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Cultura

Memorial 11-M: diez años, 192 víctimas y una literatura incapaz de contarlo

Una imagen, también de EFE, del atentado de Atocha.

En el Parque el Retiro plantaron 192 árboles, uno por cada persona muerta ese día. Son cipreses. Todavía, diez años después, siguen ahí. Y no es que consuelen a quienes vengan a buscar en ellos a los que no están. Un árbol no enmienda, no corrige la realidad. No es capaz de bajar del tren a quienes iban ese 11 de marzo de 2004 en dirección a Atocha a las siete de la mañana, cuando explotaron las diez bombas. Es verdad, un árbol no rectifica. Acaso da sombra y poco más. Pero un libro, quizá sí. Es tan ineficaz como el árbol y sin embargo puede hacer lo que ningún ciprés podría: recordar.

Este año, cuando se cumple una década de los atentados en la estación Atocha, en Madrid, el 11 de marzo de 2004, un repaso por la biblioteca imaginaria de una tragedia arroja una imagen complicada, acaso árida. Es poca la literatura que sobre este hecho se ha escrito; poca si se compara con las ingentes cantidades de periodismo y ensayo que las investigaciones sobre el atentado provocaron. Uno de los primeros libros que se publicó, ese mismo año, fue 11-M Poemas contra el olvido (Bartleby Editores) que reúne los poemas escritos, entre otros, por Antonio Colinas, Leopoldo de Luis, Banjamín Prado o Pilar Adón. También ese año, Pre-Textos editó Madrid, once de marzo. Poemas para el recuerdo. En este se incluyeron textos de Luis Antonio de Villena, José Manuel Caballero Bonald, Carlos Marzal, Marcos Ricardo Barnatán, así como de Andrés Trapiello, Antonio Colinas, Manuel Rivas, Luis García Montero y Benjamín Prado, quienes participan en ambos volúmenes.

En 2008 Blanca Riestra sacó la novela Madrid Blues, donde describe el ambiente previo a los atentados y en 2009 se publicó La vida antes de marzo (Anagrama), la primera novela del cineasta Manuel Gutiérrez Aragón quien, tras rodar 23 películas, decidió dejar el cine y sentarse a contar la vida de dos extraños que viajan en un tren. Ambos son españoles. Uno, Martín, tuvo amores con una magrebí; el otro, Angel, se vio mezclado con un grupo extremista. Con el único equipaje de su propia experiencia atraviesan regiones y países, perseguidos por el pasado y el miedo. Se publicó en 2009, tras resultar ganadora del Premio Herralde de Novela.

Justo un año después, en 2010, Seix Barral editó El corrector, de Ricardo Menéndez Salmón. En sus páginas, un corrector –alguien cuyo trabajo es enmendar errores ajenos- narra cómo el jueves 11 de marzo de 2004 tropezó con una errata imborrable escrita sobre el libro de la realidad. Una historia vivida y protagonizada en primera persona y con la que Menéndez Salmón cerró su serie sobre el mal iniciada con La ofensa y Derrumbe.

Uno de los libros de ficción más recientes que se han publicado fue Saliendo de la estación de Atocha, la primera novela de Ben Lerner (Kansas, Estados Unidos, 1979). Adam Gordon, un joven norteamericano que llega a Madrid con una beca, presencia los atentados de Atocha. A mitad de camino entre novela de iniciación y testimonio, entre drama y humor, Lerner teje la trama de alguien que busca su identidad en una ciudad a punto de vivir el peor capítulo de su historia.

La editorial Tusquets publicó en 2011 El vigilante del Fiordo, un libro de relatos de Fernando Aramburu en el que se incluye Carne rota, un cuento con el que el donostiarra compone un mosaico impactante a partir de las vivencias de varios personajes en la tragedia del 11-M. La voz de un padre que sobrevivió a las explosiones y visita la estación con su hijo un año después; la imagen de una mano de uñas pintadas de rojo que sobresale bajo una manta; dos chicas que esperan  poco antes de las 7.30 la llegada del tren 21431: una viste parka negra y lee las últimas páginas de una novela de Pérez Reverte, la otra lleva un chaquetón de paño verde y se repinta los labios. Ambas aguardan el tren para ir a un trabajo al que no llegarán.

En marzo de 2005, se publicó 11M. Once miradas, una obra que reunió la ilustraciones de once diseñadores sobre los atentados de ese día. En la cubierta, una figura negra –o acaso tiznada entre una nube escombros- mira el lector con unos potentes ojos amarillos.

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