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Cultura

¿Tienen las ciudades biografías? Barcelona, sí

Barcelona es la ciudad iconica por excelencia. Aparece hasta en un capítulo de Los Simpsons.

De Barcelona dijo Don Quijote que era el archivo de la cortesía, el albergue de los extranjeros, el hospital de los pobres, la patria de los valientes, la venganza de los ofendidos y la correspondencia grata de firmes amistades. “Una ciudad única en sitio y belleza”. Mucho más antigua que el Siglo de Oro en el que Cervantes glosó sus atributos, Barcelona todavía fascina y embruja. Lo hace en la versión a granel de la vida, el turismo –en 2013 rompió su récord, más de siete millones de visitantes-, y en esa escala minúscula que se pega a los corazones y los folios.

De Barcelona dijo Cervantes... es el archivo de la cortesía, el albergue de los extranjeros, el hospital de los pobres, la patria de los valientes, la venganza de los ofendidos...

Ya lo decía Ítalo Calvino, las ciudades, como los sueños, están llenas de deseos y miedos. Y ambiciones, e historias, idas y vueltas… La ciudad como personaje, objeto de enamoramientos y ruptura, la ciudad épica y la ciudad discreta. ¿Pueden las ciudades tener una biografía? Todas, sin duda… y ya hay unas cuantas de las que atesoramos bibliotecas enteras. Pero Barcelona saca pecho en estos días con un relato ciclópeo. Se trata de Barcelona. Una biografía (Destino), del periodista e historiador Enric Calpena.

Desde la ‘Barcina romana’ hasta la ciudad nueva con Villa Olímpica. Porque los siglos no son “calderilla”, como escribe Calpena. Así, el autor dedica una enjundiosa y demorada panorámica a una metrópoli compleja. Desde el general Aníbal, que en el 219. AC atraviesa Cataluña con sus elefantes, hasta el Picasso de Las señoritas de Avignon. Sin esconder sus defectos, sin escatimar sus virtudes, Calpena propone una visión casi enciclopédica, pero a la vez cercana, amena. La ciudad de la muralla, su crisis de crecimiento en el siglo XV, la Barcelona de los negocios en pleno siglo XVII hasta su construcción como metrópoli europea en el siglo XIX.

A veces agraviada en el tópico, incomprendida en la lógica del souvenir -Los Simpsons le dedicó en 2013 un confuso episodio-, Barcelona pide de quien la visita atención y memoria. Atención para percibir lo que permanece oculto en la estampa colorida y memoria para entender de dónde viene su personalidad arenosa y completa. 

Porque algo bulle en Barcelona, además del mar. Un magnetismo que la empuja a cambiar, desde las huelgas obreras de 1855 hasta el lento proceso de reconversión modernista. No todo son rosas, claro. Calpena se arremanga y da una visión del –hoy- tan polémico catalanismo. Lo cuenta en los últimos capítulos: “El catalanismo, que ya había superado la fase puramente folclórica también quería tener una representación”, se refiere a la representación política, pero también a una voluntad de transparentar a una ciudad que vivía conflictos políticos profundos a la vez que se edificaba a sí misma cual paradigma moderno".

El papel de vía Laietana como proyecto urbano hasta la Barcelona entera pensada como cuna de la modernidad. La ciudad que se muda de la rambla del XIX hasta la cuadrícula del Eixample. “La ciudad de la ruina arqueológica, del permanente guiso de lago: el cine, la arquitectura, la literatura. Aristócrata, sí . Pero también campo de contradicciones y complejidades. Barcelona es una ciudad con alma propia, un alma que nace de una historia diversa y conflictiva, de una historia profundamente humana. Unos escenarios tan diferentes no han surgido de la nada. Desde hace más de dos mil años, Barcelona se ha ido configurando y transformando hasta convertirse en lo que es en la actualidad. Hay un hilo invisible pero fuerte que hermana a los barceloneses del siglo XXI con los barceloneses de todas las épocas. Barcino, Barchinona, Barshiluna, Barcelona, siempre ha sido la misma ciudad”, escribe Calpena.

Tender puentes hacia el pasado y el presente. Sin hacer la vista gorda, pero tampoco como reivindicación de nada ni de nadie excepto la propia ciudad. Barcelona, una biografía… título falible -cuál no lo es- pero de amable lectura. Dos mil años, setecientas páginas, el lugar al que van a encontrarse las razones por las cuales, todavía hoy, hay en ella embrujo e imantación. Recordar que la historia corrige al presente, o al menos le quita urgencia a lo que lleva años explicándose.

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