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Cultura

Ni Hitler fue tan generoso ni Franco tan listo: fue pura suerte que su mayor acreedor perdiera la guerra

'La sombra de Hitler' analiza cuáles fueron los intereses económicos de Alemania para apoyar a Franco en la Guerra Civil.

Que Franco haya parado en seco al Führer para mantenerse neutral en la Segunda Guerra Mundial es un mito, tanto como el hecho de que la intervención de Alemania en la contienda española fuese un asunto estrictamente militar. Esa es una de las tesis que el economista e historiador Pierpaolo Barbieri defiende en La sombra de Hitler: El imperio económico nazi y la Guerra Civil española (Taurus), un ensayo histórico que describe la concepción económica y política de imperio del Tercer Reich impulsada por Hjalmar Schacht, el jefe de las finanzas en la Alemania nazi, alguien que tenía muy claro que era más eficaz –y más barato- dominar las economías de los países y no sus territorios.

“Hitler decide intervenir en España como algo geoestratégico pero termina convirtiéndose en un proyecto colonial. Franco tuvo mucha fortuna: su gran acreedor fue destruido”

“Hitler decide intervenir en España como algo geoestratégico pero termina convirtiéndose en un proyecto colonial. La estrategia iba dirigida hacia una penetración económica para que empresas españolas beneficiaran a largo plazo a Alemania”, explica en su visita a Madrid Pierpaolo Barbieri, quien invirtió cinco años de investigación en distintos archivos en Estados Unidos, España y Alemania. El verdadero propósito alemán -asegura el autor- se convirtió en la instauración de un monopolio del movimiento económico español a través de dos empresas para conseguir que la intervención en la Guerra Civil se convirtiera en una inversión a futuro. Todo parecía un plan perfecto siempre y cuando, por supuesto, Alemania ganara la guerra. Y no fue así.

"El franquismo construyó el mito de que Franco paró a Hitler. Ese mito sirvió para tratar de minimizar los lazos entre Franco y el nazismo. En realidad Franco tuvo mucha fortuna: su gran acreedor fue destruido. Esa fue su suerte: que aquel que lo había llevado al poder y tenía una hegemonía absoluta en España fue destruido”, explica el economista e historiador, quien además agrega un detalle adicional, en absoluto accesorio. "De cara a una guerra en la que construiría el imperio formal, Hitler tuvo que elegir entre una España pobre después de tres años de guerra y la Francia de Vichy. Entre ambas, pues eligió a Vichy”.

Tocar a la puerta del Führer

Cuando estalló la Guerra Civil española, en julio de 1936, Hitler ya no era el exaltado orador que había irrumpido tres años antes en la Cancillería de Hindenburg. Ya no era un dictador en ciernes, sino uno en pleno ejercicio de su poder. Había conseguido el rearme de Renania y completado una hoja de ruta que afianzaba los éxitos en política exterior y echaba por tierra las limitaciones expansionistas y militares impuestas por el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué decidió entonces prestar su apoyo al bando insurrecto en la contienda de un país arruinado?

Para Schacht, el jefe de Finanzas Nazi, era más barato y más efectivo controlar las economías de los países, no sus territorios. Ese es el proyecto que se concreta en España

El motor detrás de esa idea era Hjalmar Schacht, el jefe de las finanzas en la Alemania nazi, figura de la que parte Barbieri para explicar la superposición de dos modelos de imperio concebidos durante el Tercer Reich: uno informal -económico-, el de Schacht; y otro formal, de caracter militar, ideológico y político, que terminó concretándose en el ascenso de Hermann Göering en el cuadro de poder nazi.

"En el libro trato de explicar las dos ideas de imperio que existían en el gabinete alemán. Una, el imperio informal, la propone Schacht. Para él, controlar países con tropas y plantar la bandera en sus territorios era caro e inestable. Era más fácil dominar su economía. Ese es el proyecto que se concreta en España”. La otra corriente señalada por Barbieri, que es la que termina imponiéndose, fue defendida por Göering, la némesis de Schacht. "Según esa concepción, por tener un déficit de espacio, Alemania nunca podría ser competitiva económicamente como Inglaterra. Por esa razón debía convertirse en un imperio formal. Cuando Hitler llega al poder, en 1933, el camino hacia Auschwitz no estaba del todo determinado y se plantean estas dos opciones", acota el economista.

A través de una narración profusa en detalles históricos –que enriquecen y demoran gustosamente la lectura-, Pierpaolo Barbieri relata las dos grandes sendas históricas que marcan a ambos países: la depauperación de España desde su dominio como potencia europea en los siglos XVI y XVII hasta su empobrecimiento en el siglo XX y la opulencia política e industrial alemana aplastada por el Tratado de Versalles tras la derrota en la Primera Guerra Mundial.

“Lo más irónico es que España era demasiado pobre incluso para pelear una guerra civil. Los españoles se matan entre primos con armas de extranjeros”

Ambos caminos encuentran un punto de unión, que es donde reside la propuesta más jugosa del ensayo. "Alemania busca al nazismo como una respuesta nacionalista a la humillación del Tratado de Versalles. España, en cambio, arrastra un conflicto interno que se dirime en una Guerra Civil… Lo más irónico es que, como decía Hugh Thomas, España era demasiado pobre incluso para pelear una Guerra Civil. Los españoles se matan entre primos con armas de extranjeros”.

Y el Führer, inspirado por Wagner, accedió

En el verano de 1936, el Führer se encontraba en el Festival de Bayreuth para disfrutar la puesta en escena anual de las obras de Richard Wagner, una ocasión que nunca se perdía. "A última hora de esa noche, que solía ser su momento más productivo, Hitler estaba lleno de energía y dispuesto a hablar de política internacional". Tal y como cuenta Barbieri, el Führer revisó entonces con su gabinete un informe de la embajada alemana en Madrid, en la que el bando sublevado exponía la necesidad de diez aviones. Era, sin duda, el aperitivo que servía la mesa para una alianza entre los nacionales y el Tercer Reich. La petición iba reforzada con varios argumentos, entre ellos la inconveniencia de una victoria republicana en España, dada la alianza soviética que sostenían los republicanos.

“Hitler le da todo a Franco y al comienzo no pide nada a cambio. Sabe que es una guerra larga y que tiene que sacar provecho a largo plazo”

Hitler ordenó enviar a Franco más material del que había pedido originalmente: veinte aviones de transporte Junkers Ju 52, seis aviones de combate Heinkel He 51S, artillería y más. Los suministros irían acompañados de pilotos, mecánicos e incluso de una unidad médica. "La decisión wagneriana de Hitler no solo dio comienzo a su primera aventura militar en el extranjero sino que desafió de manera directa el deseo anglo-francés de construir una nueva paz europea", cuenta Barbieri en el libro.

Aquel fue el comienzo del imperio informal mediante el cual los nazis aportaban a Franco el armamento, a cambio de controlar recursos "clave", entre ellos materias primas, con las cuales alimentar su industria y ensanchar su capacidad de crecimiento. El pacto permitiría a los alemanes explotar estructuras de las que ya había comenzado a echar mano, muchas de ellas localizadas -paradójicamente- en Marruecos, la última colonia española.

"Hitler le da todo a Franco y al comienzo no pide nada a cambio. Sabe que es una guerra larga y que tiene que sacar provecho a largo plazo”, explica Barbieri. "Los alemanes no llegan a compensar todo lo que mandan a España, pero no se trataba de obtener un pago en el momento, sino una inversión a futuro. Los alemanes no querían el hierro que compensara el tanque, ellos querían la empresa que producía ese hierro. Es por eso que el monopolio se reconvierte. Buscan poseer ciertas industrias clave. Al ser dueños de las empresas españolas, decidirían con qué países comerciar. Buscarían lo provechoso para Alemania... con empresas españolas”. El círculo, sin duda, era perfecto: un dominio duradero y fiable.

Un dato pone de manifiesto la pronta, aunque residual ganancia de aquel apoyo. "Antes de la Guerra Civil, en 1935, todo el comercio de España ocurre con Francia e Inglaterra. Justo después del pacto con Alemania el viraje es inmediato. Si había que comprar algo, dijo Franco, tenían que comprárselo a su sponsor: los alemanes. Esa es una forma de poder hegemónico”. El curso de la historia y la deriva nazi en la construcción de un imperio formal -conquistado a sangre y fuego- fue el lento desagüe de una guerra que terminó por desangrar al Tercer Reich. Franco, en cambio, quedó vivito y coleando.

Cinco años de investigación

Pierpaolo Barbieri estudió en la Universidad de Harvard, donde desarrolló una línea de análisis con el apoyo del Weatherhead Center for International Studies, el Center for European Studies y el Real Colegio Complutense. Durante ese tiempo realizó parte de la investigación que daría origen a La sombra de Hitler: El imperio económico nazi y la Guerra Civil españolaSe graduó cum laude y recibió el Premio Thomas T. Hoopes. Más tarde, Pierpaolo fue Lt. Charles Henry Fiske III Harvard-Cambridge en el Trinity College, Universidad de Cambridge, donde obtuvo una Maestría en Filosofía en Historia Económica y Social y fue becario de investigación en el Centro para la Historia y la Economía.

A pesar de su juventud -no ha cumplido todavía los 30-, es consejero del Institute for New Economic Thinking (INET) y el Centro Berggruen para el Futuro de Europa. Pierpaolo ha trabajado para Goldman Sachs y Soros Fund Management, y sus escritos han aparecido, entre otros, en el Financial Times, The Wall Street Journal, La Nación, La Nueva República y El País, donde tiene una columna fija. Es director ejecutivo de Greenmantle, una consultora en temas macroeconómicos y geopolíticos.

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