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Cultura

La segunda parte de los diarios de Susan Sontag, entre las novedades del 2014

Fue una de las intelectuales norteamericanas más comprometidas.

Si el primer volumen de los diarios de Susan Sontag (1933-2004) situaba al lector en la adolescencia y juventud de la autora, esta nueva entrega, La conciencia uncida a la carne (Mondadori), editada y prologada por su hijo David Rieff, se centra desde 1964 hasta 1980, los años de madurez de Sontag, una de las intelectuales esenciales para entender el pensamiento en Norteamérica durante la década de los sesenta. Es justamente en los años que incluye este volumen el momento en el que Sontag escribió algunas de sus mejores obras y en los que ejerció con mayor brillantez como periodista y crítica.

Susan Sontag, quien inició su carrera literaria en 1963 con la publicación de la novela El benefactor, se hizo con el reconocimiento internacional a partir de sus ensayos reunidos en Contra la interpretación (1966), título que la consolidó como una de las máximas figuras de los movimientos intelectuales de su época.

Descrito por sus editores como un libro que deja al descubierto a una escritora de pura raza, en las páginas de La conciencia uncida a la carne es posible ver cómo Sontang tiene que lidiar con los tumultuosos acontecimientos de su tiempo a la vez que se esfuerza en desarrollar su propia voz narrativa. Hay, sí, una dimensión pública pero también otra más personal.

En La conciencia uncida, el lector consigue las listas de autores y películas que leía o quería leer que consiguen trazar la trayectoria de su vida creativa. También conmovedores pasajes en los que se pone de manifiesto su vulnerabilidad e inseguridad, así como sus viajes, entre ellos a Hanoi -en el punto álgido de la guerra de Vietnam- y a Suecia para rodar largometrajes.

Reconocida en 2003 con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Susan Sontag murió de cáncer a los 75 años, luchó con igual fuerza por una literatura propia –retrata en El amante del volcán o En América– como desarrolló una labor crítica: acusó la pasividad de los intelectuales ante el autoritarismo o la guerra de Bosnia –donde estrenó incluso un montaje de Esperando a Godot-.

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