Quantcast

Cultura

El Quijote en la España de la reina Letizia... y otros esperpentos de la crisis

Los reyes, hace unas semanas, durante la inuguración de la muestra 'Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016)'

Las efemérides dan para todo y para todos. Un paso al frente entonces para hacerse un hueco en las novedades, así sea a costa de una blasfemia. Ojo, con comillas simples. Porque a alguien, algún lector al uso, esto habrá de parecerle lo más cercano a tal cosa. Cuando se cumplen 400 años de la muerte de uno de los más grandes escritores en lengua castellana: Miguel de Cervantes, hay quien intenta halar la sardina para su brasa, aunque para eso tenga que embutir el Siglo de Oro en un bote de aluminio. Aprovechando el tirón, el sociólogo Amando de Miguel presenta una versión del Quijote en la que el hidalgo aparece en el siglo XXI. Es decir: en plena España actual, la de Doña Letizia. Al menos así lo recoge el título de la novela que ahora publica el sello Stella Maris. ¿Señuelo? Eso que lo digan los lectores. Si llegara a tenerlos, claro.

"La alcaldesa encarga al último descendiente de la familia de Sancho Panza, otro Sancho (sólo que éste es profesor de literatura de instituto) que se ocupe de él"

Todo comienza cuando en un hospital de La Mancha recogen a un indigente casi anciano, de porte digno, que responde al nombre de Alonso Quijano. Ante esta situación que parecería inverosímil de no ser porque el hombre habla con propiedad el castellano de hace cuatro siglos, la alcaldesa encarga al último descendiente de la familia de Sancho Panza, otro Sancho (sólo que éste es profesor de literatura de instituto) que se ocupe de él. “En la locura de este Don Quijote postmoderno” –dicen sus editores- el lector podrá encontrar una lectura para entender el caos de la sociedad actual.

Algo hay de extravagante y cervantino en Amando de Miguel. Él, quien podría decirse que vivió por encima de sus posibilidades –el asunto es mucho peor que eso- hizo un alto en sus intervenciones como sociólogo en la palestra pública para celebrar su propio escrutinio de la biblioteca. Sin cura ni barbero pero escrutinio al fin y al cabo. A sus 77 años, el catedrático ya jubilado tuvo que poner en venta su biblioteca para pagar las deudas contraídas a causa de la enorme casa de Collado Villalba (Madrid) que lo puso en verdaderos aprietos. Trece mil volúmenes. Su urgencia era tal, que llegó a ofrecer una entrevista a un importante medio generalista para conseguirlo. La vendía en 225.000 euros. Sociólogo de cabecera y autor de más de 150 libros, Amado de Miguel prueba ahora con esta versión sui generis del Quijote

El Quijote en la España de la Reina Letizia

Capítulo I
Que explica la sorprendente irrupción de Don Alonso Quijano en su Aldea

En un lugar de la Sagra, de cuyo nombre no puedo olvidarme, pues nací y me criaron en él, ocurrió un extraño suceso, que me urge relatar. Era el último día del curso en el instituto de Esquivias. Aunque vecino del pueblo, no llevaba en el puesto de profesor de Lengua y Literatura más que un par de años. Antes había profesado en el Instituto Alonso Quijano de Alcalá de Henares. El día que digo, un 23 de junio, no se me olvidará, a la hora de la cena recibí una insólita llamada de la alcaldesa, Aurora Mayoral, prima lejana de mi mujer:

—Escucha, Sancho. Me vas a hacer un gran favor.

—Espero que no sea otro pregón de las fiestas. Ya sabes que no se me dan los discursos.

—No estoy para bromas. El tema es urgente y grave. Ya conoces a Paco Barrientos, el director del hospital Tres Culturas de Toledo.

—¿Te ha ocurrido algo grave?

—Déjame hablar. Me dice Paco que la ambulancia ha recogido a un indigente de unos sesenta años. El hombre se encuentra muy débil y en un cierto estado de schock. Pero no parece enfermo ni intoxicado por alcohol o drogas. Paco dice «asintomático». Carece de documentación y habla de una forma rara, como si fuera hispanoamericano o canario.

—¿Lo conocemos?

—Agárrate, Sancho. El viejo dice vivir en Esquivias y llamarse Alonso Quijano.

—¡No jodas! Será una broma.

—No lo parece. La cuestión es que Paco me pide que nos hagamos cargo del viejo hasta ver en qué para la cosa. No es por endosarte el marrón, pero al fin y al cabo tú desciendes de Sancho Panza. Así que te toca acoger al buen hombre. No creo que debamos ir a la Guardia Civil. Bueno, hazme el favor. Sal para las Tres Culturas de mi parte y tráete a don Alonso Quijano. Dile a Teresa que le prepare una habitación y le dé de comer hasta ver en qué para la cosa. Lo más probable es que sea un pobre desgraciado muerto de hambre.

Dicho y hecho. Intrigado por el asunto, me personé en las Tres Culturas de parte de la alcaldesa de Esquivias. Aunque había caído ya la noche, el director y el gerente me esperaban corteses. No fue difícil hacerme cargo del hombre y me lo llevé a casa. Durante el viaje, don Alonso apenas dijo nada. Se encontraba un tanto ido, seguramente por los ansiolíticos que le habían administrado. No creo que se diera cuenta del lugar donde se encontraba. En casa no quiso tomar nada más que un vaso de leche caliente con miel. Apenas pronunció algunas frases para darnos las gracias. Se hallaba confundido, como si tuviera que pensar las palabras. Parecía una persona instruida. Se expresaba de forma pausada. Mi mujer y yo comentamos después que, por su forma de vocalizar las palabras, nos recordaba al papa Francisco. Lo pusimos en la habitación de invitados. Mi mujer le dio un calmante y el hombre se quedó dormido como un bendito en posición fetal. Estuvo sin rebullir bastantes horas. Se despertó en un estado de evidente confusión y pidió de comer. Por fin se presentó. Quiso saber la fecha y el lugar donde se encontraba. (...)

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.