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Cultura

Los huesos de Cervantes no son los únicos extraviados, los de Lope y Velázquez también

Una imagen de las pesquisas para encontrar los restos de cervantes en el convento de Las Trinitarias.

"No vamos a encontrar a Cervantes con su nombre puesto en un ataúd", dijo este martes a la prensa Francisco Etxeberría, el forense que dirigirá la búsqueda de los restos de Cervantes en la iglesia conventual de las Trinitarias de Madrid. El asunto promete ser complicado, pues tendrán que buscar en los 30 nichos de la cripta de la iglesia.

Los huesos de Miguel de Cervantes traen de cabeza a muchos. Nacido en Madrid en 1547, este soldado, poeta, dramaturgo, novelista, y autor de la que se considera la obra cumbre de la literatura española -el ingenioso hidalgo don Quijote de la Macha-, sus huesos llevan años en paradero desconocido. Murió en su casa de Madrid el 22 de abril de 1616 y fue enterrado al día siguiente en el convento de las monjas Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, cuyas sucesivas reformas obligaron a mover su tumba, lo que ocasionó el extravío de sus huesos.

Pero Cervantes no es el único errante. También su contemporáneo y enemigo, Lope de Vega, corrió la misma suerte. Figura de renombre de la literatura del siglo XVII, fue autor de obras como Fuenteovejuna, Peribáñez y el comendador de Ocaña o El castigo sin venganza. Lope murió en 1635, a los 73 años. Fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Madrid a petición de su amigo el duque de Sessa, quien se responsabilizó de los gastos iniciales, ya que su familia no contaba con los medios para proporcionarle unos funerales dignos.

Años después, debido a que ninguno de los descendientes pudo hacerse cargo de la cantidad que debían pagar por el nicho, el dramaturgo fue arrojado a la fosa común de la parroquia.

La vida de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) tampoco fue fácil. Su madre murió cuando él tenía 10 años, y cinco años después murió su padre. Conocido por obras como El alcalde de Zalamea o La vida es sueño, fue ordenado sacerdote en 1651 y tres décadas después falleció en Madrid de un ataque al corazón. Su cuerpo fue depositado en la madrileña iglesia del Salvador.

Sin embargo, no descansaría en ella eternamente. En el siglo XIX sus restos son trasladados a un panteón de hombres ilustres en la capital y poco después vuelven a ser cambiados de lugar, esta vez a la iglesia de un convento, donde permanecen hasta que es asaltada en 1936. Algunos expertos aseguran que en los saqueos desaparecieron los restos del literato. Otros piensan que aún reposa en algún lugar secreto dentro del templo.

El sevillano Diego de Velázquez (1599-1660), autor de lienzos como Las Meninas, La rendición de Breda o Las hilanderas, también ha padecido los entuertos del tiempo y las confusiones de la memoria. Sus restos fueron enterrados en un primer momento en la cripta de la iglesia de San Juan de Madrid. El convento sin embargo fue derribado en el siglo XIX durante la ocupación francesa, y en su lugar se construyó la actual plaza de Ramales. En 1998, un grupo de expertos decidió poner en marcha las obras necesarias para levantar el suelo de la plaza y descubrir si su cuerpo se encontraba en el lugar, pero nunca apareció. Valga decir que en aquel entonces, el Ayuntamiento de Madrid se negó a financiar la búsqueda.

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