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Cultura

Música plancha: la escena que adoró a Camilo Sesto en sus años más oscuros

Pocos nombres definen un género pop con la precisión de 'música plancha', que describe las canciones que se escuchan mientras se realiza esta monótona tarea doméstica. La etiqueta nace en América Latina y tiene mucho de despectivo, ya que se relacionan con las mujeres, especialmente las pobres. Ya sabemos que hay quienes tienen dos cargas de plancha a la semana, la de la propia familia y la que se realiza para ganarse la vida.

Si teclean el término en Google, encontraran una interminable lista de canciones recomendadas en cada red social, dominada por himnos sentimentales como “Yo no te pido la luna” (Daniela Romo), “Ella se llamaba Martha” (Napoleón), “Simplemente amigos” (Ana Gabriel), “A que no le cuentas” (Ednita Nazario), “La maldita primavera” (Yuri), “Juntos” (Paloma San Basilio) y “Leyes del corazón” (Tatiana). Por supuesto, el género también incluye a gigantes como Juan Gabriel, Isabel Pantoja, José Luis Perales, Rocío Dúrcal, José José y el recientemente fallecido Camilo Sesto, de quien no solamente se aprecian los grandes éxitos, sino también piezas desconocidas como “Fresa salvaje”. Mientras en España muchos se reían de él, presentándole como a un mono de feria, la mayoría de países de América Latina le siguieron adorando.

Laura de León explica que tuvo que esconder su colección de ‘música plancha’ a dos novios, uno punk y el otro aficionado al heavy metal

La etiqueta tiene claros ecos machistas y clasistas, restando valor cultural a la música de las mujeres pobres. América Latina siempre ha sido una sociedad elitista, con casos extremos con el de Chile, donde muchos hoteles de la clase media y alta cuentan con un cuartito para ‘la doméstica’, ya que ‘los señores’ prefieren no hacer tareas subalternas o cuidar a sus propios niños, ni siquiera en vacaciones.

Saborear el dolor

Existen artistas modernos dedicados en cuerpo y alma a a esta escena, por ejemplo Laura de León, costarricense conocida como ‘La Reina de la Plancha’, que organiza ‘planchatones’ en el bar El 13, inaugurado en 2010 en San José, la capital del país. ¿Una anécdota reveladora? León explica que tuvo que esconder su colección de ‘música plancha’ de dos novios, uno punk y el otro aficionado al heavy metal, para que no afectase negativamente a su relación. Poco a poco, se fue liberando de complejos hasta convertir su pasión en profesión.

alfonso arus

También podemos mencionar a la guatemalteca Thelma Alvarez Lobos, más conocida como Simplemente Rosita. En sus espectáculos ha llegado a cantar plancha en mano, para que no queden dudas. Cuando le preguntan por sus motivaciones artísticas, suele recurrir a expresiones como ‘saborear el dolor’ y promover una ‘catarsis colectiva’, esa ayuda al público a ajustar sus abismos emocionales. “Mi espectáculo es una ‘perfomance’ en la que se estudia la estética ‘kitsch’, a través de las canciones de desamor de los años ochenta, es decir, todas las canciones que entran en el género de la balada romántica de esa época de todo Hispanoamérica”, explicó a la revista ‘Ella’. Las tareas domésticas como espacio de reflexión sobre nuestro recorrido emocional.

Hijo de ramera

Los modernos tampoco han podido resistirse, aunque sea con ese aire de superioridad que les caracteriza. La revista Vice Colombia define el género como “un mundo de vestidos lujosos, peinados voluminosos, pechos velludos e historias de conquistas épicas, desengaños desgarradores y amores imposibles”. Resumiendo: la caricatura. Su artista predilecto es el discjockey Diego Cuéllar, que usa el sobrenombre de Las Hermanas para cocinar ‘beats’ y ‘samplers’ relacionados con la plancha. Su repertorio incluye los himnos más extremos, por ejemplo “Hijo de Ramera”, de Manolo Galván.

Muchos lo tomaran como un fenómeno ‘friki’, pasto de bromas para programas tipo Alfonso Arús, ‘Crónicas Marcianas’ o ‘Zapeando’. En realidad, lo que revela este auge a la música para planchar el enorme atractivo emocional de un repertorio que ha acompañado ya a tres o cuatro generaciones de oyentes a ambos lados del Atlántico. Muchas escenas musicales ’cool’ del ‘underground’ anglosajón han sido olvidadas, excepto por los coleccionistas compulsivos. Mientras tanto, los baladones sentimentales en castellano siguen vivos en Internet, en los ‘karaokes’ de habla hispana y en también en nuestros corazones.

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