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Cultura

Alejandro Palomas: cuando el perro es lo de menos

Una imagen de la portada de 'Un perro', publicado por Destino.

Esta novela va a doler. Habría que estar en blanco para no encontrar en sus páginas una emoción, una sola, que no hable de nosotros. Da igual que quien la lea tenga o no mascota, que ame o no los perros. Porque ésta no es sólo la historia de un perro. Es el retrato de una familia y los pequeños saqueos vitales que ha tenido que afrontar cada uno de sus integrantes; la familia como una balsa en la que viajan quienes siguen vivos.

Se trata de Un perro, novela con la que el narrador Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) da continuidad a Una madre. Así como en aquella contaba la historia Amalia, una mujer de 65 años, divorciada y madre de tres hijos, ésta cuenta la vida de uno de ellos, la de Fer. Este supone el segundo libro de una un proyecto ambicioso que Palomas arma de a poco, con piezas aparentemente sueltas que pertenecen a un universo sinfónico. El catalizador de todo cuando ocurre en Un perro es Rulfo –R, a secas, durante casi toda la novela-, un Golden retriever que la anárquica y desordenada Amalia regala a su hijo. Instalado en la treintena, Fer está atascado en un pozo profundo. Acaba de abandonarlo su pareja –es homosexual- e intenta sobreponerse de la muerte de Max, su anterior mascota. Se siente abandonado por todos: su padre, su marido… Sentado en una cafetería frente a su anciana madre, Fer intenta disimular lo que ocurre mientras espera una llamada telefónica.

Esta novela va a doler. Habría que estar en blanco para no encontrar en sus páginas una emoción, una sola, que no hable de nosotros

La novela ocurre en el transcurso de una noche de verano, una sola que contiene todas las que han vivido juntos Amalia y sus hijos. Fer y sus hermanas Emma y Silvia ven con angustia cómo la vejez de Amalia precipita los olvidos, la desmemoria, el desorden, las demasiadas caídas, la falta de orden…. Y es tal el miedo de que algo le ocurra, que comienzan a vivir el envejecimiento de su madre como un agravio.

Amalia, la protagonista de Una madre, sigue revelándose ante el lector como una mujer fascinante, vital y llena de ternura, pero no por ello menos compleja. Amalia ha conseguido dejar atrás a un marido manipulador que le lanzaba culpas injustificadas, le regalaba enfados desmesurados y críticas constantes. Por eso siempre rehúye el conflicto y prefiere callar antes que dar la respuesta incorrecta. Y parece que ninguna jamás es la acertada. Nunca.

Consternados por la posibilidad de una enfermedad, los hijos hacen pasar a Amalia por una agotadora ronda de pruebas que arrojan una sola conclusión: El cerebro de Amaia no tenía ningún problema. “Vuestra madre no retiene porque no se implica. Es como si solo tuviera capacidad de retención para aquello que realmente le importa y cada vez le importan menos cosas, porque tiene la sensación de que no es necesaria y, al no sentirse necesaria, no se activa. Está, pero no tiene que actuar porque no hay nada que la requiera. De ahí la sensación de desmemoria”, dicen los médicos a los consternados hijos.

"Vuestra madre no retiene porque no se implica. Es como si solo tuviera capacidad de retención para aquello que realmente le importa y cada vez le importan menos cosas"

Este libro va a doler; bellamente, pero lo hará. Está arrancado del lugar del alma donde las cosas importan, porque realmente existen. Un perro es la historia de una espera de horas, días y años en familia. Alejandro Palomas –su autor- está impreso en esta novela, o ella en él. Palomas adora a su madre, detesta el maltrato animal y escribe con su fiel Rulfo, otro Golden retriever, a sus  pies. Le gustan las frases redondas, Virginia Woolf, Michael Cunnigham y los conflictos familiares, un tema de largo recorrido en su obra.

Filólogo, escritor, traductor. Palomas es autor de El tiempo del corazón (Nuevo Talento FNAC 2002), El secreto de los Hoffman (2008, llevada al teatro un año después), El tiempo que nos une (2011), El alma del mundo (finalista del Premio Primavera de Novela 2011) y Agua cerrada (2012). En 2015 publicó Un hijo y, un año antes, Una madre, publicada por Siruela, donde aparecen los personajes que ahora retoma en Un perro.

-En esta novela el perro es lo de menos. Aquí hay una inmensa historia de soledad.

-Utilizo a Rulfo como elemento neurálgico donde coinciden todos los personajes. La mejor excusa era el perro. Ya pasó con Una madre, de hecho, ambos libros tienen una estructura muy similar. MiI intención es un proyecto más grande: ir mirando los distintos momentos de una familia a lo largo del tiempo. Una madre cubre un momento, Un perro otro. Quiero ahondar en su historia y por qué los miembros de esta familia son como son.

-El tema conflicto es la relación de los hijos con la madre anciana. Fer y sus hermanas viven agobiados por su necesidad de cuidar a quien no se deja cuidar.

-Y lo que es peor, terminan convirtiéndose en la madre de tu madre. Ocurre siempre que los hijos empiezan a vigilar y cuidar. Terminan convirtiéndose en papás de sus padres. Es ahí cuando las cosas se complican. Porque para los hijos es mucho más difícil de aceptar e intentan rebelarse contra eso una y otra vez.

"Utilizo a Rulfo como elemento neurálgico donde coinciden todos los personajes. La mejor excusa era el perro. Ya pasó con Una madre, de hecho, ambos libros tienen una estructura muy similar"

-Ya, pero la incapacidad para gestionar ese conflicto hace que la relación termine por ser agresiva, incluso hiriente.

-Es lógico, porque en realidad lo que estos hijos están diciendo es: No me dejes. Este proceso en el que Amalia empieza a flaquear genera tal terror porque ese deterioro, a ojos de los hijos, puede ser comienzo de la muerte. Ninguno de los tres es capaz de asumir eso. Y se rebelan.

-La novela se compone sobre una anécdota mínima que termina haciéndose universal. Por eso, insisto: que R viva o muera es lo menos importante.

- Me interesa la pérdida y la forma en que sumamos ausencias. La base de todo es el cariño, si son pocos. Ellos 4 en la familia. Pero han pasado por las mismas situaciones. La pérdida es un algo que forma parte de ellos: la pérdida del padre, del esposo, de la pareja; la pérdida de la estabilidad, de la infancia idílica…

-Como dice Martínez de Pisón: en las familias los agravios no prescriben. Sin embargo, Un perro no llega a ser una novela de recriminaciones, al contrario: el tema central de cómo permanecen unidos.

-Es difícil encontrar historias que se basen en la familia en la que no existan muchas aristas complicadas. A mí no es algo que me atraiga mucho, prefiero las aristas personales trabajadas en el conjunto. Estos personajes fuera de la familia no se manejan muy bien, excepto Amalia, quien preferiría que no la molestaran. A los otros tres en cambio en cuanto los dejan solos se vuelven un desastre

-Cuando sus hijos llevan Amalia al médico por su desmemoria, los hijos incapaces de entender lo más hermoso y más dramático del libro: el olvido como una fase de quien ya no se siente necesario.

-Amalia es una mujer de casi setenta años. Me gusta ese tipo de personajes. Son muy ricos. Han vivido mucho y eso los hace generosos. Las aristas que tienen ya lo traen desde mucho antes. Por eso la gente mayor hace lo que Amalia: registra y recuerda lo que realmente importa y realmente le interesa. Esta falta de memoria, que en realidad es elegida, los tres hijos de Amalia la viven como una agresión. Exigen a su madre que esté cuerda, que esté bien, que no se vaya. Viven sus olvidos como una afrenta personal.

"Esta falta de memoria, que en realidad es elegida, los tres hijos de Amalia la viven como una agresión. Exigen a su madre que esté cuerda, que esté bien, que no se vaya"

-La gente tiene que amores exagerados por sus mascotas, suelen ser poco empáticos con los seres humanos. Fer tiene mucho de eso.

-Le ocurre al común de las personas que tiene perro. En el caso de Fer, se proyecta de tal manera sobre R, que termina sintiéndose que es él. Si al perro le pasa a algo lo vive como si le pasara a él. Él sufre por R porque sufre por él mismo. No es una relación sana. Está solo y lo proyecta todo en el perro, porque en el fondo sólo se tienen el uno al otro. Y se entienden bien por eso. Es como una pareja en la que uno no habla.

-R. sólo pasa a llamarse Rulfo al ocurrir cuando hay un peligro real para el perro. Hasta entonces no. ¿Nombrar (como narrar) confiere existencia?

-Hay una autora norteamericana Sarah Jude que entiende que para poseer hay que nombrar. Hay que ponerle un nombre a las cosas y escucharse colocando ese nombre. Porque lo estás reconociendo, le estás dando un lugar en el mundo. Durante la novela R. representa la negación de un compromiso, la idea de Fer de que sentirá dolor si lo vuelven a dejar hasta que ve está a punto de perderlo y decide darle nombre. Es la señal que da Fer al mundo el anuncio de que apostará por algo.

-El universo familiar es un asunto doméstico, pequeño. Sin embargo, los países se comportan como las familias. Si España fuera la familia de Fer, ¿qué necesitaría? ¿Un R?

-Lo tenemos en este momento. Cataluña sería Rulfo: ese revulsivo, aquello que de repente se va. Nadie de lo espera. Y justamente por eso hace que el resto reaccione y comience a mover todas las energías para que eso no ocurra. Se crea una alarma, porque hay un peligro de ausencia, que es Cataluña.

-Para quienes han leído Una madre, ¿qué encontrarán en Un perro?

-Se va a encontrar un momento distinto en la vida de esta familia, aunque no hay nada muy distinto. Porque es el mismo núcleo, los mismos personajes. Es una puesta al día de cómo ha evolucionado esta familia. Cada uno trata de emociones diferentes, pero son ellos.

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