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Cultura

Luisgé Martín: "La bandera de la diversidad la cogió la izquierda y la perdió la derecha"

El escritor Luisgé Martín.

Tuvieron que pasar casi 30 años para que Luisgé Martín (Madrid, 1962) fuera capaz de escribir El amor del revés(Anagrama), un relato en primera persona sobre cómo asumió su propia sexualidad. Publicado en 2016 por Anagrama, en este libro narra el periodo de su vida que transcurre entre el descubrimiento de su homosexualidad y la afirmación de la opción que durante años ocultó. 

Escritor y crítico literario Luisgé Martín tiene una sensibilidad propia al momento de proponer un punto de vista sobre la homosexualidad en la literatura, un tema que cobra especial peso en ocasión de la celebración este 28 de junio del Día del Orgullo LGTBI y del que el autor conversa con Vozpopuli en esta entrevista. 

La obra de Luisgé Martín abarca casi todos los géneros literarios: el relato con libros Los oscuros (Alfaguara, 1990), El alma del erizo (Alfaguara, 2002) y Todos los crímenes se cometen por amor (Salto de Página, 2013). Su primera novela fue La dulce ira (Alfaguara, 1995). Luego publicó La muerte de Tadzio (Alfaguara, 2000, galardonada con el Premio Ramón Gómez de la Serna), Los amores confiados (Alfaguara, 2005) y Las manos cortadas (Alfaguara, 2009).

A esas novelas siguieron La mujer de sombra (Anagrama, 2012), La misma ciudad (Anagrama, 2013), La vida equivocada (Anagrama, 2015) y El amor del revés (Anagrama, 2016). En 2013 publicó Donde el silencio, libro con el que obtuvo el Premio Llanes de Viajes, también ha sido reconocido con el Premio Antonio Machado y el Vargas Llosa de relato.

Le escuché decir en una entrevista que la peor homofobia es la que ejercen los propios homosexuales. ¿Por qué?

Hay dos razones. En primer lugar, yo me refería sobre todo a la homofobia que uno ejerce sobre sí mismo. Es la más dolorosa porque dura veinticuatro horas al día y porque de ti mismo no te puedes esconder ni huir. Además, lo peor que le puede pasar a una persona es no quererse a sí misma. En segundo lugar, se han visto muchos casos de homosexuales que no se reconocen ni se aceptan y que al actuar en su entorno o políticamente exageran la homofobia para convencer a los demás e incluso para convencerse a sí mismos. Esos dos comportamientos, que a veces pueden ir juntos en la misma persona, son absolutamente fascinantes, desde un punto de vista psicológico.

Así como la cultura, al menos en España, llevó a un segundo plano o tapó por ejemplo la homosexualidad de Lorca o Vicente Aleixandre, ¿cree que, al menos en el XIX, la literatura anglosajona, había reflejado de una manera más amplia la homosexualidad?

No soy en absoluto experto en literatura homosexual histórica (ni en literatura homosexual en general), pero no tengo esa sensación. El caso de Óscar Wilde, que a mi juicio inaugura con De profundis la literatura gay tal como la hemos conocido hasta hace un par de décadas, es paradigmático. Y no hablemos de autores como Henry James. Creo que, como siempre, la literatura va por detrás, o como mucho a la par, de la sociedad. Y salvo excepciones, la literatura empieza a desnudarse a partir de qué se impulsa el activismo LGTBI.

¿Cuál es la distancia entre la novela que propone un tema y la que hace de ese tema bandera o activismo? ¿Vivimos un tiempo así o esa disyuntiva entre literatura y panfleto ha existido siempre?

Yo creo que en este aspecto hay poca diferencia, en efecto, entre la homosexualidad y cualquier otro conflicto humano. En todos la distancia entre la obra de arte y el panfleto es semejante. Quiero advertir que el panfleto es un subgénero literario que no siempre es detestable.  El J’accusse de Zola es un panfleto, y podemos seguir leyéndolo con devoción. Pero es verdad que en todos los activismos ha habido literatura que sólo tenía un propósito instrumental, esa literatura de las buenas intenciones, y la mayor parte de esos textos no pasa la prueba de la perdurabilidad. Quizá la mayor ventaja de la lucha LGTBI, en este sentido, es que se refiere a una represión de los afectos, y eso le da una carga sentimental a la literatura que ayuda a alejarla de lo panfletario.

¿En qué se parece el conservadurismo que estigmatizó la homosexualidad con el que ahora, por ejemplo, censura aquello que no se considera lo suficientemente inclusivo?

Yo creo que no se parecen en nada. Tienen orígenes distintos y efectos distintos. Uno es religioso y el otro es laico, por ejemplo. Uno tiene como inspiración la normatividad y el otro, en cambio, es anti normativo. Uno tiene un efecto directo sobre la intimidad de las personas y el otro afecta más al conjunto social. Y por último, uno venido casi siempre acompañado de leyes represivas y el otro tiene sobre todo un marco moral. En lo que se parecen los dos es en que hay disparate e intolerancia. Ojalá desaparezcan los dos, porque los dos son perniciosos, pero el primero de ellos es mucho más dañino.

Hay un tercer conservadurismo reaccionario, de nuevo cuño, al que quiero referirme específicamente por su actualidad: el de las llamadas TERF, feministas radicales trans excluyentes. Un movimiento que demuestra una vez más que los extremos se tocan, porque desde un espacio tan transformador y liberador cómo es el feminismo, algunas activistas repiten conceptos y barbaridades idénticos a los de la derecha ultraconservadora. Parecería que los seres humanos nos empeñáramos continuamente en demostrar que la Ilustración no ha servido para nada.

El crisol de sexualidades e identidades contenidas en el término LGTBI hizo más plural el tema, pero también más difuso. ¿Cómo entender lo que hoy engloba LGTI?

Yo creo que explicar con conceptos sesudos qué es lo LGTBI solo trae confusión. Los estudios académicos, que tantos caminos abrieron, creo que también los están cerrando, por pedantes, enrevesados y narcisistas. LGTBI, a los que algunos añaden la Q de queer y el + para sumar a colectivos más pequeños e invisibles, como los asexuales, debería definirse a secas con el marco de la diversidad sexual y afectiva. Durante siglos sólo se ha considerado razonable socialmente la cisheterosexualidad. El movimiento LGTBI defiende que la idea de “razonable socialmente” es absurda y que todas las identidades de género y sexuales deben tener la misma consideración. Las lesbianas, los gays, los transexuales, los bisexuales, los asexuales y los arcoíris-sexuales —es decir, cualquier comportamiento afectivosexual que se ejerza libremente y que no dañe al propio individuo— merecen el mismo respeto. Aunque no lo entiendas. Aunque te parezca increíble, como a muchos promiscuos, por ejemplo, les parece la asexualidad. Da igual. Basta con que aceptes que hay un ser humano que encuentra la felicidad de ese modo. Eso es lo LGTBI.  

¿Cree que la estructura de partidos patrimonializa electoralmente las reivindicaciones de LGTBI?

La estructura de partidos patrimonializa todo lo que afecta a la vida pública. Eso en sí mismo no es malo, porque los partidos políticos están para dar respuestas y resolver los problemas y los conflictos de la sociedad. De hecho, resulta evidente, y yo no dejaré de repetirlo, que los avances en derechos y libertades del colectivo LGTBI llegaron cuando la política, empujada por el activismo, cogió la bandera. Zapatero escuchó a Zerolo (y en Zerolo debemos englobar a miles de personas que lucharon) y sacudió España. Ahí, en ese momento, nace el mapa que aún tenemos. El Partido Popular se queja de que han pasado ya muchos años, pero la penitencia que deberá pagar por su campaña en contra del matrimonio igualitario y por su recurso ante el Tribunal Constitucional no se mide en términos de años, sino de generaciones. Eso sin contar con la colaboración con la ultraderecha y su boicoteo de algunas leyes. En España, la bandera de la diversidad la cogió la izquierda y la perdió la derecha.

¿Qué le parece peor: el ruido y la confusión que genera Vox al abordar la homosexualidad o la amenaza real de que puedan revocar y recortar derechos?

No creo que Vox llegue a participar nunca del Gobierno (y espero además que así sea), pero me preocupa mucho el rearme moral que ha hecho de los matones que estaban callados y escondidos. Esos homófobos ignorantes que no se atrevían a decir ya que los homosexuales no somos en realidad homosexuales, sino maricones, bolleras o travelos, han vuelto. Y eso es desolador.   

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