Quantcast

Cultura

Escobar Henao: "El narcotráfico le dio todo a mi padre pero también se lo quitó. Hasta la vida"

Una imagen de la marca de ropa Escobar Henao, creada por el hijo del narcotráficante.

La historia de Colombia tiene un antes y un después de Pablo Escobar Gaviria, al menos así lo aseguran todos cuantos vivieron aquellos días; ya fuese como víctimas o victimarios. Porque alrededor del jefe del cartel de Cali todo se distribuía así: un daño repartido desigualmente a ambos lados de una línea que ahora su hijo Juan Pablo Escobar Henao narra en las páginas de Pablo Escobar, mi padre, una biografía que no salva al narcotraficante –reconoce que fue un asesino y un delincuente-, pero que aporta más datos sobre su naturaleza contradictoria y el derrumbe de su imperio. "El narcotráfico le dio todo a mi padre y también se lo quitó todo. Hasta la vida", asegura en estas páginas.

Escobar Henao relata una historia excesiva, un cuento de hadas con AKA45

Cuando se cumplen 22 años de la muerte del hombre más sanguinario y complejo que Colombia haya tenido jamás –para unos era Don Pablo, el benefactor, el congresista, el Patrón; para otros el delincuente, el extraditable, el asesino-, su hijo relata en Pablo Escobar, mi padre (Península) su propia versión de una historia excesiva, una especie de cuento de hadas con AKA45 -que diría Monsiváis-: el hijo de campesinos y nieto de un contrabandista de Whisky, el hombre hecho a sí mismo, alguien capaz de construir un imperio alrededor de la droga, de amasar cantidades incalculables de dinero y de librar una guerra contra el gobierno de su país, al que puso de rodillas, varias veces.

La balada (y la balacera) del Patrón

Proveedor y verdugo. Mientras Pablo Escobar eliminaba sin piedad a sus competidores y enemigos, ordenaba asesinatos o conspiraba contra figuras de la política colombiana, se comportaba como un benefactor: mandaba cerdos y animales a las casas donde no había nada qué comer, construía campos de fútbol para los niños de los suburbios -los mismos a los que terminaría contratando como sicarios, una clase social en el Medellín de los 90-, levantó barrios enteros en las zonas marginales de la ciudad. Don Pablo. El Patrón.

Desde los años setenta, y de forma paralela al crecimiento de aquel emporio de automáticas y polvo para esnifar, Pablo Escobar organizó y financió una extensa red de sicarios que permitieron no sólo distribuir la droga -la merca, como dicen las canciones que le dedicaron-, sino generar una estructura de poder y vigilancia. Esa fue la arquitectura que le permitió -años después- poner en marcha lo que se conoció como el narcoterrorismo: coches bomba, extorsión, secuestros, ajusticiamientos, contactos con el M19.

Proveedor y verdugo. Mientras eliminaba sin piedad a sus competidores, a la vez construía casas y campos de fútbol para los más pobres 

Acribilló a numerosos políticos, magistrados y jueces relacionados con la polémica sobre la extradición de aquellos narcotraficantes, Pablo Escobar entre ellos, que eranreclamados por Estados Unidos para ser juzgados allí y no en Colombia. En la guerra que sostuvieron los carteles de la droga entre sí, Escobar fue -sin dudarlo- de los más crueles. Secuestró y extorsionó, entre otros, al entonces aspirante a la alcaldía de Bogotá, Andrés Pastrana Arango, al Procurador General de la Nación, Carlos Mauro Hoyos.

Tal y como narra su hijo en uno de los capítulos de este libro –y que resulta especialmente interesante como dato a día de hoy-, Pablo Escobar solicitó a un miembro de ETA conocimientos sobre explosivos. Y así fue. "Utilizó el know-how de ETA para someter al estado colombiano a su voluntad", relata en las páginas de un volumen que también desvela las intenciones de Escobar de secuestrar Chábeli Iglesias, hija de Julio Iglesias. El retrato del entorno de Escobar, acaso la sofisticación de sus procedimientos, dejan la sangre convertida en granizado. Todo lo despachaba en su Hacienda Nápoles, el cuartel general donde funcionaba la máquina de su imperio.

"Utilizó el know-how de ETA para someter al estado colombiano a su voluntad"

Sin embargo, y todo sea dicho, Escobar levantó una estatua de sí mismo que fue desmoronándose a pedazos. Mediante la extorsión, consiguió el apoyo que lo llevaría a ser electo como suplente al senado por el movimiento Alternativa Liberal, en los ochenta. Fue su época total. No hubo un estamento del poder al que él no tuviera acceso: políticos, magistrados, miembros de la Iglesia, los círculos de poder de Medellín y del país. Tras las denuncias de Guillermo Cano Isaza, a la sazón director de El Espectador, le fue retirada la inmunidad y el ministro de Justicia del gobierno de Belisario Betancourt, Rodrigo Lara Bonilla, dirigió una exhaustiva investigación sobre sus actividades delictivas. Al año siguiente, Lara Bonilla fue asesinado por los sicarios de Escobar. Esta larga historia de plomo y plata –balas y dinero, la ley del Patrón- atraviesa el volumen editado por Península.

Cuento de hadas con AKA45

Juan Pablo Escobar Henao tenía siete años cuando el emporio de su padre había alcanzado su punto más alto y nueve cuando éste le explicó, punto por punto, qué eran las drogas, de qué se trataba el negocio que llevaba el pan a casa –una casa, por cierto, con pista de aterrizaje y su propia gasolinera- y porqué él nunca debía consumir aquella mierda.

Ahora, a sus 37, Juan Pablo Escobar Henao quien renunció a ser heredero y sucesor de su padre –se dedicó a la arquitectura y el diseño-, visita Madrid para dar a conocer un libro en el que afirma cosas tremendas, entre ellas, todas las que tienen que ver con la muerte de Escobar. “No lo mataron, él se suicidó antes de que lo atraparan", afirma en el libro.

Las cosas no terminan allí. "Mi tío Roberto fue quien lo entregó". Se refiere a Roberto Escobar, informante de la DEA, el mismo que delató y entregó a su hermano. "Mi padre en vida ya sabía que ellos eran unos traidores”, dice Escobar Henao, quien tiene exactamente 20 años sin establecer contacto con la familia paterna.

Para sostener muchas de las afirmaciones que hace en esta biografía, Juan Pablo Escobar se dedicó a investigar, palmo a palmo, episodios específicos de la vida de su padre. Hay desde las revelaciones políticas –el papel de Álvaro Uribe como director de Aeronáutica Civil- hasta anécdotas impensables, por ejemplo: que el cantante Frank Sinatra era uno de los contactos de su padre para la distribución de cocaína en Estados Unidos .

Uno de los aspectos más vistosos de aquel mundo de exceso y dinero que levantó Escobar es el que tiene se acumula en el día a día, en la infancia desquiciada. Piñatas de las que salía fajos de billetes, una vajilla danesa valorada en 400.000 dólares -un encargo que no se hacía desde la época de las dinastías-… “Teníamos más dinero que cosas para comprar. Parecíamos dueños de todo pero no éramos dueños de nada", asegura.

Uno de los elementos que más se asocia con el reinado de Escobar es la Hacienda Nápoles, finca familiar y centro de operaciones de Escobar durante mucho tiempo, una verdadera exageración: tenía una gasolinera propia y un taller de mecánica, 27 lagos artificiales, la pista de  motocilcetas más grande de América Latina, un parque jurásico con dinosaurios a escala real, dos helipuertos y pista de aterrizaje, 1.700 trabajadores, tres zoológicos y diez casas, entre.. ¿otras cosas? En aquella propiedad delirante, Escobar reunió más de 200 especies de animales exóticos todos ingresados al país como fruto del soborno a las autoridades aduaneras.

escobar Henao veía aquello como algo natural e incluso llegó a pensar que todos esos billetes salían de una maquinita. Se acostumbró desde pequeño a vivir con seguridad, tal y como recuerda en uno de los apartados, en el que asegura que un todoterreno blindado lo llevaba a la guardería, donde había una escolta armada permanente. Cuando cumplió nueve años recibió como regalo las cartas de amor que Manuelita Sáenz envió a Simón Bolívar y a los 11 años ya contaba con 30 motos de alta velocidad y 30 motos de agua.

Una…(¿ligera?) contradicción

Juan Pablo Escobar Henao le dio muchas vueltas al momento de escribir este libro; al menos eso dice él. No fue fácil, asegura. No es extraño que así resultara para alguien tuvo que escapar de su país y vivir durante años con una identidad falsa. Sin embargo, y he aquí la uña que raspa la pizarra, no ésta la primera vez que Escobar Henao usa públicamente la figura de su padre: en 2009 presentó el documental Pecados de mi padre, dirigido a las víctimas de la violencia desatada por su padre. Eso, claro, no tendría nada de extraño. Pero sí lo siguiente.

En el año 2010, el hijo del jefe del cartel de Medellín creó Escobar Henao, una firma de ropa cuyos diseños se concentra en la imagen de su padre, a quien, por mucho que intentásemos edulcorar el asunro, no deja de ser un criminal. Imágenes de la cartilla de banco con un Escobar setentero y joven; el perfil y la silueta del Patrón; su peinado compacto de bigotillo matonil... Escobar Henao asegura que no hace apología ni mucho menos, que tampoco quiere lucrarse con la figura de un hombre que causó tanto sufrimiento. Lo cierto es que en Colombia no está permitida la comercialización de ninguno de sus productos.

¿Con qué quedarse? ¿Acaso en la  compleja relación de los afectos, lcon a figura del padre apretada como un trozo de pan en la garganta o acaso también con lel jugoso apellido como bandera de algo más? Todo sea dicho, en este libro Escobar Henao no regatea a su padre haber sido un asesino y un delincuente...  Sin embargo, ¿a qué viene este uso de su complicada imagen? No se convirtió en el segundo Pablo Escobar, y aunque la larga sombra del Patrón le ha perseguido, parece -a veces- que conviene arroparse al eclipse del héroe y villano. ¿Acaso porque sirve para vender libros, o camisetas o porque Escobar Henao no ha resuelto el vínculo que le une con el mayor narcotraficante de todos los tiempos?

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.