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Cultura

El flamenco se harta del Niño de Elche: “No aporta nada, solo purpurina”

En los últimos meses, cualquiera que lea entrevistas con flamencos habrá notado que hay un nombre que se repite de manera llamativa. Nos referimos a Francisco Contreras Molina (1985), más conocido como el Niño de Elche. Durante la promoción de su disco conjunto, Tomatito y José Mercé se mostraron sorprendidos de que toda la prensa madrileña les preguntara por un artista que ninguno de los dos conocía. Más recientemente, Jose Miguel Carmona hacía estas declaraciones: “A mí su fusión (la de Rosalía) es de las que más me gusta. Hay otros que son como más transgresores que ya no me gustan. Por ejemplo, hay una foto de El Niño de Elche cantando en un váter que me parece innecesaria. Lo respeto, pero no es algo que me emocione”, explicaba. “Cuando alguien es artista, no hace falta que haga nada del otro mundo. Camarón fue Camarón porque fue Camarón, Morente porque fue Morente. No todos tenemos que cantar boca abajo… Que Enrique sí lo ha hecho”, completaba Juan José Carmona, en referencia al mismo artista.

Más contundente fue el cantaor Lin Cortés: “Para ser exflamenco, primero tienes que serlo. Ya está bien, hombre. Sigue engañando 'indies' que te va muy bien. Están los flamencos de verdad con la nevera vacía y tú con los bolsillos llenos, cantando como un burro”, escribió en Twitter a finales de diciembre. Por supuesto, todavía se recuerda las demoledoras críticas por la actuación de Contreras en la última Bienal de Flamenco de Sevilla, donde le acusaron de “tongo”, “tomar el pelo” y de faltar al respeto actuando medio desnudo. ¿Estamos ante la típica polémica pasajera o existe un malestar duradero sobre su figura? Preguntamos a tres voces autorizadas.

“No hace nada nuevo”

Empezamos por Paco Soto, uno de los jóvenes guitarras con más prestigio dentro del circuito. “Me parece que Niño de Elche no está haciendo nada nuevo. No he podido escuchar todo lo que ha grabado, pero me puse el último disco y algunos de los vídeos de sus actuaciones. Para mí, no aporta nada: generalmente son copias a Morente; mejor dicho, copias de lo que Morente quería transmitir. El resultado, para mí, no tiene mucho corazón. La revolución del flamenco, la innovación, tiene que ir ligada a un componente sensorial muy fuerte, como en el caso de Paco de Lucía y Camarón. Fueron gente adelantada a su tiempo, que hacía lo que se sentía y les nacía algo distinto. El Niño de Elche, en cambio, lo que quiere es llamar la atención, que es algo superfácil hoy en día. De hecho, lo ha conseguido, porque tú y yo estamos ahora hablando de él, como tantos otros”, lamenta.

"La opinión general es que todavía no ha grabado nada de valor" (Paco Soto)

Su propuesta artística no le impresiona: “Para mí es purpurina adornando algo vacío. Mucho ruido y pocas nueces. Además, me parece un tío muy maleducado. No sé si debería contar esto, pero yo he estado en una habitación con Jorge Pardo, Tomatito y otros grandes artistas, putos genios del flamenco, y cuando alguien dice que la música que hace El Niño de Elche es una mierda nadie sale a defenderle. La opinión general es que todavía no ha grabado nada de valor. Luego aparece en el programa de Buenafuente para insultar al flamenco. La pena, para mí, es que sabe de flamenco, toca la guitarra de puta madre; sabe cantar bien y conoce muchos cantes. A pesar de eso, le considero un mal artista. Quizá hubiera sido un buen crítico. Si alguien destaca en la música, por ejemplo Rosalía, no necesita portarse como un gilipollas”, señala.

https://youtube.com/watch?v=YFuToRRKMsk%3Fstart%3D530

Silvia Cruz Lapeña, periodista y autora del libro ‘Crónica jonda’ (Libros del K.O., 2017), relativiza el enfado de la comunidad: “No creo que se pueda decir que el flamenco se ha hartado del Niño de Elche. Hablamos de alguien que este año ha tocado en la Bienal y en el festival de Nimes, que es uno de los más antiguos. Es un artista a quien están programando los encuentros más importantes y normalmente llena los teatros. Es cierto que existe un parte del público, diría que pequeña, que le abuchea y que puede llegar a abandonar el asiento. En realidad, es un artista que se está hartando de trabajar”, subraya.

Cante cuestionado

Luego Cruz aporta un matiz importante: “Sí que creo que puede haber un hartazgo por parte de quienes se dedican -o nos dedicamos- a explicar el flamenco, igual que en cierta afición. Es más frecuente que se escriba que El Niño de Elche falta al respeto al escenario o la tradición, por ejemplo cuando actuó en el teatro Lope de Vega de Sevilla. Me parece que ahí nos equivocamos, le hacemos el caldo gordo criticando su irreverencia, cuando deberíamos cuestionar la propuesta artística, que por otro lado es fácilmente criticable. La falta de respeto puede ser necesaria, aunque el resultado depende de la gracia que tenga cada artista”, opina.

El último consultado es Pedro Lópeh, aficionado y responsable del podcast ‘El café de Silverio’. Ahora mismo, ultima un libro de introducción al flamenco, ‘Ramo de coplas y caminos’, que se publicará en primavera. “Yo sí creo que los flamencos están hartos de las salidas de tono y las provocaciones del Niño de Elche, sobre todo por sus declaraciones en los medios. Durante un tiempo, la mayoría de los aficionados le aguantaron las excentricidades porque estaban a la expectativa sobre qué iba a aportar. Nadie duda de su inteligencia, ni de su creatividad, ni de que es un artista con mucha curiosidad. El problema es que, con tanto exabrupto, parece haber devenido en un bufón maleducado. Parte de lo que molesta es que reniegue del flamenco y, a la hora de verdad, se alimenta todo el tiempo de la etiqueta, aunque sea para posicionarse contra ella. En sus perfiles públicos se define como ‘exflamenco’, que es otra forma de utilizar el término”, denuncia.

"Presume de liberal y critica a otros por vivir de las subvenciones, pero es él a quién contratan todo el rato cuatro intelectuales 'progres' de las administraciones" (Pedro Lópeh)

Para acabar, describe los malestares de su entorno. “Creo que hay dos cosas que el aficionado llano no entiende: la primera es por qué este artista es tan contratado por las administraciones públicas (me refiero a museos, festivales, Instituto Cervantes…). De hecho, presume de liberal furibundo y critica a otros cantaores por vivir de las subvenciones y las contrataciones públicas. La realidad es que es a él a quien están contratando todo lo el rato cuatro intelectuales ‘progres’ de las administraciones. Si miras su agenda, verás que hace poquitos conciertos privados a taquilla. Tampoco se entiende que la prensa le tenga por un revolucionario del flamenco, cuando no lo es. Un amigo me suele decir que el titular ‘El Niño de Elche revoluciona el flamenco’ es lo mismo que escribir que ‘Rita Maestre revoluciona la cristiandad entrando en una iglesia enseñando la tetas’. Evidentemente, cuando haces algo así vas a dar que hablar, pero una revolución musical es otra cosa”, denuncia. “Si esa es tu propuesta, no estás aportando gran cosa en el terreno artístico. Como mucho, serás alguien que hace 'performance', que es algo que tiene más de medio siglo ya. Estaría bien que la prensa dejase de hinchar este bulo”, propone.

Complejo de antiguos

Para concluir, Lópeh hace una reflexión dirigida a toda la comunidad: “Parece que los aficionados al flamenco partimos de una especie de complejo de conservadores retrógrados. Por eso muchos de los encargados de contratar sobrevaloran propuestas que tienen cierto aire moderno, como El Niño de Elche y Rosalía. Es una pena: parece que incluso tiene valor decir que te cagas en el flamenco, como hace el propio Niño de Elche. Sentimos que tenemos que pagar ese peaje para insertarnos en el siglo XXI y no parecer un museo de antigüedades. Para mí, la Bienal no necesita legitimarse, mucho menos de esta manera. El problema algunos programadores que creen que necesitan demostrar su modernidad. Es gracias a ellos que arribistas como El Niño de Elche tienen tanta demanda. La función de la Bienal debería ser ayudar en los posible a ese tejido de comunidades flamencas que se está destruyendo o ya se han destruido; me refiero a las peñas, tabernas, la vida de pueblo, los cafés-cantante... No digo que la Bienal no mire hacia el futuro, pero tampoco puede olvidar que a diez kilómetros de Sevilla hay artistas flamencos con tesoros en su cabeza que se están muriendo de hambre o de desidia hacia su trabajo. No tiene sentido dar tanto dinero a cualquier cosa que parezca moderna y olvidar todo lo demás. Mi pregunta para El Niño de Elche sería qué sentido tiene participar en la Bienal de flamenco si no te consideras flamenco”, concluye.

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