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Cultura

Moisés Naím: "El poder ya no es lo que era. Tal y como lo conocíamos, llegó a su fin"

El columnista y analista Moisés Naim fue director ejecutivo del Banco Mundial. En 2011 fue reconocido con el Premio Ortega y Gasset de periodismo.

Presidentes acorralados por sus parlamentos, papas que renuncian, compañías que se hunden, gobiernos incapaces, ciudadanos en la calle. "Hoy, el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder", dice Moisés Naím. ¿Se trata, acaso, de una tesis optimista? ¿Qué debería hacernos pensar que los poderosos son más débiles?

En su más reciente ensayo, El fin del poder, elegido por The Washington Post uno de los libros del año, traducido ahora al español y publicado en España por Debate, el analista y columnista Moisés Naím, autor de más de diez libros sobre economía y política internacional, describe una serie de procesos que erosionan las antiguas barreras del tablero de juego. ¿A cuáles se refiere?

Según Naím son tres. La revolución del más: cada día somos más habitantes, vivimos más años, en una economía más grande, con más tecnología, más clase media y mayor bienestar material; la Revolución de la movilidad: todo viaja… las ideas, el dinero, la gente, los productos, los servicios, las crisis o las pandemias y, finalmente, la Revolución de la mentalidad: los valores, las expectativas, las aspiraciones y el control del poder que hasta entonces otros ejercían han cambiado.

¿Es posible afirmar esto en Europa, por ejemplo, donde la clase media se contrae y los Estados fagocitan? ¿Acaso en China o Rusia? ¿En una América Latina más próspera pero todavía desigual? ¿El hecho de que los poderosos se debiliten fortalece a los ciudadanos? ¿Habla Naím del fin de las élites? No necesariamente. Sin embargo, al leer las páginas de este ensayo las preguntas saltan como alarmas.

Venezolano, ex ministro de Comercio e Industria durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez –una de las épocas más complejas y dramáticas signada por un estallido social, dos intentos de golpes de Estado y un gobierno interino-; director ejecutivo del Banco Mundial desde 1990 hasta 1992 –la década de los ajustes que azotaron a América Latina- y director por 14 años de la revista Foreign Policy, Naím es actualmente Senior Associate en el departamento de economía internacional del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, una organización privada, sin fines de lucro, que desde 1910 se dedica a fomentar la cooperación entre las naciones y la implicación de los Estados Unidos en la política internacional.

"Hoy, el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder"

De visita en España para presentar El fin del poder y participar en una conferencia en la Fundación Rafael del Pino, el ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2011, responde con una tranquilidad que levanta recelo, suspicacias, escepticismo. Sin embargo, en su conversación como en las páginas de su libro, una idea queda clara: el poder ya no es lo que era. El propósito es demostrarlo.

-El poder se debilita. Es más fácil de adquirir; también más fácil de perder, dice usted. La realidad sin embargo le lleva la contraria. ¿De cuál poder estamos hablando?

-Del fin del poder tal y como lo conocíamos hasta ahora. No hay duda de que hay grupos que continúan concentrándolo y ejerciéndolo. Sería tonto negarlo. El presidente de los Estados Unidos, Google, Goldman Sachs, el Vaticano, Angela Merkel… todos ellos existen y son muy poderosos. Lo que trato de demostrar en este libro, es que ese poder tiene hoy más restricciones.

-Esas palabras dichas en la Europa actual, donde la clase media está contraída frente a unas élites más fuertes , son casi una provocación.

-Piense en el poder de Hollande o el de Rajoy y compárelo con el que tuvieron sus predecesores. Incluso Putin es poderoso, pero mucho menos. Hoy enfrenta rebeliones callejeras, a una clase media nueva que tiene apetencias y exigencias, y que no existía cuando llegó al gobierno.

"Putin es poderoso, pero mucho menos. Hoy enfrenta rebeliones callejeras, a una clase media nueva que no existía"

-Habla de nuevos actores, de micro poderes: hackers, activistas, ONG’s. Pero pensemos, por ejemplo, en Assange.

-¿Qué ocurre con este tema? Las revelaciones de Assange, y también las de Manning o Snowden le dieron un golpe mortal a la hipocresía. Todos los gobiernos hacen cosas en público que contradicen realmente sus conductas privadas.

-Sí, pero Assange terminó siéndole útil a Rafael Correa, que mientras le protegía planteaba una ley restrictiva de la libertad de prensa de su país.

-Sí, he escrito al respecto. Uno de los problemas que tuvo Correa es que su entusiasmo por apoyar a Assange contradecía la conducta abusiva y autocrática que utilizó para reprimir a la prensa en su propio país. Una cosa sí es clara: con la información que han filtrado todos ellos es más difícil para los países mantener las fachadas de hipocresía que tenían.

Los poderosos: de JP Morgan a la Primavera Árabe

-Dice usted que las petroleras, los bancos o los medios como sectores se han debilitado ante nuevos actores: hedge funds, compañías independientes, estatales. ¿Y la concentración empresarial?

-Existe, sí. Pero si escarba en ella, verá que los ejecutivos de las 2.500 empresas más importantes del mundo tienen una tasa alta de rotación. Son despedidos con una velocidad sin precedentes. La probabilidad de que estas empresas tengan un accidente de reputación que disminuya su valor ha pasado del 20% al 85%. JP Morgan está sometido hoy a las multas más grandes. Bob Diamond, de Barclays, fue despedido. Goldman Sachs tiene uno de sus directores presos. Claro que son grupos financieros poderosos pero tienen que enfrentar a gobiernos, reguladores, activistas, periodistas, sociedad civil…

"Claro que los grupos financieros son poderosos pero tienen que enfrentar a gobiernos, reguladores, activistas, periodistas, sociedad civil…"

-Ese escrutinio no era tal hasta la crisis financiera del 2008.

-La sociedad ha reaccionado ante un sector financiero agigantado y cuyos errores han causado un enorme sufrimiento humano. La gente no quiere que esto vuelva a ocurrir y por eso claman ante los entes reguladores y los políticos que le pongan límite a ese poder.

-La gente, la sociedad, los indignados, movimientos ciudadanos. ¿Realmente cree que han incidido en algo?

-Pregúntele a Gadafi, a Assad o al señor Mubarak si estos movimientos de calle son sólo expresiones de catarsis.

-Cuesta pensar en la Primavera Árabe como un fenómeno exclusivo de la calle. A alguien debía de convenirle que así fuese, ¿no?

-En su pregunta hay una concepción de que detrás de la Primavera Árabe hubo una conspiración y lo que sabemos es que comenzó con la inmolación de un vendedor de frutas en una ciudad del interior de Túnez. Eso provocó que se encendiera una mecha de rechazo contra un dictador y que la gente tomara la calle. Para sorpresa de todos, ese dictador que parecía inamovible, intocable, escapó. El gobierno fue derrocado. Ese ejemplo inflamó y motivó a otros. Si hubiese habido una conspiración, habría un actor externo pero fueron movimientos locales. Túnez es el país donde más profundamente se puede sentir las tres revoluciones de las que hablo en el libro: la revolución del Más, la revolución de la Movilidad y la revolución de la Mentalidad.

"Pregúntele a Gadafi, a Assad o al señor Mubarak si estos movimientos de calle son sólo expresiones de catarsis"


El progreso: Apocalípticos e integrados

-Esas tres revoluciones de las que usted habla ¿No suponen una concepción demasiado lineal de un progreso, hasta cierto punto, insostenible?

-Si usted le pregunta a quienes viven hoy en Túnez en un sistema menos autocrático que el que tenían, no van a responder eso. Hoy tienen voz y unas posibilidades que no tenía antes… En su pregunta hay, en realidad, un cambio de tema, que tiene que ver con la sostenibilidad en el planeta y los niveles de consumo actuales, que es algo diferente a lo que estamos hablando. Eso tiene tres formas de verse.

-¿Cuáles?

-Malthus, Marx y los mercados. Quienes están preocupados porque estamos consumiendo más de lo que el planeta da son Malthussianos. Malthus pronosticó que el crecimiento de la población iba a ser siempre más rápido que la capacidad de producir alimentos y que por tanto habría un colapso. Marx habría dicho en cambio que no se trata de que exista mucha producción, sino que está mal distribuida: hay quienes consumen demasiado y quienes consumen muy poco, entonces la solución sería distribuir mejor ese consumo. Los que defienden el mercado puede alegar que la tecnología ha multiplicado a niveles sin precedentes nuestra producción… La respuesta depende de cuál de las tres visiones se elijan.

"Si eres un profesional desempleado en España, es muy probable que no sientas más acceso a las oportunidades. Pero si eres un joven chino, sí"

-Los datos que cita plantean, insisto : somos más, vivimos más tiempo, estamos mejor alimentados, pero... ¿tenemos realmente más acceso a las oportunidades?

-Si eres un profesional desempleado en España, es muy probable que no sientas eso. Pero si eres una joven china que por primera vez en la historia de su familia tiene acceso a más educación, niveles de ingreso y capacidad de consumo,  entonces sí. Y ya no digo una chica china, puedo decir hindú, brasileña, peruana…

-La desigualdad todavía presente en esas sociedades es el mayor testimonio de que eso es imposible.

-Está usted cambiando de tema, o introduciendo uno distinto: la desigualdad económica en el mundo, que sin duda es importante, ha ido agudizándose…

"La desigualdad no es una forma de ejercer el poder, es una consecuencia de cómo se ejerce ese poder".

-Es una forma de ejercer el poder.

-No. La desigualdad es una consecuencia de cómo se ejerce.

-Volvamos a su tesis. ¿Dónde está el origen de ese quiebre?

-En las tres revoluciones.

-Históricamente, me refiero.

-La caída del muro de Berlín, el colapso de la idea soviética y del comunismo como esperanza de un mundo mejor fue muy importante. El cambio tecnológico también. La aparición de China e India en el mundo de hoy, cuando antes eran irrelevantes como consumidores y productores. No es posible entender el mundo globalizado sin ambos. La posibilidad de que países como Chile (un país pequeño, remoto y relativamente pobre) lograse conseguir un modelo de desarrollo que le ha hecho competitivo y ha sacado a una cantidad de gente de la pobreza es un ejemplo de cambios que no hemos visto antes.


La América Latina de los 90 versus la Europa del 2013

-Al pensar en la América Latina de los noventa y de las medidas de ajuste -que usted conoce muy bien- y en la actual, que experimentó un proceso de crecimiento económico, ¿se puede pensar que los terribles noventa rindieron sus frutos?

-Depende del país. Es evidente que Venezuela no aprendió mucho de los años noventa, pero sí Chile, Perú, Colombia, Brasil... La comparación de política económica entre Brasil y Argentina es revelador. Son dos países enormes, Brasil logró entender cuáles eran las políticas económicas y sociales para conseguir crecimiento e inversión y al mismo tiempo sacar a millones de brasileños de la pobreza e incluso la hazaña de disminuir su desigualdad. Es recurrente, en cambio, la falta de aprendizaje histórico de Argentina, que no para de darse autogoles económicos.

"América Latina logró capear la crisis financiera del 2008 mejor que otra región. Era el campeón mundial de las crisis"

-La América Latina de los noventa tendría algunas lecciones para la Europa actual.

-América Latina logró capear la crisis financiera del 2008 mejor que otra región, por varias razones. Estaba mejor equipada, era el campeón mundial de las crisis financieras (es la que más ha tenido). Esas crisis generaron las instituciones del conocimiento y las posibilidades de no cometer los mismos errores…

-¿Europa ha perdido tiempo con esta crisis para gestionarla mejor?

-En las reuniones que celebran entre organismos y jefes de Estado para resolver los problemas, se ve una gran cantidad de líderes pero ningún liderazgo y eso es simplemente la confirmación de que el poder está siendo más difícil de usar y de ejercer…

"En las reuniones que celebran entre organismos para resolver los problemas, se ve una gran cantidad de líderes pero ningún liderazgo"

-Pero lo ejercen. Mire a Grecia…

-Denunciar eso es como denunciar las leyes de gravedad. A usted le puede irritar muchísimo no poder volar porque la gravedad no se lo permite. Pero la ley de la gravedad en la economía dice que aquel que presta dinero pone condiciones.


El fin del poder... ¿o el fin de las ideologías?

-¿Cuál es la relación entre el fin de las ideologías y el fin del poder?

-Yo no sé si las ideologías han llegado a su fin. Ha ocurrido con una de las dos ideologías dominantes, pero aparecerán nuevas. El mundo está a las puertas de una explosión positiva de innovación política.

-Déme un ejemplo.

-Estamos a las puertas, no hemos llegado.

"Los partidos políticos van a tener que aprender de las ONGS o incluso de Al Qaeda, no por un culto asesino, sino por cómo esa organización es capaz de generar tanta lealtad, tanto entusiasmo".

-Déme una pista.

-Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, nuestra vida está siendo tocada por innovaciones. La manera en que comemos, escribimos, nos comunicamos, viajamos. Siete mil millones de personas en el mundo han sido transformadas por la tecnología: la ciencia, los avances en medicina o biología. Estamos sumergidos en innovaciones, excepto en la manera en que nos gobernamos. Y la gente sale a la calle a pedirlo: a pedir cambios en la manera como son gobernados. El desprestigio, el desdén por los partidos políticos es universal.

-Y peligrosísimo

-Ese es el tema central del libro. La importancia de rescatar los partidos políticos. Las nuevas ideas pasan por el hecho de transformar a los partidos en lugares de reunión. La gente con inquietudes no participa en partidos políticos, que son vistos como excluyentes, impenetrables, ancianos, no avanzados, lentos y que rechazan las nuevas ideas. Las ONGS han recogido ese entusiasmo. Los partidos políticos van a tener que aprender de las ONGS o incluso de Al Qaeda, no por un culto asesino, sino en el hecho de cómo esa organización es capaz de generar tanta lealtad, tanto entusiasmo.

"Hay un apetito por el cambio, que en algunas partes toma formas claramente fascistas como los partidos antiinmigración o antieuropeos, o el populismo en América Latina".

-Pensando en las resurrecciones y obcecaciones ideológicas -la derecha en Europa o los populismos en América Latina-, esa idea asusta un poco.

-Eso indica que hay un apetito por el cambio, que en algunas partes toma formas claramente fascistas como los partidos antiinmigración o antieuropeos, o el populismo en América Latina. A estos les llamo los terribles simplificadores. El poder le da espacio a nuevos jugadores, entre los que entran populistas, demagogos, locos, fanáticos, extremistas, el campo está abierto para todos. Algunas sociedades serán capaces de generar anticuerpos que impidan que partidos como el Tea Party, a otras les costará más.

-Usted formó parte de un equipo clave en la Venezuela de 1989, la de los ajustes económicos, la del Caracazo. ¿Corregiría algunas de las decisiones que se tomaron?

-Absolutamente. El programa de reformas económicas que se planteó en 1989 en Venezuela no dejaba espacio a muchas opciones. El país estaba obligado, de la misma manera que España está obligada a cumplir condiciones. Había sociedad acostumbrada a vivir de otra manera, a la que no se le informó. Se hizo un pésimo trabajo de comunicación sobre lo que ocurría. Esas ideas eran válidas, pero la sociedad no aceptó. Fue una oportunidad perdida no sólo del gobierno, sino de toda una generación. Pensar que esa transformación se podía conseguir con unos cuantos tecnócratas era ingenuo.

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