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Cultura

Nora K. Jemisin: “Mi padre tenía prohibido mirar a los ojos a un hombre blanco”

Nora K. Jemisin.

Hace 30 años no hubiese ni soñado con la carrera literaria que hoy posee. Era mujer, negra y vivía en Brooklyn, dice la estadounidense Nora K. Jeminsin, la primera afroamericana en ganar el Hugo de novela, el premio más importante que la industria concede a los libros de ciencia ficción y literatura fantástica y con el que ella ya se ha hecho tres veces. Antaño, ni pensarlo. Tampoco le han regalado nada a N.K Jeminsin. Su primera novela fue rechazada tres veces.

Hace 30 años no hubiese ni soñado con la carrera literaria que hoy posee. Era mujer, negra y vivía en Brooklyn, dice la estadounidense

Podría decirse que el género literario que cultiva es la novela fantástica, aunque con una vuelta de tuerca. Ella lo llama ficción épica. Su carácter político es manifiesto. Desde que se dio a conocer con Los mil reinos (2010), la primera entrega de la llamada Trilogía de la Sucesión, sus novelas se han caracterizado por la multiculturalidad y la irrupción de personajes de distintas grupos y colectivos normalmente periférico. Su más reciente historia publicada en inglés, La quinta estación (Ediciones B), llega a ahora a España.  

"Hasta ahora, la ciencia ficción y la fantasía han sido demasiado conservadoras"

Como en la mayoría de las novelas de Jemisin, sus protagonistas tienen que superar el influjo de un poder superior, en este caso una cadena de terremotos que asolan la tierra. "La meta es sobrevivir; y la supervivencia implica el cambio", dice una de las tres mujeres que protagonizan esta historia. Porque todo en sus entregas parece ir más allá: tienen una moraleja evidente, un propósito. Las novelas de Jemisin buscan ir contra el status quo. "Hasta ahora, la ciencia ficción y la fantasía han sido demasiado conservadoras. Si algo amenaza a una civilización, en lugar de proponerse la supervivencia en un orden distinto, las novelas de fantasías siempre buscan reparar y sustituir al poder que ya mandaba. Si algo amenaza a un reino, todo en la trama ocurre para restituirlo, no para plantearse una cosa nueva… Por, cierto, ¿no está muy bien que diga esto en España verdad?”. Jemisin es una mujer directa, lúcida y consciente de cada palabra que dice. "La fantasía debe de ser política".

"Tolkien creó una civilización, un mundo, una sociedad. Lo hizo justo en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, cuando las personas necesitaban crear un lugar tras los años de horror"

“Se puede entender mi trabajo como una alegoría: plantear que todo se destruye como oportunidad de reconstrucción. La buena fantasía está en la raíz de la historia, por ejemplo Tolkien creó una civilización, un mundo, una sociedad. Lo hizo justo en los años  siguientes a la Segunda Guerra Mundial, cuando las personas necesitaban crear un lugar tras los años de horror. Esa también es una función política de la fantasía. También, claro, toda historia es susceptible de ser manipulada. Yo me he dedicado a estudiar la historia oral de muchos pueblos y llegado a descubrir cómo muchos antropólogos han cambiado el sentido original de la historia de muchas comunidades y tribus, al menos en Norteamérica”.

"La humanidad no es blanca. Hay afroamericanos, asiáticos, egipcios…"

La idea de fondo en la literatura de Nora K. Jemisin es el cambio y la reinvención asociada a los procesos de ese tipo. El mundo cambia. Las civilizaciones cambian. La naturaleza cambia. Los errores se superan no por la vía del castigo colectivo, sino de la transformación. De ahí que sus héroes y heroínas nunca sean siempre distintos, desde los egipcios esclavizados de The Killing Moon hasta las tres generaciones de mujeres que intentan sobrevivir a un mundo que se cae a pedazos en La quinta estación.  "La humanidad no es blanca. Hay afroamericanos, asiáticos, egipcios… En EEUU hay gente de todo tipo, no sólo blancos. Aunque es cierto que con los cambios políticos que estamos viviendo, probablemente retrocedamos. Aunque pienso en lo que dicen mis padres: hija, esto nunca será peor de lo que ya vivimos”, explica la novelista durante su visita a la Feria del Libro de Madrid. “Mi padre no podía mirar a los ojos a un hombre blanco, lo tenía prohibido”, dice Nora K. Jemisin taladrando con la pupila a su interlocutor. En ella hay cierta distancia, una educada y desafiante frialdad. Una intensidad que transmite en su prosa y deja caer, como gotas, en la conversación.

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