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Cultura

Catherine Lacey: sobre las autoestopistas y el derecho de echar a correr en tacones

La escritora Catherine Lacey (Foto catherinelacey.com)

Todo ocurrió en un viaje en autostop. Ella tenía 25 años y esperaba en una carretera de Nueza Zelanda a  que algún coche la acercara a su destino. "Qué hago con mi vida", se preguntó Catherine Lacey, al pie de la carretera; y no supo que pensar. Para desquitarse, decidió escribir una novela donde la protagonista estuviera mucho más perdida que ella. Y lo consiguió.

Elegida como una de las nuevas voces de la literatura en Estados Unidos, Catherine Lacey  publica Nunca falta nadie (Alfaguara), novela finalista del Premio de Ficción New York Public Library Young Lions, un libro que llega a España -con la vitola de Granta- como una de las apuestas de Alfaguara para este verano. Algo ácido, árido a la vez que luminoso, recorre las páginas de esta historia.

“Qué hago con mi vida”, se preguntó Catherine Lacey. Para desquitarse, escribió una novela donde la protagonista estuviera mucho más perdida que ella

Elyria es la protagonista de la novela, una mujer de 28 años que decide coger un avión a Nueva Zelanda  y dejar atrás su vida estable y segura en Nueva York. Su marido intenta desesperadamente comprender qué ha sucedido; su familia, también. Nadie entiende nada, incluyéndola a ella. Así, Elyria pone a prueba el destino viajando en coches de desconocidos, durmiendo en campos, bosques y parques, mientras el recuerdo de la muerte de su hermana le pisa los talones.

La novela no es una autobiografía, dice Lacey. Ella no tiene marido ni una hermana muerta pero sí convivió y se reflejó en los los personajes secundarios, seres que en los que tienen eco aquellas personas que conoció y las situaciones que vivió durante su viaje por Nueva Zelanda. El punto de partida, la mecha que enciende este este vertedero, es la idea de que el bienestar tiende al tedio y que a veces más vale sacudir las aguas subterráneas que mirar una sopa de pájaros muertos como si de un lago se tratara. El optimismo e incluso la felicidad como impulso literario tienden al desgaste, son estados demasiado blandos. El conflicto, en cambio, enciende. Vivifica.

"Es casi una mentira el escribir un libro en el que es todo felicidad. La trama progresa gracias a las complicaciones, los conflictos. Mi vida real está bastante bien – tengo buenos amigos, una buena familia – así que intento disfrutar de la literatura que forcejea con lo oscuro, lo desagradable, lo no correcto. Porque todo el mundo tiene su lado oscuro, da igual cómo sean las apariencias externas. Y creo que todos debemos encontrar la manera de hacerle un espacio a lo oscuro".

-¿De qué manera Elyria y el resto de sus personajes demuestran que todo lo que rodea las relaciones humanas tienden a la disfuncionalidad?

-Me encanta esta cita, casi todo lo necesario para la conexión humana es disfuncional. ¡Lo es! No sé realmente cómo Elyria lo demuestra. Creo que depende de lo que piense el lector como funcional o disfuncional. En cierto modo, para poder mantener una relación, las dos personas deben vivir en una realidad suspendida, para acordar que estar con el otro es la mejor manera de poder vivir su vida, aunque ninguna pareja sabe seguro si eso es cierto.

"Intento disfrutar de la literatura que forcejea con lo oscuro, lo desagradable, lo no correcto"

- ¿Cuánto del lector hay en esa necesidad de Elyria de salir corriendo, en la precariedad de esa carrerilla?

-Creo que todos los seres humanos son vulnerables y pueden resultar dañados, y no hay nada malo en ello. Sólo cuando una persona cree que no puede ser dañada y que no es vulnerable, entonces su vida puede ser realmente terrible. Porque en algún momento esa ilusión se acabará y la persona estará peor.

Nació en Mississippi, la sujetan la cultura del Sur y la forma de contar que resume la voz de sus grandes narradores, sin embargo comenzó a escribir en Nueva York. Lacey compaginó la escritura de esta primera novela con su trabajo durante el fin de semana en un bed & breakfast que montó en Brooklyn con unos amigos. Tardó casi un año y medio en terminar Nunca falta nadie y tuvo que sufrir el rechazo de varios editores antes de ver su libro publicado. Sin embargo, al hablar de lo esencial, de aquello que sirve de motor de sus historias, Lacey perfora mucho más allá del discurso del viacrucis como mérito literario.

Al preguntarle quién o quiénes han acompañado la búsqueda de la propia voz, Lacey cuenta a la vez que se escaquea. “Probablemente todo lo que una persona lee o vive le influirá en su trabajo, pero es difícil saber qué libros realmente han tenido un impacto hasta que no ha pasado mucho tiempo. Me encanta el sentido del humor desconcertante de Lorrie Moore en sus historias cortas, la inventiva de Ítalo Calvino y Kōbō Abe, o la manera en la que la ficción de Hiromi Kawakami puede ser tan potente y al mismo tiempo tranquila, y Alejandro Zambra, que tiene esta ternura y economía que encuentro increíbles, pero también me encanta la poesía salvaje y ruidosa de John Berryman. Pero no creo que mi escritura se parezca a ninguno de estos autores, aunque sé que sus historias han tenido algo que ver a la hora de decirme hacía dónde mirar”.

"Defensora de su derecho a estar y viajar sola, considera que de alguna forma hay que encontrar la forma de equilibrar el deseo de escaparse con el no hacer daño a los demás"

Para una mujer cuya obra tiene lo que las largas carreteras: aspereza, polvareda y curvas sin anunciar, resulta irresistible preguntar qué buscan realmente los que van a encontrarse en la literatura. “Siempre preguntas, nunca respuestas. Hoy creo que una pregunta clave que tengo es cómo puede una persona amar mejor a otra persona, pero quién sabe cuál será mañana”. De sus años de autoestopista conserva el aspecto inofensivo de las chicas desvalidas, y el impulso matonil para, si es necesario, "clavar un cuchillo en cualquier tierna tripa".

Algo de eso tiene su prosa: algo dulce y a la vez superviviente. Defensora de su derecho a estar y viajar sola, considera que hay que encontrar la forma de equilibrar el deseo de escaparse con el no hacer daño a los demás. La introspección de su protagonista a lo largo del viaje y sus "intentos de pensar con claridad sobre sus sentimientos mezclados" son la base del libro de Lacey, que señala que para ella "una trama no es suficiente" por sí misma. No. Sin duda, no lo es. Nunca falta nadie ...¿Una novela feminista? "Quizás sí hace cien años, pero ya no... eso pasa todos los días".

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