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Cultura

El dolor civil en la II Guerra Mundial: desde violación de las alemanas a manos de los rusos hasta canibalismo planificado

Como hiciera en 'Stalingrado', Beevor consigue en 'Ardenas 1944' combinar una visión épica de la que fue la mayor batalla de la guerra en el frente occidental

Antony Beevor es uno de los autores que investigó, verdaderamente a fondo, los desmanes de una guerra cuyo fin se cumple este 2015: 70 años. La fecha pinta redonda y alrededor dan vueltas, licuándose hacia la muerte, historias de vencedores y vencidos. Tal y como ya hizo en Stalingrado, y a través de una exhaustiva documentación, Beevor da cuenta de lo ocurrido en Ardenas, una de las batallas más sangrientas, con la que Hitler movió ficha en la jugada final. Así lo cuenta en Ardenas, 1944, una crónica que deja en evidencia las miserias de la guerra y que ahora será publicada de manera simultánea en español y en inglés. El libro sale a la venta este martes 19 de mayo.

"Hitler seguía obsesionado con el principio de Federico el Grande de que el que pone toda la carne en el asador gana la guerra"

"Hitler seguía obsesionado con el principio de Federico el Grande de que el que pone toda la carne en el asador gana la guerra. El 16 de enero, el Füher lanzó sus últimas reservas, la 7ª División y la 10º División Panzer de las SS Frundsberg”, escribe. Historiador militar por encima de cualquier otra disciplina, Antony Beevor fue oficial regular del ejército británico. Abandonó el ejército tras cinco años de servicio y se trasladó a París, donde escribió su primera novela.

Sus ensayos, traducidos a más de treinta idiomas y publicados en castellano por Crítica, trajeron a primera línea de atención los sufrimientos de los civiles alemanes, sobre todo de las violaciones masivas de mujeres por parte del Ejército Rojo. En sus libros, recordó el sufrimiento de los no combatientes en Normandía o descubrió que, en los estertores de la guerra, los japoneses utilizaron a prisioneros aliados como ganado humano en un episodio de canibalismo planificado tan poco conocido como espeluznante.

La batalla de Ardenas, la más sangrienta

El sábado 16 de diciembre de 1944 Hitler inició su “última jugada” en los bosques nevados de las Ardenas, una zona distribuida entre en los países de Bélgica, Luxemburgo y una parte de Francia. Su intención era realizar un ataque por sorpresa que, avanzando hacia Amberes, dividiese los ejércitos aliados e hiciese posible infligir una severa derrota: un nuevo Dunquerque que cambiase el curso de una guerra que había llegado a una situación angustiosa, con los ejércitos soviéticos avanzando en suelo alemán.

El ataque, en el que intervendrían dos ejércitos blindados, se complementaba con la actuación en la retaguardia de un comando de soldados alemanes, con uniformes y vehículos norteamericanos. Beevor consigue aquí combinar una visión épica de la que fue la mayor batalla de la guerra en el frente occidental: una batalla librada en condiciones extremas, que llegó a implicar a un millón de hombres y en la que los dos bandos cometieron crímenes brutales. Así lo reconstruye Beevor utilizando testimonios directos, ya sean orales o documentales.

Alrededor de 2.500 civiles habían muerto en Bélgica a raíz de la ofensiva de las Ardenas, y otros 500 en el Gran Ducado de Luxemburgo

Alrededor de 2.500 civiles habían muerto en Bélgica a raíz de la ofensiva de las Ardenas, y otros 500 en el Gran Ducado de Luxemburgo. Se cree que aproximadamente un tercio de ellos cayó durante las incursiones aéreas aliadas. Si añadimos a los que perecieron en los bombardeos con armas V (al menos 5.000 cohetes), las bajas civiles ascienden a más de 8.000, entre muertos y desaparecidos, y 23.584 heridos.

La destrucción había sido masiva. Los edificios, las iglesias, las granjas, las carreteras y las líneas ferroviarias habían sufrido unos daños terribles. Y también las redes de alcantarillado y de conducción de agua, los postes telefónicos y los cables eléctricos del país. Unas 88.000 personas se había quedado sin hogar. En total, 11.000 casas fueron destruidas o resultaban inhabitables. Incluso los dueños de aquellas que no habían sido derribadas, las consiguen sin ventana sin puertas. Los alemanes y los aliados habían arrancado las puertas para usarlas como techo en las trincheras.

La enumeración de pérdidas que hace Antony Beevor en el capítulo El final de la batalla documenta no sólo la tremenda escasez de enseres y ropa de invierno, sino también la quema de 18 iglesias y la severa destrucción de 69 más. La región de Las Ardenas, que dependía casi exclusivamente del sector agrícola, ganadero y forestal había recibido un golpe mortal. Apenas quedaban gallinas y cerca de 50.000 animales de las granjas habían muerto durante los combates. Eso, sin contar cómo morían envenenados con la contaminación con fósforo blanco proveniente de los cadáveres en descomposición.

Más pérdidas y bajas

Las bajas de los alemanes y de los aliados durante los combates de Las Ardenas desde el 16 de diciembre de 1944 hasta el 29 de enero de 1945 fueron, a decir de Beevor, bastante parejas. Las pérdidas alemanas fueron en total alrededor de 80.000, entre muertos y heridos, además de los desparecidos. Los estadounidenses sufrieron 75.482 bajas, de las cuales 8.407 fueron muertos. Los británicos perdieron 1.408 hombres. La infortunada 106º División de Infantería perdió a casi todos sus integrantes: 8.588, la mayoría de ellos como presos de guerra.

En total, los Aliados perdieron 150 aviones de combate y otros 111 sufrieron severos daños. La Luftware perdió 271 cazas, que resultaron completamente destruidos, y 65 sufrieron graves daños. Quizá la mayor equivocación de las autoridades alemanas en la ofensiva de Las Ardenas fue juzgar erróneamente a los soldados de un ejército que fingían despreciar, plantea Beevor.

Sus ensayos, traducidos a más de treinta idiomas y publicados en castellano por Crítica, han sido galardonados con varios premios, especialmente Stalingrado (2000), merecedor del Samuel Johnson Prize, el Wolfson History Prize y el Hawthornden Prize, y Berlín. La caída, 1945 (2002), que ha conocido una docena de ediciones en castellano. Otras obras del autor son La batalla de Creta (2002), ganadora del Runciman Prize, París después de la liberación (1944-1949) (2003), El misterio de Olga Chejova (2004), La guerra civil española (2005), Un escritor en guerra. Vassili Grossman en el ejército ruso, 1944-1945 (2006) y El Día D. La batalla de Normandía (2009).

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