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Cultura

El efecto Hitler: 70 aniversario del fin de una guerra... ¿necesaria?

Una imagen de Adolf Hitler hecha en 1940.

“Hitler trajo esta barbarie”, escribió Antoine de Saint-Exupéry en Piloto de guerra (1942), las memorias en las que narra sus días como miembro de las Fuerzas Aérea de Francia. Para el tiempo en que Saint-Exupéry escribió aquellas páginas, el líder del nacionalsocialismo cumplía casi una década en el poder, tiempo suficiente para echar por tierra el Tratado de Versalles, rearmar Alemania y propulsar un el nacionalismo fanático y antisemita. Sólo fue posible detenerle en el terreno que él mismo había confeccionado, de ahí que la Segunda Guerra Mundial se entienda hoy como una contienda “necesaria”, asegura el historiador Juan Pablo Fusi en su libro El efecto Hitler (Espasa).

"A Fusi no le cabe la menor duda: Hitler fue la causa principal, directa y efectiva de la II Guerra Mundial" 

Cuando se cumple el 70 aniversario del fin de una guerra que comenzó con la invasión de Alemania a Polonia –millón y medio de soldados alemanes contra apenas 250.000 polacos-, Juan Pablo Fusi aprovecha la ocasión para ofrecer una visión retrospectiva de una contienda en la que la Alemania nazi, la Italia Fascista y el Japón imperial unieron sus fuerzas para crear un “Nuevo Orden Mundial” de autoría casi exclusivamente nazi y basado, no en la seguridad colectiva o el equilibrio, sino en una estricta visión de dominio así como de superioridad racial y militar. A Fusi no le cabe la menor duda: Adolf Hitler fue la causa principal, directa y efectiva de la II Guerra Mundial.

Teniendo el 2015 como el año de la conmemoración de su fin, la II Guerra se alza hoy como uno de los episodios más oscuros de la historia europea. En ella conviven, a la vez, un inicio y un final: sobre la tierra arrasada de la posguerra se levantó el germen del continente como unidad, también los documentos e instituciones que regirían el mundo contemporáneo –desde la declaración Universal hasta el Tratado de Roma-. Pensar su final es una manera de reflexionar sobre la génesis europea: la Segunda Guerra Mundial afectó a cuatro continentes (Europa, Asia, África y América) y murieron en 60 millones de personas, entre ellos seis millones de judíos exterminados de forma calculada y sistemática.

"Afectado por un mesianismo de proporciones ciclópeas, Hitler creyó en todo lo que dijo y escribió".

El motor envenenado de aquella enorme picadora de carne tuvo en Hitler, según Fusi, su gasolina más potente. Afectado por un mesianismo de proporciones ciclópeas, Hitler creyó en todo lo que dijo y escribió: la necesidad de revisar la Europa creada en 1919, devolver a Alemania su poderío y crear un nuevo orden mundial. Todo eso ya lo había dicho, y desde muy pronto. A partir de la figura de Hitler –su irrupción en el contexto de una Alemania humillada y empobrecida por los coletazos de la posguerra y, claro, de la debacle económica de 1929, y su posterior ascenso-, Fusi plantea una historia esencial de la Segunda Guerra Mundial contada, justamente, a través del líder nazi como principal síntoma de una Europa que terminaría por venirse abajo.

De la crisis del 29 al desembarco de Normandía

Según el catedrático Juan Pablo Fusi, egresado de Oxford, director de la Biblioteca Nacional y actual miembro de número de la Academia de la Historia, el Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) capitalizó las debilidades de la República de Weimar. “Fue la versión radical, absoluta del totalitarismo de la ultraderecha nacionalista”, asegura en El factor Hitler. Teniendo a Hitler como encarnación personal de una épica alemana, el Partido Nazi consiguió ser tan nefasto como revolucionario, a juzgar por la forma como se abrió paso: fue declarado partido único del Estado y en agosto de 1934, Hitler asumió la presidencia alemana tras un plebiscito en el que obtuvo un demoledor 88% de votos favorables.

En agosto de 1934, Hitler obtuvo 88% de votos favorables. Cinco años más tarde, el Führer ya recorría Europa como una infección.

Cinco años más tarde, el Führer ya recorría Europa como una infección. Comenzó con Polonia, en 1939, el mismo año en que echó por tierra los pactos hasta entonces vigentes y enfiló sus baterías contra Stalin. Así lo había escrito ya, desde muy pronto, en Mi lucha (1925): lo que más ansiaba Hitler era destruir a la Unión Soviética , así lo explica muy claramente Fusi en su ensayo: “Seguro de la superioridad alemana, fascinado por su propio mesianismo como político y militar, y convencido, tras los éxitos militares de Polonia invadió Francia, Noruega, Francia y los Balcanes (…) Hitler decidió llevar a cabo lo que, pese al Pacto de No Agresión con la URSS de 1939, había sido siempre su objetivo más importante”.

Atacar en todos los frentes: conquistar Francia, aliarse con Italia, anexionar Austria… y hasta invadir Inglaterra con una llamada operación León Marino que Hitler no se decidió a poner en marcha. A eso se suma la entrada de Japón, y por ende de Estados Unidos tras el ataque a Pearl Harbor, la guerra en el Pacífico y el avance de una Alemania que insistía en llegar a Stalingrado. Demasiados frentes abiertos con derrotas sucesivas: el desembarco de Normandía, la Liberación de París, el poder del Ejército Rojo… A través de la narración de sus estampas principales, Juan Pablo Fusi avanza hasta la llegada de los Rusos al Reichstag el 30 de abril de 1945 y el aplastamiento final en mayo de ese mismo año.

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