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Cultura

La Academia que eligió a Cebrián casi rechaza a Benito Pérez Galdós y Azorín

Una imagen de la fachada de la Real Academia Española.

Tres siglos dan para mucho. Desde su fundación en 1713 por Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, hasta el ingreso más reciente de personajes como Juan Luis Cebrián o Arturo Pérez Reverte, son muchas las anécdotas y episodios que han tenido lugar en la Real Academia Española de la Lengua. No todos han sido memorables, la verdad sea dicha.

Hubo desacuerdos y polémicas, bastantes: desde el enfado e indignación de Zorrilla ante la sola posibilidad de que una mujer pudiera ocupar un sillón o también las muchas zancadillas que debieron afrontar Benito Pérez Galdós y Azorín antes de ser aceptados. Son estos parte de los recuerdos que Víctor García de la Concha relata en su libro La Real Academia Española. Vida e historia, publicado por Espasa.

Sillón C desde 1991, el actual director del Instituto Cervantes lo fue también de la RAE durante 12 años; estuvo al frente de la institución desde 1998 hasta 2010. Aunque en un comienzo García de la Concha aspiraba a ceñirse a la historia de los ocho tertulianos originales que se reunieron en el siglo XVIII, el asunto se convirtió en un recorrido de casi 300 páginas en las que el autor rescata anécdotas, cartas inéditas, debates y discusiones.

A los que el sillón se les resistió

En sus tres siglos de historia, la Real Academia Española ha dejado fuera de sus muros a escritores de primera fila y otros han tenido serias dificultades hasta conseguir entrar, como les sucedió a Benito Pérez Galdós, para muchos el mejor novelista español de su época, o a Azorín, representante de la Generación del 98.

En enero de 1889 se votó por primera vez la candidatura de Galdós, pero competía con Francisco Commelerán y salió elegido este catedrático de latín de instituto. Un mes más tarde se produjo otra vacante, pero el autor de Misericordia no lo quiso intentar. Emilia Pardo Bazán, su amiga y amante, le aconsejó en una carta no entrar en una institución de la que lo habían "desalojado ignominiosamente (para ellos). No le toca en la Academia no digo sillón: ni siquiera taburete". En junio los académicos convencieron a Galdós para que se volviera a presentar. Esa vez sí consiguió entrar.

Pero no fue Galdós el único. En 1908, cuando Azorín pretendió ingresar por primera vez en la Academia ya era un reconocido escritor. No lo logró. Cinco años más tarde lo intentó de nuevo, pero la plaza se la dieron a un ministro. Finalmente ingresó en 1924.

La mujer escritora, "un error de la naturaleza"

La primera mujer que consiguió un sillón en la RAE fue Carmen Conde. Lo hizo en 1979. Muchas otras escritoras lo habían intentado antes sin éxito. Entre los dos casos más emblemáticos escogidos por Víctor García de la Concha están los de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Emilia Pardo Bazán. El autor consiguió abundante correspondencia con la cual documentar lo ocurrido.

En la sesión que se celebró para dirimir el ingreso de Gertrudis Gómez de Avellaneda a la Academia, en 1853, "seis académicos dijeron sí y catorce dijeron no". El asunto no eran sus méritos literarios, que no eran pocos; el asunto era más concreto: las mujeres no podían ocupar un sillón. La RAE se lo comunicó en un "escrito señorial" –así dice el autor- en el que le decían que “si no hubiera sido por el obstáculo que suponía ser mujer, ella habría entrado por unanimidad”. Sobre este episodio, García de la Concha incluye no sólo la respuesta de Avellaneda sino también las palabras que Zorrilla le dedicó al asunto y más concretamente a la aspirante: “Un error de la naturaleza (…) un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina”.

Pero las cosas no quedaron allí. Aquello de que "las señoras no pueden formar parte de este Instituto" se lo volvieron a decir en 1912 a esta vez a la novelista, periodista y ensayista Emilia Pardo Bazán, que aspiraba a entrar desde hacía tiempo. Ella mandó a la Academia "una instancia" en la que enumeraba sus méritos y le respondieron con "un escueto oficio". Aunque han pasado más de cien años, la institución padece todavía el silencio femenino, pues aún son pocas las escritoras que ocupan un sillón.

Estructurado en siete capítulos, este ensayo recorre cronológicamente la historia de la RAE desde el período fundacional de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, hasta la dirección de Fernando Lázaro Carreter, que finalizó en 1998. Sobre su etapa de 12 años como director, García de la Concha porta una crónica titulada La construcción de una política panhispánica. El libro incluye también cinco apéndices, entre los que destacan una síntesis histórica ordenada cronológicamente y una relación de las publicaciones de la Real Academia Española.

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