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Cultura

Hay Festival Segovia: Sobre los chefs, los Premios Nobel y otras confusiones culturales

Juan Bonilla en su conferencia en la iglesia de San Nicolás en el Hay Festival Segovia.

Cada veinte minutos un camión de bomberos hace sonar su sirena. Acaso por esto de ir apagando fuegos o porque el asunto tiene algo de parque temático, la solución que los organizadores del Hay Festival Segovia idearon para que el público llegara puntual a todas las conferencias es a la vez desconcertante y curiosa; tanto como el programa del evento, a medio camino entre la ortodoxia literaria y el batiburrillo cultural.

Este fin de semana se llevó a cabo la novena edición del capítulo español del Hay Festival -uno de los quince que se desarrolla en los cinco continentes-, un encuentro con la literatura y las artes vinculado al Hay on Wye, creado en Gales hace 25 años y que tiene en la ciudad castellana una de sus sedes desde hace nueve ediciones. En esta ocasión, el evento sacó pecho con nombres de primera, a la vez que añadió –acaso por lo pelos- otros que aseguraban la concurrencia mediática del encuentro.

"El programa del Festival estuvo a mitad de camino entre la ortodoxia literaria y el batiburrillo cultural"

Desde el viernes 26 –la cita culmina este domingo 28 de septiembre-, se desplegó un amplio programa que reunió desde periodistas culturales como Xavi Ayén (La Vanguardia) o Antonio Lucas (El Mundo), pasando por polemistas de oficio como Arcadi Espada y escritores españoles de primerísima línea (su originalidad y calidad certifica el superlativo) como Juan Bonilla o Ignacio Martínez de Pisón hasta las vacas sagradas de la literatura, entre ellas, los Premios Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa y Jean Marie Le Clézio, quienes libraron un (tanto desabrido) mano a mano.

En el elástico programa del encuentro, sin embargo, han encontrado su espacio personajes de otras esferas, acaso más reconocibles por su visibilidad y popularidad, por esto de que es necesario asegurar una cuota de espectáculo: desde la presentadora –ahora tocada por la gracia de la novela- Sandra Barneda hasta Ferran Adrià, quien camina a sus anchas como un pope vanguardista que igual se deja aclamar en Documenta o ARCO como escribe un libro de recetas, acude a la final de MasterChef, se hace dibujante o habla de la creatividad como cajón de sastre para la romería cultural.

Los escritores primero

La jornada del sábado 27 del Hay Festival Segovia destacó por una –a ratos magnífica-  irregular selección de figuras. El escritor Ignacio Martínez de Pisón sostuvo con Ana Gavín –editora de Francisco Umbral- una charla sobre La buena reputación (Seix Barral), la más reciente novela del autor aragonés.

El encuentro dio para mucho. Martínez de Pisón, elegante y sobrio pero certero y lúcido, se sirvió de la inteligente conversación de Gavín para hacer un repaso por su obra narrativa y ofrecer algunas claves sobre la armadura que sostiene el inmenso edificio de sus historias: la familia y el arraigo.

Apenas 45 minutos después –y a la misma hora en que Arcadi Espada conversaba con Alfonso Armada y Elvira Lindo con Ángeles González-Sinde-, el escritor Juan Bonilla sostuvo una charla con Carlos Granés sobre Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral), una novela basada en la figura del poeta futurista ruso Vladimir Maiakovski que este año se alzó con la primera edición del Premio Bienal Mario Vargas Llosa.

"Cuando los catedráticos me preguntaron qué futuristas italianos estudiaría, recité la alineación del Milan"

Vestido con una sobria americana y  unas zapatillas azules de cordones blancos -¿usan los poetas deportivas?-, Bonilla hizo lo que sabe: deslumbrar con intervenciones ácidas e inteligentes; palabras que, sin ser pretenciosas, se esparcen con la dosis justa de ironía y  lucidez. Al hablar del origen de su novela y de las vanguardias futuristas como campo de trabajo que derivaría en Maiakovski, Bonilla refirió una anécdota hilarante, mordaz.

Mientras cumplía con una beca de creación literaria en Roma, Juan Bonilla partió –en un comienzo remoto- de los principales nombres del futurismo italiano, un campo desconocido incluso por los propios escritores, y que tomó forma final, sin embargo, en las estepas rusas de Maiakovski. Aun así, el latiguillo dio para mucho: "En Roma, cuando los catedráticos me preguntaron qué futuristas italianos estudiaría, recité la alineación del Milan. Nadie se dio cuenta, lo que quiere decir que muy poca gente conoce a los poetas futuristas".

De Nobel a Nobel, genios aburridos 

No parecía Mario Vargas Llosa del todo cómodo. Un gesto quedo; la mueca de quien juega con la lengua porque se aburre; las respuestas –las mismas de siempre- correctas aunque poco enfáticas. Así lucía el Premio Nobel peruano en su conversación con el también Nobel Jean Marie Lé Clézio, con quien compartió un mano a mano literario.

Moderado por el escritor Carlos Granés –cuya estupenda intervención consiguió tender puentes entre ambos novelistas-, el diálogo discurrió sobre elementos comunes y a la vez antagónicos: la oposición de continentes entre el siempre europeo Vargas Llosa y el Le Clézio entusiasta por Centroamérica y México; la figura del padre recuperado como revulsivo literario; el papel de la oralidad y la mina telúrica de América Latina como cantera narrativa…

"Siempre tuve esa angustia –dijo Vargas Llosa- no paraba de repetirme: si no salgo de Perú, jamás seré escritor".

Fue un diálogo interesante –aunque un tanto forzado, a pesar del afectuoso Don Mario que dirigía el francés al peruano- en el que Le Clézio ofreció frases gramaticalmente delirantes y, acaso justamente por eso, de una belleza fulminante. Le Clézio, como Vargas Llosa, inició su relación con la literatura a partir del miedo que produjo en él la figura del padre severo. Y lo que parecía un escape se convirtió en un don. “Cada vez que tengo miedo, escribo. A diferencia de los demás, la página en blanco no me paraliza, me libera”, dijo.

Más enfocado en trazar una ruta de su vocación, Vargas Llosa colocó el énfasis en sus años parisinos, aquellos días en los que escribió la que puede que sea su novela más brillante: La casa verde. Sobre aquella época –hoy demasiado lejana-, el autor de La ciudad y los perros apuntó una frase a su manera esclarecedora, un tanto canónica, muy propia de la generación literaria que veía en la metrópoli europea su experiencia iniciática. “Siempre tuve esa angustia –dijo Vargas Llosa- no paraba de repetirme: si no salgo de Perú, jamás seré escritor”.

Marías, el bombero; Adrià, el pope

Justo antes del encuentro entre Le Clézio y Vargas Llosa, el aula magna de la Real IE-Univerity, donde se celebró la conferencia,  fue ocupada por el chef Ferran Adrià, quien conversó con el periodista de El País, Jesús Ruiz Mantilla, acerca de su peregrinación creativa, esa que le ha llevado de los fogones del Bulli –esferificaciones de por medio- al ejercicio casi militante de la innovación como mantra.

Escoltado por una ligera nube de agua, el novelista Javier Marías llegó al campus de la IE University a bordo del camión de bomberos que conducía de un lado a otro a participantes y público. Marías conversó con Paul Ingendaay, corresponsal de cultura para el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, acerca de Así comienza lo malo, su más reciente novela, ambientada en el Madrid de 1980 y en la que habla sobre el deseo, el perdón y la impunidad.

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