Quantcast

Cultura

Nicolás Baverez y las razones por las que Francia es el eslabón más débil de Europa

Tres personas colocan una bandera francesa ante el bar le Carillon de París, Francia.

"Francia es hoy el eslabón más débil de Europa". Esta frase fue escrita hace más de diez años y constituye la tesis central de La France qui tombe, en castellano Francia en declive, un polémico ensayo en el que el historiador, escritor y economista Nicolas Baverez elabora un análisis de la profunda crisis de identidad que vive la sociedad francesa y cuya hipótesis arroja luz en algunos aspectos que han convertido a Francia en el flanco idóneo de la cruzada del fundamentalismo islámico contra Occidente. Los amargos episodios del viernes pasado en París -132 personas asesinadas, el mayor ataque terrorista sufrido en Francia- suponen una estampa en la que intervienen muchos de los aspectos aludidos por Baverez y otros intelectuales franceses.

Una Francia inmovilista, económicamente ineficaz y moralmente en decadencia es incapaz de integrar a las poblaciones marginalizadas, asegura Baverez

La France qui tombe se publicó en el año 2003 -la versión en castellano fue editada por Gota a Gota, en 2005-, justo después de las elecciones presidenciales en las que, tras veinticinco años del predominio de François Mitterrand y Jacques Chirac, la ultraderecha logró abrirse paso políticamente cuando Jean-Marie Le Pen se convirtió en el rival de Chirac en la segunda vuelta. Apenas dos años más tarde, en 2005, la muerte de dos jóvenes musulmanes de origen africano a manos de la policía desató una ola de disturbios en París que dejaron en evidencia no sólo la poca capacidad de integración que ofrecía la sociedad francesa sino la pobreza que servía de amplificador para esos conflictos.

Aunque muchos identifiquen en la obra del novelista Michel Houellebecq un anticipo en la ficción de lo que habría de suceder, no hay en la obra del autor de Sumisión una conceptualización global, sino el eco de ideas que llevan discutiéndose en los arenosos terrenos de la cultura, la política, la economía y la religión. Existen en las novelas de Houellebecq expresiones de aquello que la intelectualidad francesa había señalado: el hastío, el elogio a la decadencia, la sátira como gesto amargo. Incluso, el pensamiento que sostiene la crítica de Houellebecq a la sociedad europea en sus novelas, dígase Plataforma o El mapa y el territorio, evidencian la fisionomía de una sociedad inmovilista. Ya en 1987, en su libro La derrota del pensamiento el filósofo Alain Finkielkraut analiza de qué forma la dinámica cultural francesa muestra el derrumbe de los ideales ilustrados europeos. Asociado al pensamiento de Pascal Bruckner, André Glucksmann y Bernard-Henri Lévy, así como el de Michel Foucault, Finkielkraut ha localizado en el análisis de la "barbarie del mundo moderno", una visión escéptica del progreso en sintonía con la decadencia social como paisaje.

El análisis de Baverez toca, sin embargo, una fibra especialmente sensible. Editorialista de Le Point y colaborador de Le Monde, Nicolás Baverez es uno de los más destacados representantes del pensamiento liberal francés, y desde esa tribuna ha conseguido trazar un mapa social de lo que ocurre. Considerado por muchos como sucesor de Raymond Aron, Baverez fue uno de los primeros en señalar la necesidad de aplicar con urgencia reformas liberales que dinamizaran a una Francia incapaz de renovarse.

Según Baverez, el 25% de los magrebíes “viven por debajo del umbral de pobreza”. “Por tanto, no es de extrañar que Francia se haya convertido en una base de reclutamiento privilegiado para el fundamentalismo islámico"

En las páginas de Francia en declive Baverez analiza tres asuntos vitales: la existencia de una diplomacia fosilizada incapaz de situar al país en el concierto de las potencias europeas; un marco político presidencialista secuestrado por una demagogia ineficaz y, finalmente, un modelo económico generador de las desigualdades y en el que el Estado, empeñado en mantener un sector público y empresas deficitarias, es incapaz de propiciar verdaderas condiciones de prosperidad.

En un país con poca competitividad, en el que la tasa de empleo se reduce y el paro de larga duración se ceba con la juventud y la población inmigrante, la pobreza y la poca integración se convierten en uno de los ingredientes más peligrosos en la fragmentación social. Según Baverez, el 25% de los magrebíes "viven por debajo del umbral de pobreza (...) Por tanto, no es de extrañar que Francia se haya convertido en una base de reclutamiento privilegiado para el fundamentalismo islámico y las organizaciones terroristas que operan en Europa”. Su diagnóstico -formulado en 2003- se ha visto refrendado por la realidad, en varias ocasiones.

Sobre esa misma tesis volvió Baverez, en 2007: "Los guetos urbanos y la violencia étnica es la cuestión más grave que tiene Francia. El problema de la integración de una Francia divida, fragmentada en muchos guetos al borde de la guerra civil. Un problema comparable al de la reunificación alemana, durante los años noventa del siglo pasado. Francia tiene que preguntarse cómo integrar a 3 millones de franceses que viven en unos 770 guetos suburbanos. Es un problema inmenso, colosal. Se trata de una fragmentación cívica horrorosa", aseguró.

Teniendo en cuenta Argelia como una herida abierta en la sociedad francesa, el debate se complejiza al dejar de manifiesto de qué forma La República no cumplió sus promesas con todos aquellos argelinos que migraron a Francia para trabajar y que terminaron por ocupar los principales suburbios, especialmente a partir de la década de los setenta con los procesos de reagrupación. Ciudades como París, pero especialmente Marsella, son la muestra de la poca integración y la creación de focos de malestar que en lugar de disminuir, acrecientan con el tiempo. La religión, claro, se manifiesta como una variable. La laicidad y el Islam no han dejado de experimentar un proceso difícil de integración.  

Partiendo de ese escenario, Baverez analiza en La France qui tombe cómo al ser incapaz de adaptar sus políticas y estructuras económicas y sociales a los cambios surgidos entre la década de 1970 y 1990, Francia no logró metabolizar los retos sino que se reafirmó en un inmovilismo político y económico, así como intelectual y moral. Justamente por esa razón, el ensayista asegura que "Francia se ha convertido en "el eslabón más débil de Europa", acaso uno especialmente reblandecido en esa larga y herrumbrosa cadena de lo que Europa supone.

Otros autores como el historiador Emmanuel Todd han aportado ideas sobre cómo ese proceso se acelera con la crisis. En Después de la democracia (Gallimard, 2008. Akal, 2010), Todd aborda y analiza cómo aumentan los niveles de violencia en lo que a prácticas ciudadanas supone durante el gobierno de Sarkozy: la segregación urbana; pobreza y paro estructurales; la profundización de la desigualdades económicas, así como complejos fenómenos identitarios en una sociedad multicultural donde el Estado parece incapaz de concretar una integración.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.