decir y por tanto no dijo nada: un rechazo a ‘comprometerse’ en el gran problema moral de su tiempo que muchos le reprocharon en la época y en años posteriores”. 

El rebelde da media vuelta…

Camus jamás eludió el compromiso; lo abordó de otra forma. Se opuso al cristianismo, el marxismo y el existencialismo. Se opuso, quizás, a cualquier recipiente de la contundencia. En El hombre rebelde dejó muy clara la desconfianza y reticencia que para él suponía toda ideología, así como los matices sobre lo que rebelión -en términos hegelianos- y revolución significaban. Dios, moral y principios fueron cuestionados, probablemente, desde la sustancia individual, el más firme pegamento que une la obra con la actitud pública de Camus. "¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es", escribe Camus en las primeras páginas de esta obra publicada en 1951 y que le valió la crítica y acusaciones de sus contemporáneos. Incluyendo a Sartre.

“¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta"

Durante la Segunda Guerra Mundial, Albert Camus se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, desde 1945 hasta 1947 fue su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento del posicionamiento moral individual. Los problemas que había planteado la guerra en Europa inspiraron sus Cartas a un amigo alemán, en cuyas páginas reflexiona sobre la memoria y el perdón. Sin embargo, y en lo que al tema argelino se refiere, existen muchas más variables que la sola enunciación de la neutralidad.  De ahí que las páginas de El hombre rebelde sirvan de guía para comprender la posición de Albert Camus durante los años de la liberación francesa del dominio nazi, la posguerra, la guerra fría y, por supuesto, en conflicto colonial francés. Camus surgió de la Resistencia Francesa, como un portavoz que confiaba  en los grandes cambios de la liberación llevaría. Aun así, la búsqueda del equilibrio, de la neutralidad, le costó muy caro: desde la propia sensación de cobardía hasta la constante sospecha que su neutralidad despertó entre los intelectuales franceses de aquel entonces.

Camus cargó tintas contra aquellos que juzgaban la privación de libertad de expresión bajo Stalin pero no bajo el régimen franquista, tal y como le reprochó a Gabriel Marcel en diciembre de 1948.

Tras la liberación de París, Camus no se apuntó a juicios sumarios contra los hombres de Vichy. No pidió cabezas y hasta fue acusado por el comunista Pierre Hervé de compasivo. Camuspidió clemencia para Robert Brasillach, periodista colaboracionista juzgado en 1945 quien fue declarado culpable de traición y sentenciado a muerte. Esa búsqueda del equilibrio lo llevó exculpar en alguna ocasión a unos cuantos, de la misma en que le hizo cargar tintas contra aquellos que juzgaban la privación de libertad de expresión bajo Stalin pero no bajo el régimen franquista, tal y como le reprochó a Gabriel Marcel en diciembre de 1948. A eso se suma, por supuesto, su enfrentamiento con la gauche francesa –el pope Sartre el primero- por las purgas estalinistas. Muchas de esas obsesiones están recogidas en sus recopilaciones ensayos y artículos  publicadas entre 1946 y 1951: Ni víctimas niverdugos y Justicia y odio. La de Sartre, sin duda es una obra y una vida compleja, una que acabó muy pronto con aquella trágica muerte en accidente automovilístico, en 1960.

El francés ha de servir de guía en la oscura travesía de una Europa que se desintegra sin ser plenamente consciente de ello y que este mes, con Los Encuentros Literarios Mediterráneos del 29 de abril al 1 de mayo en Sant Lluís (Menorca), intenta  una mirada distinta sobre los mismos problemas que aquejan al continente desde hace ya más de un siglo.

 

 

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