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Cultura

Desde 2014, las Comunidades Autónomas han recortado sus presupuestos en Cultura en un 48,8%

El País Vasco es una de las CCAA que más inversión por habitante: 76 euros. En la imagen, el Guggenheim de Bilbao.

Casi una semana después del anuncio de los Presupuestos Generales del Estado, la Cultura sigue doliéndose. El problema apunta en varias direcciones. De lo errático de las asignaciones a lo compleja que resulta la calderilla que recibe. ¿Dónde está la primera piedra de un edificio que tambalea? ¿Es realmente la dotación del Estado lo que agrieta la salud financiera de un sector siempre apaleado ya sea por sus críticos o sus plañideras? El más reciente informe sobre el estado de la Cultura en España de la Fundación Alternativas, presentado la semana pasada, demuestra que la situación del sector en los PGE es una escala del verdadero problema: el cierre progresivo de un grifo en las administraciones autonómicas y regionales. 

El más reciente informe sobre el estado de la Cultura en España de la Fundación Alternativas aporta una escala regional de la reducción: 48,8% desde 2014

El titular del estudio de la Fundación Alternativas se concentró en los medios de comunicación con una frase: la Cultura recibe un suspenso. En ésta -asegura el informe- campa la desigualdad: de género, de acceso, de territorialidad. Realizado sobre la base de encuestas a expertos, el informe pone de manifiesto que la desigualdad de las industrias culturales -y de al acceso a sus productos- es un problema estructural. La gran foto sólo puede explicarse a partir de las pequeñas teselas.

Luego de tres años de discreta subida, la partida designada a la Cultura en los Presupuestos Generales del Estado en 2017 pasó de los 807 millones de 2016 a 801 millones, un 0,7% menos. Las cifras llegaron tras el anuncio sobre la reducción del IVA del 21% a los espectáculos en directo: el teatro y la música, básicamente. Una medida de la que quedó excluido el cine. Por eso la poca dotación para el resto sectores frente al aumento de ésta (13%) es el efecto de una bomba de humo o una justificación por la compensación tardía. La cantidad es poca y se evapora rápidamente porque el problema de fondo es muy anterior.

Mientras algunas comunidades autónomas habían realizado disminuciones mínimas (-4% en el País Vasco), otras como Murcia sobrepasan el 70%

Desde el año 2014, la última fecha ratificada con cifras por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, las Comunidades Autónomas han recortado de forma dramática sus presupuestos para la Cultura: un total de 1047 millones de euros (un 0,10% del PIB), lo que supone una reducción del 48,8% si se compara con los 2046 millones de 2009 (0,19% del PIB).

Lo más significativo de esa cifra recogida en el informe de la Fundación Alternativas no es sólo la reducción drástica sino las desigualdades interregionales que produce:  mientras algunas comunidades autónomas habían realizado disminuciones mínimas (-4% en el País Vasco), las que tradicionalmente menos gastaban por ese concepto habían realizado recortes mucho más sensibles, como es el caso de en Murcia, que recortó un 74%.

Crecen las desigualdades regionales: desde los 56,8 euros por habitante y año del País Vasco a los 18 euros de Aragón.

Medidos en términos de gasto público por habitante, estos números permiten  mejor aún la desigualdad cultural entre regiones, por ejemplo: desde los 56,8 euros por habitante y año del País Vasco a los 18 euros de Aragón. Así, a las barreras objetivas que permiten acceder a la cultura –poder adquisitivo, por ejemplo- se suma un problema estructural: si ahí, en el origen de la actividad cultural, se contrae la fuente de financiación, el asunto –en un escala mayor- se agrava.

La forma más clara de comprender por qué la reducción regional afecta al conjunto podría ilustrarse, por ejemplo, en la forma de financiación del sistema de bibliotecas. España cuenta con una biblioteca nacional, 4.211 bibliotecas de acceso público, 2.084 especializadas, 285 de instituciones de enseñanza superior, 240 para grupos específicos de usuarios y 14 bibliotecas centrales de comunidades autónomas.

Atrás quedaron los años de los grandes museos, aquel tiempo en el que se convirtieron en lo que las catedrales, todas las ciudades querían tener uno

La realidad es que cerca del 80% de esa red depende de los ayuntamientos y comunidades autónomas. Todo el peso recae prácticamente en ellas: las diputaciones, ayuntamientos y cabildos aportan 54% del presupuesto; el 20,8% proviene de las administraciones autonómicas y el 10,5% del Estado. Lo que resta proviene de financiación privada. Al recortar dinero en su punto de partida, se seca el río entero. Lo mismo ocurre con el resto de las disciplinas: música en vivo, fomento de la lectura, exposiciones.

Atrás quedaron los años de los grandes museos, aquel tiempo en el que se convirtieron en lo que las catedrales, todas las ciudades querían tener uno. Ansiaban su efecto Guggenheim. El lento descalabro, la carestía residual ha actuado desde entonces como la base de una foto en la que el problema es, al mismo tiempo, local y nacional. Porque depende, al mismo tiempo, de arcas autonómicas –cada día más delgadas- y de los recursos generales.

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